El fútbol, al igual que cualquier otra actividad, replica la vida misma. La previa de San Pablo y Nacional nos hizo recordar a los duelos de la viejas Copa Libertadores. La noche anterior del partido en el Gran Parque Central, hinchas de Nacional tiraron decenas de bombas de estruendo en la puerta del hotel sobre las 3 de la mañana.
A su vez, tras el 0 a 0 del primer partido, se conocieron una vez más fotos de hinchas tricolores haciendo gestos racistas que se resumen en simular movimientos de simios para espetarle al rival que su equipo o su país está poblado de afrodescendientes. Toda una curiosidad, sobre todo cuando el fútbol uruguayo está lleno de enormes glorias como Obdulio o Cococho e incluso este Nacional tiene a Mejía o a Carneiro, entre otros a los que seguramente también estarían queriendo ofender.
La llegada de Nacional a San Pablo no tuvo la mejor recepción. La idea de su directiva fue muy buena. Fueron invitados Rodolfo Rodríguez, Hugo de León y Darío Pereyra. En Brasil la prensa y el público conocen mucho más a estas tres glorias tricolores que a los actuales futbolistas. Rodolfo en Brasil fue figura del Santos, pero es muy respetado en todo Brasil, en especial en el Estado de San Pablo. Hugo de León es figura enorme en Gremio de Porto Alegre, pero también tuvo un paso por Corinthians y tiene un gran prestigio en todo Brasil también. Por último, Darío Pereyra es sanpaulista de corazón. Simboliza a Nacional, pero mucho más al San Pablo que lo recibió joven en la segunda mitad de los años 70. Darío, junto a Pablo Forlán, Pedro Rocha y Diego Lugano forman el póker de gigantes del fútbol uruguayo que hicieron grande al tricolor paulista.
Nada de esto ayudó demasiado. La prensa local se hizo las delicias entrevistando a estos históricos, pero la relación estaba tensionada. Con Nacional ya alojado allá, San Pablo reforzó sus denuncias ante Conmebol contra la hinchada uruguaya. Por otro lado, la venta de entradas para el visitante fue caótica. Primero se pusieron a la venta a través de internet, pero todo falló porque no estaban habilitadas cédulas de identidad que no fueran brasileñas. Más de 1500 hinchas tricolores tuvieron que viajar a ciegas, o sea sin entrada.
Un día antes y con la mayoría deambulando por la gran urbe paulista, se supo que los tickets físicos estarían disponibles en las boleterías del estadio del club Portuguesa a partir de las 10 am del día del partido. Esas boleterías están a una hora de viaje del Morumbí, que es donde se jugó el partido. Por si algo faltaba, no se aceptaba ningún tipo de tarjeta de crédito ni débito, por lo que los uruguayos debieron cambiar dólares, cosa que en Brasil no es tan sencillo como acá. A todo esto se sumó lo sucedido la noche previa al encuentro. Se estila en este tipo de partidos que se realice una cena de camaradería entre los dirigentes de los clubes en pugna. Lo llamativo es que ningún dirigente del San Pablo asistió. Eso enrareció aún más el clima.
Ya dentro del estadio y en pleno partido, una nueva batahola entre la Policía brasileña y los hinchas visitantes dio la nota. Incluso el partido debió pararse unos minutos. Este tema lo abordaré otro día, pero el resultado fue que al final del partido quedaron detenidos 25 hinchas tricolores, intervino el consulado uruguayo y Nacional debió pagar 12 mil dólares de fianza. No estoy haciendo juicio de valor sobre quién estuvo mal, si hubo o no excesos, si la hinchada provocó, nada de nada. Ni siquiera si está bien que el club pague la fianza. Otro día lo comentaré, pero lo cierto es que esto fue el punto final para una serie de incidentes que pusieron este partido en el padrón de los legendarios choques de otros tiempos.
