Finalmente, el partido semifinal de Libertadores entre Peñarol y Botafogo cambió de escenario a pedido del Ministerio del Interior. De haber Peñarol mantenido el Campeón del Siglo estaba amenazado explícitamente por la Conmebol con una multa de 400 mil dólares y pérdida de derecho a su público, por lo que debía devolver un millón y medio de dólares a sus hinchas. Además, en el 2025 no podría jugar en su cancha ni recaudar. Una fortuna.
La semana pasada escribí sobre la situación imperante en cuanto a la incapacidad que existe para poder controlar a las barras bravas de los clubes más importantes de Sudamérica. Unas horas después de que saliera La Mañana con ese artículo, las calles de Río de Janeiro se transformaron en un campo de batalla. El Ministerio del Interior de Brasil o del Estado de Río de Janeiro o ambos fueron incapaces de prevenir y luego controlar con éxito y justicia lo que estaba sucediendo.
Cientos de hinchas uruguayos fueron detenidos y más de una veintena aún están presos. Pero eso por sí sólo no sería un problema, ya que si quien comete un delito es detenido y juzgado no da para discutir demasiado. Pero el tema es que para llegar a detener y apresar uruguayos, se pasó por escenas de represión enardecida en donde al parecer la Policía local en lugar de separar o mediar entre hinchas de unos y otros daba la sensación televisada de haberse dedicado a ser el brazo armado de la hinchada locataria.
Episodios grandes y graves fueron el ómnibus uruguayo incendiado después de haber sido saqueado. Pero si de saqueos damos cuenta hay que tener en cuenta barras de hinchas con camiseta de Peñarol saqueando algunos minimercados y estaciones de servicio.
Como suele suceder siempre estamos envueltos en la vieja calesita de “¿Primero el huevo o la gallina?”.
Datos que van y vienen sobre cómo comenzaron los incidentes nos alejan de un análisis sobre la goleada sufrida por los aurinegros, pero sobretodo nos impiden entender cómo se llegó a tanta violencia. Según mi criterio, lo peor y más condenable en términos deportivos fue lo vivido por el plantel de Peñarol para llegar al estadio de Botafogo. Llegaron tarde por un callejón angosto entre miles de brasileros, habían visto durante todo el día como el clima iba caldeándose en vivo y en directo en todas las cadenas televisivas del mundo fogoneados por videos en todas las redes sociales.
Esto me lleva a algunos episodios que seguramente recordarán. En primer lugar, la final de la Libertadores de 2018 entre River y Boca en el Monumental. No había hinchada visitante, fruto de un beneficio al que solamente pueden acceder los argentinos. Pero cuando el ómnibus de Boca llegó a la cancha millonaria fue recibido por agresiones increíbles que rompieron ventanas del ómnibus y cabezas de jugadores. Para completar ya dentro de los vestuarios los gases lacrimógenos hicieron el resto y el partido se suspendió.
Ya se había jugado el partido de ida en La Bombonera sin incidentes. River debió perder el partido por ser incapaz de garantizarle la llegada del rival. Pero nada de eso sucedió. El partido se suspendió y se jugó en Madrid en medio de una promoción y glamour estilo Champions generándole a ambos clubes y a la Conmebol fortunas inesperadas con un estadio lleno de argentinos de ambos clubes sin necesidad de prohibiciones. Lo insólito es que el club cuyos hinchas agredieron terminó quedándose con la copa.
A un club uruguayo lo excomulgaban. Pero no, A River le dieron la copa en Madrid. Además de una montaña de dinero adicional. Muy loco todo. Poco serio.
En plena pandemia en 2021 debían jugar Brasil y Argentina en San Pablo por las eliminatorias. A los 5 minutos de juego policías sanitarios armados entraron para frenar el partido y llevarse detenidos a 4 futbolistas argentinos. El delito era que esos jugadores militaban en clubes ingleses y la ley brasileña en pandemia impedía ingresar personas que en los anteriores 14 días hubiesen pasado por Inglaterra.
Los argentinos llegaron desde Buenos Aires en chárter. El funcionario de AFA en el formulario grupal puso que ninguno había estado en tierra inglesa o británica en las últimas dos semanas. Se sospecha que fue coordinado con la Confederación Brasileña, Conmebol y FIFA. Todos hicieron la “vista gorda” para permitir que se jugara el partido ya que la misma ley permitía a los brasileños que militaban en la Premier a jugar sin problemas.
