Samuel Greene Arnold. Viaje por América del Sur 1847-1848. Emecé, 1951. 260 págs.
Un cuarto de siglo después de la formulación de la Doctrina Monroe, un joven norteamericano recorrió Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia y Perú. No era un viajero improvisado, antes había recorrido gran parte de Europa y Rusia. Al retornar a su país, asumiría poco tiempo más tarde la vicegobernación del Estado de Rhode Island. Abogado, historiador y político del Partido Republicano en la época de Abraham Lincoln, el presente libro es un insólito diario dedicado a su novia. Recuperado por Domingo Sarmiento, tiene anotaciones esperables pero hay un capítulo sorprendente en primera instancia para la mayoría de los lectores, el dedicado a nuestra patria, inmersa en dichos momentos en la Guerra Grande.
Llega al puerto de Montevideo leyendo una biografía sobre nada menos que Drake, el célebre pirata británico. Recorre la ciudad, registrando desde la arquitectura hasta las características de las fortificaciones existentes en el quinto año del sitio, desde las vestimentas hasta la composición étnica de sus habitantes. Tramita rápidamente un pasaporte pago para visitar el Gobierno del Cerrito (3,37 pesos…).
Como nota José Luis Busaniche en un brillante prólogo, Samuel Greene estaba muy imbuido de la superioridad de una sociedad inculcada por la Doctrina del Destino Manifiesto que ya había posado su mirada en el territorio mexicano. Asimismo, la creciente rivalidad con las potencias europeas es visible a lo largo y ancho del diario de viaje.
En el encuentro con el general Oribe, al que considera el legítimo gobernante, anota: “Es muy caballeresco. Lo encontré en ropa de casa, camisa y pantalones blancos y chaqueta roja; sobre la mesa, delante de él, estaba su sombrero de paja con la universal leyenda ‘Defensor de las Leyes’… Le conté el estado de las cosas de la ciudad, de lo que él estaba enterado. Le dije que él podía tomar la ciudad por asalto en cualquier momento. Me preguntó por qué pensaba yo así. Le repuse que estaba muy débilmente fortificada. Él lo sabía, pero dijo que, por el momento, primero debía ser definida la situación de Inglaterra y de Francia. En verdad Oribe no desea tomar la plaza”.
Una pequeña joya, que adelanta dos años la traición de Urquiza a la causa federal páginas más adelante.
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