Pero… de golpe todo cambió. En el minuto 87 se vio trastabillar al zaguero de Nacional Juan Izquierdo. El lateral Losano lo vio y consiguió contenerlo para aminorar el golpe. Enseguida compañeros y rivales fueron en su auxilio. Nadie entendía qué había pasado. ¿Por qué se desplomó? El estadio se silenció, la Policía dejó de reventar a palos a los revoltosos, los barras dejaron de arrancar butacas para tirar hacia los brasileños, los futbolistas se tomaban la cabeza, mostraban desesperación y algún brasileño se puso a rezar. El 2 a 0 parcial para el local quedó en su segundo plano. Ya nadie hablaba de la copa mundial de clubes que se esfumaba ni del pase a cuartos de final en esta Libertadores. Ni siquiera había festejo brasileño por la clasificación.
En pocos segundos, menos de un minuto, una ambulancia entró al campo de juego y atendió al futbolista. A los 2 o 3 minutos, ya dentro del vehículo, salió aplaudido por todo el Morumbí. La guerra había terminado. Todos estaban del mismo lado. Del lado de la salud, de la vida, de la angustia por saber qué pasaba.
Entre el desvanecimiento y la llegada al CTI del Hospital Israelita Albert Einstein pasaron apenas 14 minutos. Ese hospital está pocas cuadras del Morumbí, pudo ser más rápido pero el 2 a 0 parcial y la salida temprana de parte de los 70 mil aficionados que querían conseguir lugar en los ómnibus o encarar con sus autos el regreso a casa para ahorrarse un par de horas de tráfico al estilo paulista, enlenteció un poco el traslado, pero todo fue muy ágil.
El Hospital Albert Einstein es uno de los mejores de Latinoamérica. Nivel primer mundo. Contó la cónsul uruguaya que ayudó el cónsul israelí en San Pablo para facilitar el trámite.
El viernes amanecimos con la noticia de que Juan Izquierdo, de 27 años, estaba en el CTI sin reacción alguna. El término estable, para los que no sabemos nada pudo llevarnos a engaño. Estable no es que esté bien. Es que no está mejor ni peor. Y el problema es que según el comunicado del hospital “fue admitido a las 20:55, en paro cardíaco, de inicio indeterminado, secundario a una arritmia. El hospital inició inmediatamente maniobras de resucitación cardiopulmonar, incluyendo el procedimiento de desfibrilación, habiendo el paciente recuperado la circulación espontánea. Desde entonces, Juan está internado en la Unidad de Terapia Intensiva, sedado, en ventilación mecánica y bajo cuidados intensivos neurológicos”.
A partir de allí no llegó nunca una buena noticia. Todo fue confirmándose o empeorándose para los que no sabemos descifrar los términos técnicos.
Nacional y Liverpool debían jugar el lunes, pero se postergó de inmediato y luego se suspendió toda la fecha por decisión de la Mutual de Futbolistas. La AUF fijó para martes, miércoles y jueves pero ante las malas noticias del fin de semana volvieron a postergarse, ahora en forma indeterminada.
Juan Izquierdo recibió solidaridad de todo el mundo. Sus compañeros, sus rivales locales, el mismo San Pablo, que entró a la cancha el domingo por el Brasilerao con camisetas celestes que decían “Fuerza Juan Izquierdo”. Luis Suárez le dedicó emocionado sus dos goles en la MLS y así podríamos multiplicar por cientos los gestos de amor y fe.
Al escribir esta nota las noticias son sombrías, negativas, pesimistas.
El botija de 27 años salió campeón uruguayo el año pasado con Liverpool. Apenas cinco días antes del infausto partido, había nacido su segundo hijo. Todo es dramático. El dolor y la angustia se multiplican.
La guerra quedó de lado, el fútbol dejó de ser un vehículo para enfrentarse con alevosía y falta de respeto para unirnos a todos. Ojalá que esta vez quienes se exceden en el desarrollo de su pasión aprendan que la vida está primero.
Si lo peor llegase, ojalá que no, que el homenaje a Juan no sea solamente palabras políticamente correctas, sino un cambio de la actitud y recuperemos la época en donde todos podíamos disfrutar de la fiesta del fútbol entremezclados. La pasión puede seguir, pero con civilidad.
Nota de Redacción:
Al cierre de esta edición el Club Nacional de Football emitió el siguiente comunicado:
Desde este medio de prensa hacemos llegar nuestro más sentido pésame a sus familiares, amigos y adherentes del Club Nacional de Football.
TE PUEDE INTERESAR: