Pasó una nueva Copa América, la número 48, y Uruguay no pudo llegar a la 16. Eso es lo principal. Ese es el dato. Lo demás es análisis, conjetura, opinión, valoración y en cierto punto resignación.
Estoy tentado por elegir uno de los dos temas que están sobre la mesa. El tema futbolístico, por un lado, con el comentario que me merece la actuación de Uruguay y también la consagración argentina. Por otro lado, está el tema de los hechos sucedidos luego del partido semifinal ante Colombia y el bochorno de la final entre argentinos y colombianos. Como creo que lo futbolístico seguirá vigente por un tiempo y se podrá analizar la semana que viene sin que pierda valor, voy a dedicar esta página de hoy a los sucesos que se dieron en los dos partidos a los que hice referencia.
Por orden cronológico repasaremos lo sucedido en Charlotte el miércoles por la noche, cuando Colombia con 10 hombres más de medio partido, se impuso 1 a 0 y nos eliminó del torneo. Al revés de lo sucedido en anteriores ocasiones en este mismo campeonato, Uruguay fue más visitante que nunca.
En Miami, en el 3 a 1 a Panamá, los uruguayos fueron más de 20 mil sobre los 33 mil que pagaron entrada. Los otros 13 mil ni siquiera eran panameños en su mayoría. Nada pasó, todos mezclados y a otra cosa.
En New Jersey, para el 5 a 0 ante Bolivia, fueron más de 40 mil uruguayos en una venta de 48 mil localidades. Tampoco fueron ni 8 mil los bolivianos, sino unos pocos miles por lo que nuevamente Uruguay fue locatario. Nada malo sucedió.
En Kansas City fuimos visitantes, obviamente, ante Estados Unidos, con 55 mil boletos colocados, pero no más de 6 mil uruguayos y una actitud pacífica de los hinchas locales. Nada malo sucedió, aunque eliminamos al local.
El cuarto partido fue ante Brasil en Las Vegas con 55 mil entradas vendidas otra vez. Los uruguayos habrán sido 8 mil, y los demás eran brasileros o de países que gustan del futbol del vecino país y lo apoyaron. La dramática definición por penales favorable a los nuestros y la mezcla de hinchadas no generó un solo incidente.
Finalmente, el quinto encuentro se jugó en Charlotte ante Colombia y se llenó de colombianos el estadio, con 71 mil aficionados en las tribunas. No creo que haya habido 4 mil uruguayos siquiera. Y acá empezaron los problemas.
Todos conocen los momentos difíciles que debieron pasar los familiares de los futbolistas. Lo que muchos quieren saber es exactamente qué pasó, cómo se encendió la mecha, dónde estaban ubicados y qué se pudo o debió haber hecho para evitar esos lamentables incidentes.
Lo que voy a escribir vale también para el bochorno que sucedió el domingo previo a la final en Miami, que debió postergar su inicio casi una hora y media para que la Policía pudiese desalojar al menos a parte de los que entraron por la fuerza y sin entrada.
Volvamos a Charlotte. Quedó claro ese miércoles a la noche que había fallado por completo el operativo de seguridad. Poner las familias de los futbolistas entre el público rival podría ser entendible en una competencia de nado sincronizado entre finlandeses y noruegos o un partido de hándbol entre Islandia y Estonia. Pero no en una semifinal de Copa América. Los colombianos divisaron en ese grupo de uruguayos a hinchas celestes. No sabían que eran los familiares, pero había muchas madres con bebés o personas mayores. La provocación grosera, desmedida e irrespetuosa de los colombianos no fue jamás reprimida por ningún guardia ni policía.
Lo peor llegó al final del encuentro, cuando al ganar el partido, lejos de alejarse festejando, se abalanzaron ante los uruguayos y entre insultos que iban y venía, entre cerveza o whisky que tiraban los colombianos y devolución de gentilezas de algunos uruguayos que estaban mezclados, todo se fue de las manos. Familiares heridos, desmayos, ataques de nervios y señoras en silla de ruedas fue el corolario de una imprevisión inaceptable de una Conmebol que suspende y multa a los DT por entrar 30 segundos tarde a la cancha. El organismo rector del fútbol en Sudamérica debió informar al comité organizador de cómo se vive el fútbol por estos lares. Los colombianos acusan a los uruguayos de malos perdedores, cuando en realidad demostraron ser malos ganadores ellos. Tal vez por eso perdieron la final y se quedaron con las ganas como casi siempre.
