Somos un fútbol lleno de hipersensibles, poca paciencia y mucho desconocimiento.
En el fútbol convivimos distintas generaciones. Con esas generaciones también conviven sensibilidades diferentes.
Por un lado, están los “centennials” que serían los nacidos entre 1995 y 2010, en plena era digital. Hoy tienen entre 13 y 29 años. Claramente su visión del fútbol es íntegramente lo que pueda haber sucedido en el siglo XXI.
Por otro lado, están los llamados “millenials” que nacieron entre 1980 y 1994. Estos no recuerdan haber visto a Nacional y Peñarol ganar copas internacionales, cuyo canto del cisne fue en los 80. Por lo tanto, difícilmente alguno de ellos haya podido vivirlo con plena conciencia, ni esté capacitado para analizar lo sucedido, ya sea la forma, la importancia ni nada. Hoy tienen entre 30 y 45 años y vivieron con intensidad el llamado “proceso” Tabárez con la Copa América número 15 y buenos mundiales en Sudáfrica, Brasil y Rusia.
Después viene la franja etaria de 45 a 60 años que pudo ver los gloriosos años 80 pero también vivieron un mundo que cambió, y cómo las diferencias económicas insalvables nos sacaron del radar de los campeones internacionales a partir de los años 90 y en especial en este siglo.
Los que superamos los 60 años vimos dos gloriosas décadas de nuestros grandes que fueron las que se dieron entre 1960 y 1972, y luego entre 1980 y 89. Copas Libertadores y mundiales de clubes ganados, finales jugadas, copas América y sudamericanos juveniles con vueltas olímpicas adornaron esos años como a ningún otro país.
El tema es que en Uruguay tiene una demografía más bien alta y hay muchos aún que vivieron Maracaná, y los ecos de todo lo anterior y también todo lo posterior. Son los mayores de 80 años. Para entender lo que vivieron, hay que considerar que fueron testigos de lo que significó la camiseta celeste con cuatro estrellas mundiales, hecho que recién en 1994 empató Brasil y superarían solamente los brasileños en 2002. Italia y Alemania comparten desde 2006 y 2010 el hecho de haber llegado cuatro veces a la cima del mundo. Y punto.
¿Por qué todo esto? Porque cada uno valora los resultados de ahora a su manera. Para algunos es poco, para otros es mucho, y desde allí se debate, la mayoría de las veces sin tener idea de los contextos que muchas veces ayudan a entender.
Dentro de este esquema también nuestra sociedad se divide en distintas sensibilidades.
A mí me llama la atención que quienes nacieron en una época de derechos como pocas veces se vio en la historia, sean de la misma generación de quienes, por ejemplo, han hecho del fútbol un espectáculo riesgoso en donde no se puede convivir en una misma tribuna, ni siquiera en un mismo estadio y el esfuerzo de recaudar se choca con operativos de seguridad que se llevan fortunas cuando no hay más remedio, y cuando lo hay también. (50 efectivos de seguridad privada, para un partido entre Peñarol y Plaza Colonia en el Centenario con menos de 10 mil entradas vendidas parece inviable, teniendo en cuenta que ya los gastos del espectáculo son insostenibles).
Otra curiosidad es que estos días los futbolistas difícilmente jueguen más de 6 meses o un año en un club. Eso hace que exista un momento en que las chances de hacerle un gol a un exclub sean altas. Como la generación “Z” o los “centennials” tienen el “ofensómetro” delicado y sensible, en cada fecha hay 4 o 5 goles en donde el goleador pide disculpas en lugar de festejar y se suma al triste invento del VAR para arruinar lo más lindo del show, y con ello los festejos que buscan quienes pagan la entrada.
Ya no se puede cantar “¡hijos nuestros!” cuando establece un club una notoria paternidad sobre otro porque genera violencia. ¿A quiénes genera violencia? ¡A los violentos!
Los uruguayos creemos que somos mejores que otros, en especial que nuestros vecinos. Mi visión es que imitamos lo malo y no somos mejores. Se han viralizado videos del extécnico de River, Marcelo Gallardo, mandando saludos de cumpleaños a pedido de hinchas diciendo “saludos a todos los gallinas” y hasta haciendo el movimiento de alas.
En Uruguay los hinchas de ambos grandes no aceptan el mote de “gallina” de ninguna manera. Se ofenden de tal forma que puede determinar que un medio de comunicación sancione a periodistas no deportivos por hacer alguna chanza ante presiones externas.
El mote de “manya” tiene que ver con la expresión italiana de manggiare mierd… O sea, fue un insulto durante décadas y en los últimos 30 años pasó a ser un elogio. Soy manya con orgullo, dicen.
El apodo de “bolso” tiene que ver con unos bolsillos grandes que tenía la camiseta de Nacional hace muchas décadas. Como burla se le decía “bolsilludos”, hoy soy bolso también se proclama con orgullo.
En Argentina a los de Boca le dicen “bosteros” porque al inundarse la Bombonera en épocas pretéritas, se llenaba de la bosta de campos cercanos. Ahora se usa a favor.
A San Lorenzo le dicen “cuervos” por el color de las sotanas de los curas. Hace rato no es un insulto para ellos.
A los de Estudiantes de La Plata les dicen “pincharratas” porque eran estudiantes de medicina y al inyectar ratas en sus estudios, era como menospreciar a los futuros doctores tildándolos de simples “pincharratas”. Hace décadas es canto de guerra de sus propios hinchas.
River recibió el mote de “gallina” por culpa de la final de la Libertadores de 1966 ante Peñarol en Santiago de Chile. Ganaba 2 a 0 y perdió 4 a 2. Al domingo siguiente la hinchada rival en Buenos Aires le tiró a la cancha gallinas blancas con la banda roja. Ya dijimos que hoy no es insulto y hasta el club hasta vende merchandising con gallinas.
Pero, como dije más arriba, así como los uruguayos adoptamos los apodos “manyas” y “bolsilludos”, el término de gallina no lo quiere nadie, al punto que está prohibida cualquier mención, cualquier alusión, y ni hablar si se trata de inflables. Acá supuestamente genera violencia.
En este panorama de sensibilidades a flor de piel el economista Ache hizo alusión a la fecha de nacimiento de Peñarol y al nombre de su estadio. Sin ánimo de defender sus dichos desde lo conceptual, no fue otra cosa que una entrevista que le realizó mi compañero de Buscadores y amigo Fernando Vilar para su programa en Radio Universal en donde el periodista que se sabe es “manya” y el directivo se provocaron e intercambiaron chanzas. Creo que se le dio excesiva importancia a sus dichos. Fueron hechas en un contexto que toda la vida fue la esencia del fútbol. No hubo ofensa.
El tema es que ahora, cuando la mayoría de los que concurren al fútbol y manejan redes sociales son “millenials” y “centennialls”, resulta que es mal visto. Justo por aquellos que generan (al menos los que tienen su edad) un clima irrespirable en las tribunas como jamás se vivió.
Discrepo en muchos temas del fútbol con Eduardo Ache, pero en este creo que el presidente de Peñarol Ruglio fue el que mejor lo entendió y lo usó para contratacar con las mismas armas al referir a Copas o clásicos ganados.
Bajemos la pelota, volvamos a las “gastadas” y recuperemos las tribunas para todos. Respetemos nuestra historia, no reneguemos de nuestro glorioso pasado y entendamos por qué seguimos compitiendo entre los mejores en selecciones mayores o en juveniles celestes y clubistas, pero no en la Libertadores y Sudamericana. No es tan difícil, se puede. Es solamente madurar y estudiar un poquito.
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