El tango, esa música melancólica, vibrante, emocional, sigue provocando grandes sorpresas históricas: es una de las músicas más escuchadas en la ciudad contemporánea, cualquiera sea su geografía. Hay un revulsivo histórico, del cual muchos todavía no se han percatado: ya no es solo música del Río de la Plata, sino que integra el repertorio de las grandes orquestas de lejanas tierras.
En un proceso de cien años, los proscenios del tango fueron: el cafetín del suburbio, el patio del conventillo, las esquinas con ochava, el café céntrico, el cabaret, el teatro, la radio, la televisión, el concierto en los grandes escenarios internacionales.
Los íconos fundantes del tango son: el bandoneón, la voz de Gardel y la ciudad.
No es que Gardel simplemente cantó tangos, sino que su voz creó el tango. Sus inflexiones vocales crearon las formas fraseadas de los instrumentos del tango. El bandoneón le debe mucho a Gardel. Los primeros maestros Pedro Maffia y Pedro Laurenz tocaban fraseando el bandoneón como lo hacía Gardel con la voz. El bandoneón nació en Alemania y por un raro misterio, después de sentirse no reconocido y valorado, atravesó las aguas profundas del océano para venir a radicarse definitivamente en su patria adoptiva: el Río de la Plata. Su sonido susurrante y arrebatado nos habla de tango, y nada más que de tango.
Su sonido denso y muchas veces dramático asimiló las alegrías y las penurias del hombre común, y su rezongo musical se transformó en sonido de fondo de todo estado de ánimo personal y colectivo de la ciudad rioplatense.
Nos habla de música ciudadana. El bandoneón es propiedad espiritual del Río de la Plata. Solo desde estas latitudes pudo realizarse como instrumento universal. Su identidad musical se parió en las dos orillas del Plata y exclusivamente en las ciudades rioplatenses. El bandoneón aprendió a “caminar” musicalmente en los rincones de Buenos Aires y Montevideo.
La presencia de Ulises Passarella en Uruguay es uno de los acontecimientos culturales más brillantes de los últimos diez años. Estamos ante un genio del bandoneón, un hombre que domina todos sus secretos, su excelsa técnica le saca partido a la emoción, y sus interpretaciones y arreglos musicales son verdades cátedras de alta belleza musical.
A través de sus arreglos musicales, el bandoneón en sus manos puede transformar una obra cualquiera, un tango, en una pequeña joya musical. El bandoneón de Passarella “atropella” con su belleza, sacude con su limpia y depurada técnica cada tema que toca, y rompe los códigos monométricos de la interpretación fría y sin alma, como un huracán bravío que barre toda hojarasca musical que encuentra en su camino.
Ulises Passarella con su bandoneón y su música de tango es una presencia estelar en Uruguay. El mayor instrumentista de bandoneón que ha dado nuestro país en los últimos veinticinco años.
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