El pasado 28 de octubre se largó la vigesimocuarta edición de la regata Mini Transat, de la que participó el navegante uruguayo Federico Waksman, quien en trece días cruzó el océano Atlántico en soledad y consiguió la victoria más importante de su carrera y de la vela oceánica uruguaya. La Mañana dialogó con el campeón, quien compartió su experiencia y repasó sus inicios como navegante.
El uruguayo Federico Waksman se convirtió en el ganador de la vigesimocuarta edición de la Mini Transat tras quedarse con la segunda etapa entre Santa Cruz da Palma (Isla de La Palma) y Saint François (Guadalupe). Fueron trece días de navegación para el deportista de un total veinte, que es el estimado máximo de la competencia para cruzar en solitario el océano Atlántico.
La regata Mini Transat, también conocida como el “Himalaya del mar”, es una de las citas mundiales obligadas de la navegación en solitario. Los deportistas la realizan en barcos de 6,5 metros sin asistencia exterior y en dos tramos, cubriendo una distancia de 4.050 millas náuticas, equivalente a unos 6.518 kilómetros. La regata conectó Les Sables-d’Olonne (Francia) con Saint Francois (Guadalupe), con una parada intermedia en Santa Cruz de La Palma.
El ganador de esta edición dialogó con La Mañana e hizo referencia a detalles de su experiencia en la regata y la importancia de que los niños puedan aprender a navegar desde pequeños. Aseguró que no es posible participar de la transatlánticas sin antes pasar por un proceso de clasificación y preparación arduo y exigente.
“Cada edición de la competencia cuenta con noventa plazas, es decir noventa barcos que pueden ser parte, sin embargo, la organización se guarda cinco lugares más que están destinados a competidores extranjeros, y en ese pequeño cupo es que ingresé”, comentó Waksman. Para ser uno de los navegantes que participan es preciso completar cierta cantidad de millas que habiliten que el deportista sea tomado en cuenta.
Además, una parte de la clasificación implica realizar un recorrido de diez días en solitario por circuitos armados por la organización. Waksman ya lo había hecho en 2021, cuando participó de la etapa clasificatoria. Aunque la regata dura quince días, toda la clasificación lleva más de un año y se hace en el mismo barco y las mismas condiciones en las que se competirá.
En el caso de Waksman, después de una etapa inicial muy reñida, se situó en la primera posición durante gran parte de la regata y finalmente terminó en noveno lugar. El ingeniero mecánico industrial de 34 años se quedó con la victoria en la segunda etapa, y consiguió, además, aventajar a Carlos Manera (ganador de la primera) por más de cuatro horas y diecisiete minutos.
El deportista uruguayo estuvo posicionado primero en la flota durante siete días y fue el número uno de los noventa barcos en competencia en pasar por la longitud del Cabo Finisterre en Galicia. Ese logro le valió el Trophée du Musée national de la Marine, distinción que recibirá durante la entrega de premios en Guadalupe.
Waksman, que empezó a navegar en el Yacht Club Uruguayo y que continuó su formación en la Base Mini de Barcelona en colaboración con la Fundació Barcelona Capital Nàutica, fue el primer uruguayo en completar el cruce del Atlántico en una competencia en solitario, cuando en 2021 participó de la Mini Transat. En su segunda participación, acaba de conseguir la victoria más importante de su carrera y de la vela oceánica uruguaya
Paso a paso
Waksman comenzó a navegar en el Club Náutico de Montevideo a través de actividades de verano. Recuerda que hizo vela y se sintió atrapado por la disciplina. “De a poco logré tener un barco, gracias a mi padre que lo puedo pagar de a poco, y terminé compitiendo en el Yacht Club Uruguayo”, relató. Salió campeón nacional y luego siguió compitiendo en barcos un poco más grandes, pero comenzó la Facultad de Ingeniería y el estudio lo absorbió, por lo que se desvinculó algunos años de la navegación.
