Hasta los años 30 del siglo pasado, los directores técnicos no tenían demasiada injerencia en lo que sucedía dentro de la cancha. Era muy común que los planteles y luego el 11 titular de un equipo o seleccionado nacional fuesen elegidos por el presidente o por algún directivo para esa tarea, e incluso por el propio capitán del equipo.
Los técnicos comienzan a tener cierta relevancia a partir de la década del 30 y, por ejemplo, el melense Ondino Viera fue de los más influyentes, habiendo tenido en su largo pasaje por Brasil una gran responsabilidad para que el país norteño se animara a pelear la supremacía que claramente tenían Uruguay y Argentina en esta parte del mundo.
También llegaron entrenadores húngaros como Emérico Hurschl o ingleses y escoceses a esta parte del mundo que dejaron su huella.
Pero incluso en el Mundial ganado en 1950, la influencia de Juan López durante el desarrollo de los partidos y en especial el día de la final fue bastante limitada y tenía más que ver con la integración del equipo y obviamente algunas indicaciones. Incluso el partido ante Brasil lo ve desde un foso rodeado de gente y ni siquiera está en primer plano por lo que no pudo dar más que algunas instrucciones en el entretiempo.
Así era el fútbol.
Con los años 50 y 60 comenzaron a ganar en influencia y argentinos como Helenio Herrera llevaron al Inter de Milán a lo más alto del mundo, mientras en Racing de Avellaneda coreaban que “es el equipo de José”, por su DT José Pizzuti.
La influencia de Ondino Viera en el empate celeste ante los dueños de casa en Wembley en 1966, o la presencia de Máspoli en el Peñarol del 66, el “Pulpa” Etchamendi en el Nacional del 71, la revolución sorpresiva de Mujica y Gesto para el Nacional del 80, el paternalismo futbolero del Hugo Bagnulo del Peñarol del 82, la frescura del Peñarol de Tabarez en 1987 o el pragmatismo del Nacional de 1988 con Roberto Fleitas a la cabeza, dieron al futbol uruguayo frutos enormes.
Pero, ¿cuánto es realmente la influencia de un técnico en el resultado final?
El mundo reverencia a Guardiola y lo ha contrapuesto a Mourinho. Ambos con estilos diametralmente opuestos han ganado importantes títulos con sus clubes. Pero lo han logrado en clubes que siempre estaban entre los que poseían o poseen los planteles más caros del planeta. Contar con futbolistas que juegan en las mejores selecciones del mundo debe ayudar, supongo, a desarrollar lo que el técnico desea. Y con ello llegaron las vueltas olímpicas con mayor facilidad.
El tema es que tanto en Peñarol como en Nacional la impaciencia es la tónica. Es que, en un país con dos únicos clubes con chances reales de ser campeones, aunque cada tanto aparezca una sorpresa, no ser primero es fracaso.
Esto además se acentuó en los últimos años en que los grandes parecen volver a la época anterior a 1976, en donde se alternaron sin solución de continuidad durante 44 años.
En el caso de Nacional se da un caso especial. En 28 partidos tuvo tres técnicos diferentes.
Comenzó con el argentino Zielinski que duró apenas siete partidos. Con una sola derrota, pero muchos empates y un juego que no conformaba llevó a que se le pidiera la renuncia muy pronto y fue sustituido por un hombre de la casa como Alvaro Gutiérrez.
Los antecedentes eran buenos, además de haber sido jugador del club, fue campeón uruguayo en sus dos incursiones anteriores como entrenador y llegó con fama de experto en apagar incendios.
Si bien al comienzo parecía que lo lograba, luego se fue diluyendo.
En la Copa Libertadores logró resultados importantes, clasificando sobre Independiente de Medellín y Metropolitanos de Venezuela, pero por sobre todas las cosas, por haber jugado de igual a igual los partidos ante un gran equipo como Inter de Porto Alegre que llegaría a semifinales.
Para la segunda fase el Inter le llevó a Rochet, se le fueron Noguera, Trezza y hasta Pereiro. Como suele suceder en Uruguay cuando se van futbolistas, nunca pueden ser compensados por incorporaciones del mismo nivel cuando se trata de clubes que están muy endeudados y que si algo les falta es dinero.
Los partidos con Boca fueron muy buenos, teniendo en cuenta que el equipo argentino se reforzó entre otros nada menos que con Cavani.
Hoy Boca está en la final, y eso realza el empate en el Gran Parque Central donde los tricolores dominaron y merecieron mejor suerte. La revancha en La Bombonera sorprendió aún más con un 2 a 2 y algún fallo arbitral que puede haberlo perjudicado. Un uruguayo como Merentiel fueron importantes en Boca.
Nacional no fue ni un poco menos que el semifinalista Inter de Porto Alegre ni este Boca finalista de la Libertadores.
Pero en lo local el equipo siguió sin conformar, los partidos se sucedieron entre empates que lo alejaron de un Peñarol que ya lleva cinco victorias consecutivas y eso impacienta a los hinchas.
De apuro se le dio la responsabilidad al “Chino” Alvaro Recoba. Es su debut absoluto como técnico de primera.
Su pasado como futbolista determina que estemos en presencia de uno de los grandes cracks uruguayos de los años 90 y la primera década del siglo XXI. Fue el mejor pago del mundo varios años seguidos en su pasaje por el Inter de Milán. En su regreso al Uruguay para defender a Nacional quedó en la mejor historia y el clásico del 2 a 1 con los goles en los descuentos es parte de la leyenda que surge de cada hazaña.
Recoba lleva años en Nacional, pensó en ser dirigente, pero dirigió hasta la semana pasada a la tercera división en compañía de Nelson Abeijón, recordado mediocampista lleno de coraje, y del hijo de Antonio Alzamendi como preparador físico joven, pero de ya intensa trayectoria.
El primer partido llegó muy pronto. Un plantel que no eligió, decisiones de mandar futbolistas titulares que no ve bien físicamente a la tribuna sin pasar por el banco de suplentes y la intención de salir a atacar al estilo Bielsa marcó un primer tiempo que no fue malo.
En el segundo tiempo quedó en evidencia que el equipo estaba desbalanceado, la defensa no podía cortar los contragolpes y de la mano de un gran DT como es Fabián Coito, el Deportivo Maldonado se quedó con la victoria 3 a 1. Es cierto que no ayudó el arquero con dos malas salidas para los goles decisivos, tampoco el juez y el VAR que dejaron pasar una falta grosera en el segundo gol en perjuicio tricolor.
El Clausura y también la Anual parecen ser una utopía. Queda un clásico para darle una alegría a la hinchada. El contrato del “Chino” que será chino pero no mago, dice que es hasta fin de 2024, pero también es cierta la frase de mi amigo, el Dr. Alfredo Enrique Etchandy de que “todos los técnicos son interinos”, definiendo en pocas palabras algo más viejo que el futbol…
Ganar no es lo más importante, es lo único. Veremos qué sucede con el Nacional de Recoba.
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