Guardias privados sin derecho a intervenir y policías esperando en el Gusano Loco sale carísimo
Hace poco más de un mes se dio un hecho insólito. Rampla Juniors en Las Piedras derrotó al local, logrando el ascenso. Hasta ahí todo dentro de lo normal, pero lo insólito fue que en pleno festejo un grupo grande de hinchas picapiedras invadieron el campo y agredieron a los futbolistas del derrotado. Luego supimos que la chispa que generó el incidente fue un piñazo efectuado por un futbolista de Juventud a un parcial de Rampla. Tampoco sabemos qué provocación desató todo o si fue solamente una reacción ante la derrota. Lo cierto es que esos desmanes se desarrollaron durante largo rato sin que nadie interviniese. Ni la seguridad privada ni la Policía actuaron de forma tal que permitiese proteger a los agredidos, calmar los ánimos o detener a los agresores. Todo en medio de un “viva la Pepa” o sálvese quien pueda.
Lo cierto es que ahora jugaban Defensor y Cerro en el Franzini. El partido estaba 5 a 0 a favor del local cuando un hincha, desde la tribuna visitante, tiró una piedra que hirió en la cabeza al asistente o línea de ese sector y el juez procedió a suspender el partido faltando ocho minutos. Tras cartón, algunos parciales de Cerro saltaron al campo para intentar robar banderas de Defensor las que fueron defendidas por sus parciales, ubicados detrás del arco que da a los autitos chocadores.
Otra vez la misma imagen: guardias de seguridad superados, haciendo gestos de calma sin atinar a más nada, y la Policía entrando cinco minutos después, lo que en estas bataholas significa llegar tardísimo. Los guardias privados no pueden actuar por ley. La Policía espera afuera, en este caso cerca del Gusano Loco del Parque Rodó, por decisión del Ministerio.
En primer lugar, quiero manifestar mi discrepancia absoluta con la forma de manejar la seguridad en los partidos del fútbol, que pretende ser profesional.
Debemos entender que, al jugarse 37 fechas entre Apertura, Intermedio y Clausura, sin contar finales, hay 296 partidos. Si a eso descontamos como mínimo dos clásicos y setenta partidos en los que juega un grande, llegamos a la conclusión de que hay 224 partidos entre equipos chicos. Uno de ellos fue Defensor vs Cerro, pero podría ser cualquiera. En el fútbol profesional uruguayos, los 224 sin excepción generan déficit que oscilan entre cinco y doce mil dólares por partido.
Así de simple, ningún partido en que no jueguen Peñarol o Nacional, o sea 224 partidos sobre 296, se salva de la situación de que el local deba pagar para abrir la cancha y hacerse cargo de ese déficit enorme. Tengamos en cuenta que es solamente siempre.
La mayor parte del déficit se la llevan el costo de árbitros, el VAR, seguridad privada y Policía. No se puede prescindir de los árbitros, lamentablemente el VAR llegó para quedarse y en lugar de generar más justicia simplemente genera más gastos y pérdidas.
Nos quedamos entonces con el operativo de seguridad. Este no depende del locatario en cuanto a cómo hacerlo y cuántos funcionarios contratar. Una comisión de seguridad que recibe además sugerencias del Ministerio del Interior se encarga de decidir cuánto debe perder cada club al ser local.
Si algo quedó claro en los últimos dos incidentes reseñados es la absoluta ineficiencia de la seguridad. La explicación es simple. La seguridad privada tiene un grave problema y es que no tiene potestades para levantarla una mano a nadie.
No se trata de reprimir. Se trata de prevenir. El 98 por ciento de la gente, si un guardia privado le indica algo, lo entiende y acata. Pero el dos por ciento restante tiene claro que no pueden tocarlos siquiera. Un guardia de seguridad no puede usar la fuerza en ningún caso, o sea en mi escaso criterio sirve de poco en este tipo de espectáculos. Al menos en los sectores en donde gobierna ese dos por ciento de revoltosos o simplemente delincuentes.
En cuanto a la seguridad estatal, o sea la que comanda el Ministerio del Interior, ha decidido hasta ahora no ingresar a las tribunas salvo orden expresa de quien comande el operativo. Eso provoca que nuevamente el dos por ciento conozca las debilidades del operativo de seguridad. Fuera del estadio es eficaz, logra que no se crucen las hinchadas, etcétera. Pero ¿qué pasa dentro de los estadios? Nada. Y ese es el problema. No pasa nada.
La seguridad privada no puede intervenir y la seguridad pública no quiere intervenir, ya que se queda afuera para que nadie pueda achacarle ninguna extralimitación. Mientras tanto los violentos mandan.
