La violencia se soluciona con otras acciones, más concretas, con intervención de autoridades policiales, jueces, fiscales y legisladores dictando leyes acordes y no matando lo más divertido del fútbol que es la rivalidad.
El clásico ganado por Nacional con autoridad dejó algunas conclusiones interesantes. Entre otras el creciente rendimiento de Luis Suárez que se reconfirmó el último fin de semana ante Plaza Colonia. El operativo de seguridad falló en algunos aspectos y también generó polémica.
Es cierto que no hubo heridos ni muertos (me da vergüenza mientras lo escribo), pero parece inaceptable la impotencia que generaron varios hechos.
Por ejemplo, fueron depredados 16 ómnibus por sus propios ocupantes. Fueron asignadas 50 unidades para un trayecto de siete minutos y 16 de ellos quedaron vandalizados desde adentro por los propios hinchas de Peñarol. Confieso que en una primera instancia entendí que fueron emboscados por rivales y apedreados. Pero no, los que iban adentro, plenamente controlados al subir e identificados, destruyeron sus vehículos impunemente. Luego entraron al Gran Parque Central a la tribuna donde deberían estar seis horas y a los pocos minutos destruyeron los baños, provocando que el local debiese cortar el agua.
En las últimas horas esto se agrava con la información recibida por el fiscal Romano de que en varias unidades subieron hinchas de Peñarol en el camino, que lógicamente no habían sido controlados, no tenían entrada, probablemente estaban en la lista negra y, ya dentro del convoy supuestamente chequeado, habrían ingresado a la tribuna. A esto hay que agregar temas menores, pero prohibidos, como la famosa gallina, un inadaptado con gestos obscenos largo rato sobre el alambrado y una bandera que estuvo más de 15 minutos exhibida aludiendo a un asesinato cometido hace un tiempo, burlándose del asesinado. Del otro lado un grupo que entró con extintores para generar humo, una veintena de hinchas que treparon y atravesaron tres tribunas para tirar piedras y retornar como si nada. Además, nadie sabe aún cómo ingresaron personas a la tribuna visitante a llenar de grasa los paravalanchas y alambrados. Una bolsa con maíz dio en la cabeza del arquero aurinegro, etc. En fin, demasiadas cosas pasaron que eclipsaron la parte deportiva.
Pero, cuando todo parecía calmarse, comenzó a comentarse el intercambio de camisetas entre Gargano y Suárez. Creo que es un hecho simbólico que merece reflexionar sobre él.
Voy por orden.
1) Alguien con buena intención convenció a ambos futbolistas para encontrarse y sacarse una foto, cada uno con sus propias camisetas, abrazados en señal de amistad y de paz.
2) A los 45 minutos, Laborda abre el score para Nacional. Dos minutos después, antes de entrar en el túnel, intercambiaron camisetas.
3) Lógicamente, al hacerse público el hecho, comenzaron los comentarios sobre la conveniencia o no.
4) El presidente de Peñarol declara que el tema se trató en directiva y no le gustó a nadie. Un directivo de la oposición agrega que molestó por unanimidad.
5) Luis Suárez sale públicamente a explicar que fue idea suya, que se la pidió a Gargano y que fueron milésimas de segundos para tomar la decisión. Además asegura haberlo hecho en Holanda, Inglaterra y España en clásicos.
Voy a comentar cada punto.
1) NOTABLE E INOBJETABLE la foto previa. Aunque a juzgar por los resultados, son gestos que no dan resultado ya que no conmueven a los que van con otras intenciones.
2) CONCUERDO con quienes entienden que Gargano debió cuidarse y ante un gol del rival en la hora, no debió exponerse. Esto sin siquiera sugerir que alguno de los dos haya actuado de mala fe. Para Suárez en este caso era más sencillo, aunque seguramente muchos hinchas de Nacional tampoco estén de acuerdo. Pero cuando se gana todo es más leve.
3) GRIETA. El fútbol es tan popular que todos opinan. Y ahí está el tema. No es lo mismo el hincha, el socio, el que paga la entrada y no falta nunca que el simpatizante, el que se entera de los hechos después o que participa solamente cada cuatro años en mundiales. Son dos tipos de público y dos tipos de sensibilidades. Los futbolistas se deben al primer grupo y no al segundo. Cambiar camiseta ante el rival de siempre públicamente no se acepta y mucho menos si se pierde.
