En el fútbol como en la vida todo tiene dos bibliotecas y con resultados a la vista es común que adaptemos la nueva realidad a la biblioteca que de alguna manera inspira esa situación. Las estadísticas recientes marcaban la vieja contraposición de viejos dichos que tienen dos versiones. “No hay dos sin tres” o “la tercera es la vencida” estuvieron sobre la mesa cuando se confirmó que Brasil sería el rival para el cuarto partido de la selección en esta Copa América.
La mala memoria de los aficionados provoca que con el paso del tiempo se recuerde solamente el resultado final y muy pocos sean los que reparen en las formas, en el cómo. No está ni bien ni mal, es una realidad que contradice a los mismos que aseguran estar muy interesados en los métodos que se aplican para conseguir los objetivos. Es decir, más de una vez me encontré con hinchas que me han dicho que prefieren perder jugando bien que ganar de casualidad. Por supuesto rechazo esa afirmación, pero no por gustos personales, sino porque, además, con el paso del tiempo, a veces pequeño, lo único que los mismos sibaritas recuerdan son los resultados y listo.
Pero volviendo al tema, dos eran los datos que marcaban la agenda antes del partido en Las Vegas. Por un lado, Uruguay venía de ser eliminado en las dos últimas copas en cuartos de final por penales. En 2019 ante Perú, la recordada noche de los tres goles anulados a Cavani, y luego ante Colombia en 2021, en la noche del bailecito de Jerry Mina que luego se quedaría sin mundial como castigo final que le valió el reproche de Messi en la semifinal ante Argentina. Ambas eliminaciones consecutivas, por penales reitero, fueron en Brasil.
Por otro lado, con nuestro clásico rival del norte nos enfrentamos por última vez en Copa América en 2004 y 2007. Ambos partidos fueron en semifinales, nada menos. Los dos los ganó Brasil por penales. En el primero dirigía Fossati y en el segundo ya había retornado Tabárez.
Entonces, antes ambas situaciones, la de las dos últimas copas y las de las dos semifinales con Brasil la pregunta se hacía sola. ¿No hay dos sin tres? o ¿la tercera es la vencida? Y por fortuna y capacidad se dio la segunda opción. La Celeste se vengó por penales de aquellas dos derrotas ante los brasileños y también cambió la pisada tras las eliminaciones ante peruanos y colombianos.
El partido fue parejo. Brasil no tenía a Vinicius, mientras que Uruguay perdía en la primera mitad a Ronald Araújo. El dominio se iba alternando y las faltas reiteradas ante un árbitro argentino permisivo se fueron sucediendo. No fue bueno el encuentro. Ninguno de los dos tenía a su frente a un flojo rival que le permitiese florearse. Dos planteles de primera línea mundial, vestidos con dos casacas con enorme historia, desarrollaron un pleito de ancestral rivalidad en el marco de un ida y vuelta con más faltas que jugadas de gol. Uruguay tuvo algunas, en especial un frustrado cabezazo de Darwin y un remate furibundo de Valverde. Brasil, por su parte, tuvo al menos tres en donde Rochet comenzó a erigirse en la figura del espectáculo.
Tal cual lo dijo Bielsa en sus primeras conferencias de prensa de esta copa, a veces debe calificarse como mejor un resultado anodino de 0 a 0 ante una potencia que una goleada ante un rival bisoño. No era razonable esperar claros dominio de uno u otro. Son parejos. En las eliminatorias nos quedamos con la sensación de haberle ganado con holgura, y fue cierto, el trámite de aquel partido en el Centenario fue de apenas un 32% del balón, pero con una letal eficacia que determinó que los únicos dos remates celestes al arco fuesen gol. Por el lado brasileño sufrieron la presión constante de un equipo que lo maniató hasta minimizarlo de tal manera que no pudo rematar ni una sola vez.
