La semana pasada había prometido meterme en un análisis de lo que me dejó esta Copa América en general y la participación uruguaya en particular.
Antes del comienzo, mucho antes, desde que salió el fixture manipulado para que Argentina y Brasil no se enfrentaran antes de una posible final, supimos varias cosas que se fueron confirmando. En primer lugar, Argentina no tendría rivales a la vista y salvo el débil equipo mexicano que quedó rápidamente fuera, nadie podría impedirle llegar a una nueva final. No tendrían Chile, Perú, Venezuela, Ecuador ni Canadá, a quién enfrentó dos veces, la altura deportiva como para complicar a los campeones del mundo. Y así fue.
Habíamos observado que salir primeros o segundos en el grupo daba igual porque deberíamos enfrentarnos en cuartos y semifinal al primero y segundo del grupo de Brasil. Eso marcaba que una serie fácil contra Panamá, Bolivia y EE. UU. tendría como única incógnita saber contra quién jugaríamos primero. Nada cambiaba el orden ya que el único objetivo era ser campeones o al menos jugar la final. O sea que tarde o temprano enfrentaríamos a los dos y así fue. No dependía de nosotros porque muchos pensaron que había que salir primeros para evitar a Brasil en cuartos de final, pero como ellos salieron segundos no los pudimos eludir.
O sea, estaba visto que Argentina llegaría a la final sin despeinarse, fruto de su buen nivel, algún fallo arbitral favorable y viajes cortos alrededor de la casa de Messi en Miami siendo el único que jamás cruzó al Oeste. Con alguna ilusión óptica de un partido duro con Ecuador en el llano que se definió por penales y algunos minutos buenos de Canadá. Argentina no jugó contra nadie y fue el único de los semifinalistas que no debió enfrentar a un top 20 del ranking FIFA en sus primeros cuatro partidos, y el quinto fue… Canadá de nuevo.
Por otro lado, Uruguay, Colombia y Brasil deberían y debieron enfrentarse entre ellos dos veces para definir un finalista. Todo tal como estaba previsto.
Colombia jugó en el grupo con Brasil en un partido que no era decisivo salvo para ordenarlos en el 1 y 2 de la tabla, y terminaron 1 a 1. Luego, mientras los colombianos jugaron ante el débil Panamá, o sea que mientras descansaron ganando 5 a 0, uruguayos y brasileros jugaron un clásico a muerte, definido por penales con bajas por lesiones y suspensiones en ambos bandos.
Además, Uruguay debió jugar contra Colombia en el quinto partido al que llegó fundido físicamente, aunque quedó la sensación de que debió al menos empatarlo. Por su parte, Colombia llegó también al límite para la final con Argentina, que terminó jugando un solo partido serio para ser campeón.
El mérito argentino de no tener rivales en su camino es porque tiene un gran nivel, es cierto, pero porque sus dirigentes tienen la “vaca atada” y consiguen las mejores sedes, los viajes más cortos, los arbitrajes más amigables y los rivales más débiles hasta el último día, en donde ganaron apenitas pero con justicia.
Con respecto a Uruguay en esta copa, fuimos de más a menos, todo lo contario a lo que se precisa para ser campeón. En los seis partidos Uruguay conquistó 11 goles, todos contra Panamá, Bolivia, EE. UU. y Canadá. Contra los dos únicos rivales serios empatamos 0 a 0 con Brasil y perdimos 1 a 0 con Colombia. Sabor a poco.
El solitario gol que nos dio la victoria ante EE. UU. fue fruto de una pelota quieta, centro de De la Cruz y cabezazo de un zaguero como Olivera. Un tipo de gol que nos acompaña desde el fondo de nuestra historia. Sabor a poco.
El ganarle a Panamá y Bolivia apabullándolos no tenía mucho sentido si se sabía que había que jugar cada cuatro días con temperaturas que jamás bajaron los 35 grados. Incluso el partido en Las Vegas con 50 grados se jugó con aire acondicionado, pero fue precedido por tres días de entrenamiento nocturno a 45 grados al aire libre. En las prácticas no había refrigeración, claramente. Eso desgastaba.
Ante Panamá y Bolivia, a pesar del calor, los cambios se hicieron a partir de los 83 minutos. Sin lógica ni necesidad. Pero Bielsa experimentaba para ver cuánto pueden resistir tanto acelere. Ante EE. UU. jugaron todos los titulares mientras los demás descansaban, lo que no tenía sentido ya que daba lo mismo jugar con Brasil o Colombia antes o después. A la larga y a la corta había que enfrentar a los dos. Pero Bielsa seguía tirando de la cuerdita, experimentando el límite del esfuerzo humano.
Las luchas ante Brasil y Colombia demostraron que no éramos menos, pero que no nos sobraba nada.