4) RUGLIO. Los directivos de Peñarol juegan sin crédito porque están quedando mal parados ante los resultados de este año, pero en este caso reflejan el sentir de quienes los votaron para estar en esos cargos.
5) SUÁREZ. Los casos sobre los que comentó habría que ver si fueron en derrotas y en la cancha delante del público. De todas maneras hay distintas costumbres. En Holanda no se vive el fútbol como en Uruguay, por ejemplo. Y el juego sicológico con los rivales siempre vale.
Justamente algo de todo esto llevó a la caída del Maestro Tabárez después de 16 años. En el microclima del fútbol, que es lo que cuenta, no se acepta el cambio de camisetas ante rivales clásicos y menos en derrotas. Mientras Brasil y Argentina nos goleaban impiadosamente, nuestros futbolistas los ayudaban a levantarse, cambiaban camisetas y sacaban a relucir sus amistades. Todo bien. Pero no debemos instalar que no hacerlo puede generar violencia. Las risas de Neymar charlando con Messi después de perder la Copa América en Maracaná no fueron digeridas, con razón, en Brasil. En Uruguay está lleno de anécdotas que reafirman que esos juegos sicológicos han influido y siguen siendo utilizados hoy en día. No es cierto que el mundo cambió en ese tema. ¿Alguien cree que el colombiano Yerry Mina cambió camiseta con Messi? ¿Acaso Messi cambió camiseta con los chilenos que le ganaron dos finales en copas? ¿Recuerdan al arquero argentino insultando a los colombianos que le iban a patear penales? ¿Recuerdan al mismo Messi “sacado”? No me digan que el mundo cambió. Esto fue RECIÉN y lo hacen los que salieron campeones.
Los futbolistas, en especial los de élite, ganan muy bien. ¿Saben por qué? Porque la gente se cree la película, el show, la rivalidad, la “bronca”. Los que rompieron ómnibus y baños los rompieron con o sin foto, con o sin cambio de camisetas. Pero si queremos seguir cobrando entradas, vendiendo derechos de TV, teniendo hinchadas fieles que viajan por el mundo alentando, etc., deberíamos mantener viva la ilusión de que esa rivalidad existe.
El día que todos sean tan amigos, que no gritemos los goles para no molestar al dolido rival, que no podamos festejar una Copa porque lo que importa es competir y el rival está sufriendo, ese día deberán los futbolistas dedicarse a otra cosa y jugar al futbol por hobby. Pero mientras la competencia, la rivalidad, las ganas de ganar, de festejar y de ver la cara del rival derrotado siga siendo clave, podrán convertirse en deportistas muy bien pagos sin que nadie les pregunte siquiera si son hinchas del club que los contrató.
Esta columna llegará seguramente a mucha gente que no gusta del fútbol, que no concurre, que no lo sigue o que, si lo sigue, lo hace como aficionado pasivo y distante. Esa gente no me entenderá.
Creo que la violencia se soluciona con otras acciones, más concretas, con intervención de autoridades policiales, jueces, fiscales y legisladores dictando leyes acordes y no matando lo más divertido del fútbol que es la rivalidad.
Al Mundial voy a ir con ganas de que Uruguay les gane a todos sin compasión, quiero gritarle los goles a los que en algún momento me han hecho llorar de dolor, y no quiero que nuestros vencidos de siempre tengan revancha. Voy con sed de gloria. Diego Alonso también y estoy seguro que una de las cosas que les pedirá es que no se saquen selfies con rivales, no les muestren afecto previo, les hagan creer que si eran amigos, esa amistad se rompió. Al menos hasta el minuto 90.
Un viejo exfutbolista y periodista, Dalton Rosas Riolfo me enseñó que “si de visitante el público rival te aplaude es porque te hicieron cinco”. Quiero irme abucheado, que me silben, como contra Ghana en 2010 o Argentina 2011. Quiero seguir jugando como siempre se jugó. Con cara de pocos amigos. Sino este pequeño país no va a poder nunca más codearse con las potencias como lo sigue haciendo en selecciones, y también en juveniles.
Que opinen todos todo lo que quieran, pero que nos dejen disfrutar de este juego a los que lo amamos y no nos achaquen los hechos violentos que nada tienen que ver con lo que vengo explicando sino con luchas por venta de drogas, vendettas, sicarios y otros temas.
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