Pero esta historia fue diferente. Un minuto antes de la expulsión de Nández miré una aplicación que va marcando las estadísticas del partido minuto a minuto. Mi percepción era de enorme paridad y el número que pude leer en mi celular fue que estaban 50 y 50 en la posesión del balón. Nuestro olfato funcionaba. Pero llegó la roja que todo cambió. Nández fue bien expulsado. ¿Fue justo? Si lo analizamos en forma aislada fue justo. Pero si vemos que en otros partidos por situaciones similares los árbitros y sobretodo el VAR no actuaron de la misma manera entonces se me ocurre que no hubo justicia. Cuando la ley se aplica solamente para uno, la pretendida justicia pasa a ser injusta. Lo cierto es que al quedar con 10, el DT rosarino hizo lo que hubiese hecho cualquier DT uruguayo. Sacó a los dos delanteros, Pellistri y Darwin, para poner dos mediocampistas y apostar a los penales. Nos esperaban 20 minutos dramáticos. Faltaban 15 minutos más los 5 de descuentos. La decisión del ingreso de Giorgian y Bentancur fue muy inteligente. Ambos son jugadores de enorme talento y solamente una superpoblación inusitada de cracks en el mediocampo celeste los puede tener en el banco de suplentes. Sus ingresos tuvieron como objeto mantener la pelota en momentos críticos. Claramente se resignó cualquier chance de ir por el gol o la victoria. Uruguay no piso más el área rival y finalmente la posesión ineficiente de los brasileños hizo que la estadística final fuese de 60 a 40 en la tenencia del balón, pero es engañoso. Los 70 minutos del partido 11 contra 11 fueron otra cosa, y aún en esos 20 finales al menos el empate parecía asegurado.
La tanda de penales fue una salida riesgosa ya que los brasileños por lo general gozan de mejores resultados en esa materia. Pero ya de pique el gol de Valverde y la atajada de Rochet a Militao condicionó todo. Uruguay ganó 4 a 2 en los penales y el festejo fue total.
Un futbolista brasileño antes del partido tuvo la infeliz idea de motivar a los uruguayos. Un error que solamente alguien sin experiencia podría cometer. Dijo que los uruguayos preferirían tener el plantel sensacional que tiene Brasil en lugar del que tenemos o directamente jugar en Brasil.
Un video de AUF previo al partido fogoneó la reacción y luego del partido Luis Suárez le respondió recordando a todos que quien había dicho eso había sido suplente de De Arrascaeta en Flamengo y destacó que el uruguayo viene siendo hace años el mejor 10 de Brasil.
Lucho fue demoledor como la definición por penales que determinó una clasificación con tintes heroicos por haber tenido que jugar con 10 y porque se logró habiendo perdido a Ronald y Nahitan, que son baluartes de la garra, calidad y coraje de este grupo.
Según el estadígrafo español conocido como Mister Chip, fueron 40 faltas, 25 celestes y 15 verdeamarelas. Calificó al partido de terrorífico. Así lo vieron en el mundo desde la neutralidad. En Uruguay los bielsistas ortodoxos vieron un Uruguay que “al fin ataca sin cesar y sin miedo” mientras que los uruguayos orgullosos de los métodos que nos dieron tanta gloria vimos un triunfo a la uruguaya. Así como el gol de cabeza ante Estados Unidos fue de pelota quieta, el terminar con 10 por una roja inevitable y sin delanteros en la cancha dejó a Bielsa cada vez más cerca de la ciudadanía uruguaya.
Lo dijo el DT en la conferencia pospartido cuando destacó toda la uruguayez expuesta en la cancha por un equipo que estuvo lejos de poder arrollar a su rival. Es que no es lo mismo Panamá, Bolivia que Brasil, aunque no esté en su mejor momento.
En momento de escribir estas líneas faltan unas horas para la semifinal ante Colombia. El equipo cafetero viene siendo el más elogiado de esta copa. No me asustan los cinco goles a Panamá, pero si merece respeto la racha récord de 27 partidos sin perder.
El riesgo de que esta página sea leída ya sabiendo el resultado me inhibe de más consideraciones. Faltan dos partidos para la 16, pero será esta noche en Charlotte uno de ellos y me reservaré otros comentarios para la semana que viene, cuando ya estemos de retorno a nuestro país luego de un mes. Ojalá la próxima página sea de festejo. Ojalá.
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