Surgen voces pidiendo pérdida de puntos, suspensión de derechos de locatarios, partidos a puertas cerradas como castigo o pérdida de categoría para el club cuyos hinchas participen de desmanes. Nada de esto dio resultados en el pasado.
Esto es eficaz en el básquetbol. En un ambiente más reducido, en donde “nos conocemos todos”, puede suceder que frustrado por una derrota o un error arbitral un hincha pierda la cabeza. Ese hincha se extralimita porque es muy hincha y cuando recupera la razón y ve las sanciones las sufre y aprende. También al ser pocos dentro de un grupo más reducido, la condena social, el repudio de sus compañeros de tribuna funciona mejor y pone en vereda a los que erren el camino. En el fútbol eso ya no existe, se nos fue todo de las manos.
En los países que tienen dominado el tema, los guardias de seguridad son más acomodadores de asientos que otra cosa y simplemente controlan que no ocupen escaleras, que no se paren en tribunas donde deben estar sentados, que no coloquen banderas que tapen al que pagó la entrada; retiran banderas con inscripciones prohibidas o colores de otro club, ordenan las filas, vigilan los baños, los lugares expendedores de bebidas y comestibles, y aunque la bebida sea cerveza la gente se comporta como lo hace cualquiera que sepa que el que rompe paga.
Acá es el mundo del revés. El club locatario paga fortunas en ambos tipos de seguridad que no sirven para nada. Solamente son exitosos y depende del día, cuando hay partidos a puertas cerradas o se juega con una sola hinchada. Es como jugar un partido sin rival, hacer goles y festejarlos.
Un hecho increíble que habla de la falta de pericia en lo que se hace, es que mientras el 99 por ciento de los problemas se dan en el fútbol masculino, las que pagan los platos rotos son las mujeres. Cuando llegan los clásicos femeninos, se juegan con una lista de apenas doscientos o 250 amigos y familiares de cada lado y aún siendo en el Estadio Centenario con capacidad para setenta mil personas, se permite el ingreso de cuatrocientas o quinientas personas en tribunas separadas y rodeadas de guardias que cobran por no hacer nada en esos casos.
Por el lado masculino, Nacional o Peñarol de local, si le dan dos mil entradas al visitante pierden trescientos mil dólares por jugar el clásico, porque deben dejar pulmones y vender diez mil entradas menos, y gastar en más de mil policías y guardias privados con la ineficiencia ya marcada dentro del escenario como sucedió en el clásico del Gran Parque Central, el día del gol de Suárez, el ingreso de la gallina y los paravalanchas engrasados.
Por si fuese poco el visitante destroza los baños e instalaciones rompibles generando que su propio club deba pagar cincuenta mil dólares para dejar todo como nuevo.
Esto es una demostración de que a esos hinchas nada les importa. Saben que su club debe pagar y lo hacen igual. Así como ingresan bengalas y entonan cánticos racistas sabiendo que en Conmebol les cobrarán cien mil dólares de multa y le impondrán todo tipo de sanciones. Nada les importa. Hasta cuelgan banderas delante de sus ojos y no pueden ver el partido.
Por lo tanto, dejo mis recomendaciones tras sesenta años yendo al fútbol:
1) La Policía debe estar en las tribunas desde antes que llegue la gente.
2) La gente debe ocupar su asiento numerado.
3) Se debe dejar libres las escaleras.
4) No es necesario dejar pulmones.
5) Se puede hacer sectores experimentales de tribuna, por ejemplo, Olímpica con público mezclado.
6) Los guardias privados deben estar observando y dirigiendo el tráfico dentro del escenario.
7) Los guardias privados deben tener equipamiento para comunicar de inmediato a los policías e indicarles quiénes son los que deben ser invitados a retirarse.
8) La Policía al retirarlos debe llevarlos a la comisaría para que un juez decida el tipo de castigo que corresponde.
9) Debe prohibirse colgar banderas que tapen a los sponsors o al público. Se sacan y el que la reclame debe ser retirado para que aprenda a no volver a hacerlo.
10) Las cámaras de reconocimiento facial deben funcionar y debe haber gente que controle, de lo contrario no sirven de nada.
11) La pérdida de puntos, derechos de locatario o multas debe solamente decretarse de comprobarse una connivencia entre la dirigencia del club y los revoltosos.
12) Los grandes en los clásicos deben ser locales en sus canchas y si tienen cien mil socios pero estadios de cuarenta mil o menos asientos, no tienen por qué dar a su rival tradicional más de doscientas entradas de cortesía, si es que el rival las pide. (Barcelona y Real Madrid otorgan quinientas entradas visitantes en estadios de ochenta mil butacas).
He dicho.
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