Cuando terminó sus estudios, se fue durante un año de mochilero, ya que siempre había viajado por competencias y tenía ganas de conocer el mundo por su cuenta. “Cuando llegué, me llamaron de Barcelona para trabajar en un barco, empezar a generar un poco de dinero y luego trabajar como ingeniero. Ahí me di cuenta de que la labor no era de marinero, sino de ingeniero en un barco enorme y eso me motivó mucho. Terminé como capitán en otros barcos y me involucré mucho con la náutica”, aseguró el deportista.
Durante aquellos años de trabajo en Barcelona un amigo suyo compró un mini transfer y Waksman lo ayudaba a prepararlo para eventos y competencias. El uruguayo se involucró mucho con ese trabajo. “Recuerdo que un día me dijo que la navegación en esa embarcación era para mí, pero es algo difícil, no hay cocina a bordo, no hay lugar para poder ir al baño, es una caja vacía, y si no estás motivado por ganar es solo ir a sufrir. Igualmente quise probar, me dio el barco y se lo fui pagando muy de a poco”, indicó.
Como era un mini transfer bastante viejo solo servía solo para comenzar con las competencias. “Conseguí otro y también lo pagué de a poco, vendí el primero antes de la regata y con ese dinero la pude realizar. Encontré la manera de participar en 2021 en la Transatlántica y me di cuenta de que era capaz de hacerlo con mejor nivel”, aseguró. Así fue como se propuso participar de la regata de 2023, de la que hoy es campeón.
Crear nuevas metas
Waksman aseguró que todas las personas que buscan llegar a una meta, una vez que la cumplan, no deben dejar que se pierda el encanto y es necesario plantearse nuevos objetivos. En su caso, su primera meta fue clasificar, como hizo en 2021. El segundo paso era mejorar el nivel, y el tercero ganar la competencia: “Creo que en algún momento me había imaginado ganarla”, reveló.
“Desde que comencé, mi pensamiento implicó entender qué me dejaría el final de competencia, más allá del resultado que se diera, porque cuando terminás algo que estabas esperando, todo es muy rápido y uno puede sentirse vacío”, explicó. Por eso el deportista se planteó compartir su logro a fin de fomentar la náutica en Uruguay. “Quiero que todos sepan que no se trata de personas que se iluminan y ganan, sino que al igual que todos fui a un club y empecé a navegar, y que quienes no tienen dinero pueden subirse un barco también, pedir para estar en cubierta, involucrarse, sin importa la edad”, aseguró.
“Capaz que la Transatlántica es un extremo de lo que hay para hacer, pero hay mucho más que esto, hay un montón de escuelas y emprendimientos en Uruguay donde las personas pueden ir o los padres llevar a sus hijos. Saber navegar desde pequeño brinda mucha independencia, que no te la da ningún otro deporte. Te quedás solo en el mar y el instructor se va, entonces debés aprender a tomar decisiones en soledad”, explicó el navegante.
Oponentes en el agua, amigos en la tierra
Waksman sostuvo que el vínculo con el resto de los deportistas de la regata “es muy fuerte”. Dijo que antes de la largada el relacionamiento es un tanto más distanciado, porque cada uno quiere montar su estrategia, preparar los papeles que irá leyendo ya que no hay internet, así como la estrategia de descanso antes de llegar. “Pero en realidad no hay distancia; al llegar, los navegantes estamos muy unidos”, señaló Waksman.
El entrevistado dijo que el agua “es dura y exigente, física y psicológicamente; se trata de un espacio en el que es necesario tomar decisiones todo el tiempo, entonces es muy fuerte, es un desgaste continuo”, expresó. Agregó que cuando las condiciones se ponen duras se suma el riesgo de romper materiales, caer al agua, lastimarse, “en este caso llegaron muchos barcos rotos debido al viento que hubo. Cuando estás en el agua y llegás a tierra, ya estás acompañado y abrazás a tus compañeros porque todos vivieron lo mismo; y sabemos lo que cada uno siente porque pasamos por iguales circunstancias”.
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