Mientras el Mundial sigue su marcha, la rápida salida de Uruguay nos permite reflexionar sobre los motivos de lo ocurrido.
No hay dudas de que la actuación fue un fracaso. No solamente nuestra selección era una de las siete campeonas mundiales presentes, sino que tenía un plantel que estaba en el top 10 de la cotización mundial.
Ambos datos le daban a los celestes una responsabilidad mayor a la que tenían la mayoría de los 32 países representados en esta Copa.
Estos días parecería que hay tres temas cruciales. Alguno puede parecer más importante que otro, pero son los que dominan la polémica, el debate y el análisis primario.
Lo que nadie discute es que Uruguay, afortunadamente, tiene buenos jugadores y una generación que asoma y asegura nivel para pelear grandes cosas. Por eso duele más lo sucedido. Porque no en vano, insisto, tuvimos un plantel ubicado en el top 10 del Mundial en cotización, que superaba por ejemplo a Croacia que estaba 11 o a Marruecos que estaba 17.
Entonces surgen las interrogantes. ¿Qué pasó? ¿Por qué dimos mucho menos de lo esperado? Claro está que los rivales también juegan. ¿Pero acaso los rivales que enfrentamos justifican esta desteñida actuación?
En mis programas de radio y televisión, en radio Sport 890, en canal 4, en La Hora de los Deportes o donde sea que esté, se está discutiendo sobre tres hechos.
Uno de ellos son declaraciones de gente que convivió en el mismo hotel que el de la selección uruguaya, sobre que el profesor Ortega decepcionó a quienes lo tenían como una carta importante. Nunca entendí la excesiva importancia que se dio a la presencia de un preparador físico en la selección, cuando además si hay algo que no se puede hacer es preparación física ya que la selecciones se juntan tres días antes incluso para un Mundial. Pero se le dio esa trascendencia, se dijo que es un gran motivador y se le pidió hasta al canciller Bustillo que intercediera para que Atlético Madrid lo autorizara. Esto último también me pareció un exceso. Pero se hizo porque el profe lo merecía y podía ayudar mucho. Así lo presentaron.
Sin embargo, Uruguay fracasó. Y la única crítica que se filtró parecería ser que Ortega fue a la playa con su familia o que estaba mucho con sus hijos en el hotel, cosa que no permitía en el pasado una concentración futbolera de verdad. También se lo “acusa” de haberle hablado mal a un chofer de FIFA que no le permitió subir a su familia a un traslado (seguramente Freddy Varela y otros invitados sí estaban en el bus) o que insultó fuerte a los gritos, desde lejos, a un futbolista que desperdició un tiro libre.
Todos estos hechos, algunos más reprobables que otros, no parecen tener una entidad como para justificar el fracaso. Más bien parecen una cortina de humo; intencional o no. Hasta alguno de los 74 dirigentes invitados (incluyendo varios de los mutual de futbolistas y funcionarios de la AUF) habría dicho que los métodos de Ortega en preparación física eran anticuados.
Este último argumento da vergüenza ajena. Unos de los clubes más importantes del mundo lo tiene como el preparador físico mejor remunerado del planeta, acompañando a un grande de la dirección técnica como el argentino Simeone. El club no quería cederlo, el canciller intercedió, y resulta que nadie sabía que sus métodos eran anticuados. Como chiste es gracioso porque es cortito, diría mi amigo Miguel Nogueira.
El otro tema que se discute es si podemos quejarnos de fallos que nos perjudicaron ya que con lo mal que jugamos deberíamos “embromarnos”. Como que no merecíamos ganar, aunque para ello hubiese sido necesario cobrarnos mal un penal en contra y no cobrar a favor tres penales escandalosos. “Si jugás a defenderte, si jugás mal, si no ponés a los que yo creo deben jugar, no te quejés, merecemos ser despojados”.
Obviamente que no lo comparto. ¿Jugamos mal? Sí. ¿Debimos arriesgar más ante Corea y en otros momentos? Sí. Pero si empatamos en puntos y diferencia de goles con Corea y por eso quedamos eliminados, NO ES JUSTO que fallos erróneos reconocidos por quienes conocen las reglas nos hayan perjudicado.
Uno solo de los penales –el de Josema mal cobrado en contra ante Portugal, o los de Pellistri, Darwin y Cavani a favor ante Ghana– nos ponía en segunda fase. No me importa si el rival era Brasil. Como desde hace cinco Mundiales y varias copas, América no siempre consigue Brasil consumar su favoritismo. Por lo tanto, con jueces que se equivocaran como declararon Castrilli, Colina y tantos especialistas que no son uruguayos, faltó un gol para clasificar. En épocas de VAR, cuatro errores es mucho y con solo uno corregido alcanzaba.
El tercer tema es el de la continuidad de Diego Alonso. Su contrato terminó. Es un muy buen técnico. Tiene derecho a equivocarse. No decimos nosotros que se equivocó o al menos no me siento capacitado para juzgar su trabajo en ese sentido. Juzgo sí su resultado. Sí fracasó en su objetivo con un plantel superior a la ubicación obtenida, es claro que se equivocó él, además de algunos futbolistas y los árbitros.
A pesar de ello entiendo tiene credenciales para continuar y armar un proceso de tres años y medio para 2026. De los errores se aprende. La ida de una generación muy querida pero pasada de años, falta de fútbol y de estado físico va a jugar en su favor. Puede hacer una gran campaña.
La AUF le propuso antes del Mundial un contrato de continuidad. Pero no lo quiso. ¿Por qué? No se sabe a ciencia cierta. Algunos dicen que no se siente cómodo dirigiendo selecciones. Su temperamento y su forma obsesiva de sentir el fútbol lo hace sentirse mejor con trabajo en clubes en donde tiene todas las semanas entrenamientos y partidos.
Otra teoría a su reticencia a confirmar de inmediato su continuidad podría ser una razonable especulación contractual de futuro. Un técnico mundialista, que ya ganó dos Concachampions con diferentes equipos mexicanos, puede ser codiciado por equipos millonarios de todo el mundo. Cualquier equipo del Golfo, de México o europeo, propiedad de un millonario árabe, puede ofrecer cifras impensadas y difíciles de rechazar.
Por su forma de ser si firma con la selección por tres años y medio, Alonso no podría rescindir aún si estuviese previsto en el contrato. O lo toma o no. Además su sueño sería dirigir en Europa.
Veremos qué pasa. ¿Es la única opción posible? Por supuesto que no. Guillermo Almada por ejemplo aparece en el horizonte como una buena opción y no hay que olvidar a Diego Aguirre y el “Cacique” Medina. Sigo sin entender qué delito cometió Fabián Coito para no ser jamás ni mencionado.
En definitiva, mientras en Catar se define la Copa, en Uruguay nos enfrascamos en discusiones que por ahora no presentan pistas de que haya habido una verdadera autocrítica.
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