O sea que era una ley que claramente, de no haber acuerdo de partes, justificaba el cambio de sede para otro país. Pero no, se mantuvo la sede, se interrumpió el partido y la Policía que tenía los datos precisos desde que llegaron 24 horas antes esperaron el comienzo del juego para hacer su show televisado.
Fue un papelón, que culminó con que nadie perdió los puntos y el partido jamás se jugó, alargándole a ambos sus largas rachas invictas. Insólito. De haber sucedido en Uruguay las consecuencias hubiesen sido tremendas. Pero no…
Un tercer ejemplo más cercano fue que River jugó ante Colo Colo hace un mes sin hinchadas visitantes en Buenos Aires y Santiago con la anuencia de todos. Todo pautado, coordinado y sin sanciones. A Peñarol le habían obligado a recibir a los rosarinos después del escándalo del partido de primera fase. Es evidente que hay reglas duras para algunos y laxas para otros.
Dicen que se vendieron 1600 entradas de las 4 mil disponibles en Brasil y luego del 5 a 0 pero luego de los desmanes considero que serían pocos los que se animarían a venir. Es que es mejor perder la entrada y pagar una multa para cambiar el pasaje para la final de Buenos Aires dentro de un mes que correr el riesgo de perder la vida.
El partido se hizo poco atractivo para los visitantes brasileños y a su vez muy apetitoso para las turbas sedientas de venganza. Parece razonable la preocupación estatal por evitar lo que han investigado que podría ser una cacería con consecuencias graves. Igual hay que decir que Peñarol está a una bengala de ese mismo castigo.
Cuando todos creímos que la prohibición de asistencia extranjera al estadio aurinegro estaba consensuada con Peñarol, AUF y Conmebol, apareció la presión a Domínguez desde Brasil. Y ganaron los brasileros. Si Peñarol no abre sus puertas, aunque haya vidas en peligro, deberá endeudarse y perder sus derechos de jugar de local con recaudaciones jugosas.
La Conmebol quedó atrapada por la presión de los mismos brasileños que no supieron darles garantías a los uruguayos que fueron a Río. Ni siquiera consiguieron que Peñarol llegara en hora y el partido vio postergado su inicio. Pero nada de eso inmutó a los mandamases de Asunción, que viven en un mundo repleto de impunidad con medidas ridículas. Peñarol perdió su localía, el Ministerio aceptó el cambio al Centenario y ahora esperemos que no pase nada. No es sencillo que no pase nada. Ojalá me equivoqué.
Mientras tanto, falta voluntad política para que los 10 presidentes de las federaciones o al menos 9 sin Brasil, en uno de los congresos de Conmebol, en diciembre, en Asunción, con 45 grados, se animen a denunciar lo que sucede cuando viajan.
El martes pasado fueron agredidos en Belo Horizonte los hinchas de River previo al partido con Atlético Mineiro. El miércoles sucedió lo mismo en la misma ciudad con los hinchas de Lanús ante Cruzeiro. El jueves los hinchas de Racing fueron agredidos en Sao Paulo ante Corinthians. Siempre con la Policía jugando el papel de brazo armado de los torcedores locales. Lo de Peñarol el miércoles ya fue comentado.
Lo había sufrido Boca en la final del año pasado ante Fluminense, Peñarol ante Flamengo hace 5 años o Argentina contra Brasil en la última eliminatoria cuando el Dibu subió a la tribuna a defender a su familia. Por supuesto que no recibió ninguna suspensión parecida a la de los uruguayos en la Copa América de USA. Mientras escribo veo los vidrios rotos del ómnibus de Atlético Mineiro en Buenos Aires. Caos total.
El mundo del fútbol del siglo XXI es y será una porquería, ya lo sé, en donde la justicia no existe, la violencia gana y la recaudación sirve para autopagarse viajes en primera clase, hoteles 7 estrellas y ríos de whisky y champaña para los dirigentes elegidos a dedo que cobran viáticos y sueldos pornográficos a cambio de no quejarse y votar reelecciones eternas.
A nadie parece importarle. Siga el baile, siga el baile…
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