Lesiones, suspensiones e incluso doble amarilla que afectaría en una posible final se sumaron al ritmo endemoniado en partidos ante “nadie”, demostrando que no parece haber sido una buena elección.
Ricardo Bochini, Sergio Markarian, Hugo de León y futbolistas como Maxi Araújo comentaron públicamente que el equipo llegó fundido a los partidos más importantes. No se trata de responsabilizar al preparador físico ni a los propios futbolistas. El problema fue el intento de jugar a un ritmo 100% todo el tiempo sin importar ni el resultado parcial, ni el nivel de rival ni la tabla de posiciones.
Marcelo Bielsa reconoció que debió poner más minutos a Suárez. En una confesión inusual en el entendido de que Lucho debía entrar, pero no por Darwin sino para jugar juntos. A Bochini aún le reprocha que nunca quiso poner juntos a Batitusta y Crespo. Esto sumado a no llevar a Riquelme al Mundial 2002, cuando era el líder de un Boca campeón mundial y estaba en su mejor momento lo que muestra que los caprichos de Bielsa no deberían llamar la atención. En esa copa, como se sabe, Argentina llegó como el número 1 del ranking FIFA y quedó eliminado en primera fase en uno de los papelones más grandes de la historia de nuestros hermanos-vecinos.
El relacionamiento de Bielsa con los futbolistas no parece haber sido el mejor. A lo visto con Canobbio, habría que agregarle otros tres futbolistas que quisieron irse en medio de la copa hartos del maltrato. Dos de ellos fueron titulares y figuras. Lo que hizo explotar a Agustín Canobbio fue un entrenamiento en el calor del verano estadounidense en que el DT armó un partido 11 contra 11 y lo puso de alcanzapelotas. Si sale campeón todo se perdona, pero para resultados similares a los de tantas veces… Sabor a poco.
Hugo De Léon me dijo en nota en Sport 890: “Para dos o tres partidos está bien, pero un torneo largo de seis o siete partidos es insostenible para ese planteo”. Markarian en su momento había criticado a Tabárez por poner titulares ante Rusia en 2018 cuando se le ganó ya clasificados al local 3 a 0, pero se impidió un descanso que sería clave para luego enfrentar con victoria a Portugal y derrota ante Francia. La lesión de Cavani ante Portugal luego de marcar dos goles tal vez pudo ser evitada. En esta copa la lesión de Ronald, el bajón físico pronunciado de todo el equipo a medida que avanzaba, la roja a Nández fruto de un aceleramiento para el cual Nahitan no precisa demasiada manija, abonan la tesis de que no se dosificaron fuerzas.
A Marcelo Bielsa le dicen “Loco”. Así se caricaturiza muchas veces a los científicos que desde los comics hasta las fotos de Albert Einstein llevan a pensar en que solamente alguien muy audaz y especial podría llegar a descubrimientos impensados. El tema es que en el fútbol no parece poder aplicarse experimentos que el propio Bielsa sabe que le han fallado reiteradamente en su carrera.
Es un gran DT, pero sufre de actitudes deportivas similares a la de muchos de sus pares, haciendo cambios tardíos, o no percibir que sus ideas son difíciles de aplicar por seres humanos por más entrenados que estén.
Cuando Bielsa tuvo 48 horas logró resultados excelentes en las dobles fechas FIFA. Cuando su colaborador chileno Reyes o él mismo tuvieron un mes para trabajar como en el Panamericano, el Preolímpico y ahora la Copa América todos se quedaron sin nafta y no lograron el objetivo. En los dos primeros ejemplos el fracaso fue estrepitoso porque ni siquiera pudimos pasar a las segundas rondas de estos torneos. Al menos ahora en EE. UU. nos quedó la sensación que llegando a la final a los argentinos se les podía ganar. Una pelota en el poste ante remate de Suárez en el partido con Colombia separó a los celestes de la posibilidad de jugar la final por la 16.
Solamente dos partidos fueron buenos, ante Panamá y Bolivia, fue discreto ante EE. UU., épico ante Brasil con aquellos 20 minutos con 10 sin delanteros pidiendo la hora para ir a penales, y tras un flojo primer tiempo contra Colombia, se desperdició la posibilidad de ganarles contra 10 jugadores durante casi una hora donde aguantaron con nuestra propia medicina. El partido contra Canadá tampoco fue bueno y solamente sirvió para poder vivar a Suárez como él merece.
Cuál científico algo loco, Marcelo Bielsa malogró la chance de pelear la copa 16 repitiendo errores que le persiguen desde hace más de dos décadas, privándole de ganar torneos, pero con un carisma que le reporta miles de seguidores que le perdonan hasta los exabruptos permanentes. Toda una locura.
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