Los estadios son estadounidenses, los que trabajaron dentro también. Pero las entradas en un 98% fueron compradas por sudamericanos. Culpar al país anfitrión es ridículo. Esto no pasa en ningún espectáculo deportivo local, incluso aquellos que despiertan más pasiones como el hockey sobre hielo, fútbol americano, básquet, béisbol o boxeo. Culpar a la seguridad local o a los estadios es tan ridículo que me hace acordar a un viejo chiste. “Un señor llega a su casa (podría ser al revés) y encuentra a su esposa con otro hombre haciendo el amor en el sofá. Entonces vende el sofá”.
Fue tal la magnitud del caos que los futbolistas uruguayos se vieron obligados a defender a sus familias ya que nadie lo hacía. Todo lo que hicieron fue protegiendo a sus indefensos seres queridos, sus bebés, sus mamás, fue en defensa propia.
El viernes a las 7:00 de Charlotte realicé un posteo que adelantó en 6 horas lo que diría Bielsa en la ya famosa conferencia de prensa de esa tarde.
El posteo citaba una situación similar que vivieron los futbolistas argentinos en Maracaná ante el local, en donde se veía a su arquero Dibu Martínez repartiendo piñazos a hinchas locales e incluso policías.
Lo que puse fue: “Si no se sanciona a todos (no hubo sanción a Argentina en Brasil, y estuvo bien), lo que podría parecer una sanción justa se transforma en injusta. Conmebol y el Comité Organizador deberían pedir disculpas por no haber percibido que no es lo mismo un partido semifinal por Copa América que un campeonato de nado sincronizado entre Finlandia y Noruega. Las familias de los futbolistas fueron agredidas y nadie los defendió. Es una trampa sancionar a quienes se defienden”.
Seis horas después Bielsa enérgicamente acusó sin mencionar a la Conmebol y los organizadores, aunque dio claras pistas e hizo referencia a que “lo que hay que decir es cuánto tardarán en pedirles disculpas a los futbolistas y familiares”.
En su mismo discurso volvió a arremeter contra la prensa con acusaciones al barrer y sin dar nombres, en una técnica que le ha traído dolores de cabeza en Francia, España, Argentina, Chile, o sea, en donde ha dirigido. Pero ese es otro tema. En lo central de los hechos acaecidos defendió con energía a los futbolistas, siendo que oficialmente ni la AUF, aunque su presidente algo dijo al final del encuentro, ni la Mutual de Futbolistas ni a la novel Asociación de Futbolistas que preside Lugano dijeron ni mu.
Lo pronosticado por Bielsa de que debería extremarse las precauciones se confirmó plenamente, aunque desde otro lugar. Fue en Miami, en la final, y fruto de que 30 mil colombianos sin entrada utilizaron el método de la avalancha llevándose puesto todo, destrozando todo y generando un atraso del partido de casi 90 minutos.
Otra vez, la falta de información de Conmebol al Comité Organizador sobre lo que se estaba gestando llevó a que no se hicieran tres anillos de seguridad como se hace en Sudamérica en partidos importantes, sea en ligas locales o en torneos internacionales. Nuevo error sin autocrítica alguna, por ahora, que nos hace pensar que ante tal papelón tal vez no se sancione a los 11 uruguayos denunciados por el partido en Charlotte. Claro que eso podría suceder si a la Conmebol le da vergüenza. Es evidente que para verse agobiado por la vergüenza habría que tenerla, y hace años que parece que sus autoritarias autoridades la han perdido por completo.
La semana que viene les haré mi balance sobre la parte de deportiva en general y en particular sobre lo hecho y lo no hecho por nuestra selección, que concurrió con mucha ilusión, con una generación estupenda, pero que se quedó sin nafta en medio del campeonato. Esta situación se ha repetido durante los últimos 20 años en los equipos que Bielsa dirige, pero no lo podemos decir mucho porque los bielsistas saltan como focas en celo. Es que los bielsistas, que son miles, son más bielsistas que Bielsa.
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