Pasó un nuevo clásico del fútbol uruguayo y con él se reavivaron viejas polémicas.
Para entender lo vivido en el Gran Parque Central quisiera primero ponerle contexto a lo que significa un enfrentamiento entre Nacional y Peñarol.
Los uruguayos, como he dicho más de una vez, vivimos creyendo que todo tiempo pasado fue mejor y, por ejemplo, en el caso de la política, existen quienes añoran el sobretodo del Pepe Batlle, el poncho de Aparicio Saravia o el bigote de Líber Seregni.
Siendo así, cualquiera que venga después parece jamás calzar los puntos de aquellos que escribieron la historia.
Con ese karma juegan Nacional y Peñarol desde por lo menos los años 1990 y en especial en el siglo XXI.
El mundo de fútbol lo sabe, al menos quienes estudian y conocen lo que ha sucedido, que en el siglo pasado Peñarol y Nacional estaban en cualquier TOP 5 de los equipos de fútbol más importantes del planeta.
Para entenderlo alcanzaría con recordar que entre los 300.000 clubes de fútbol que participan anualmente en los torneos de los 211 países de la FIFA, solamente tres pudieron ser tricampeones mundiales hasta el año 2000, o sea en todo el siglo pasado y de esos tres nada menos que dos fueron nuestros grandes.
Dentro de ese clima pesimista y depresivo que muchas veces ostentamos los uruguayos, cuando presentamos una nueva edición clásica, pretendemos comparar con otras épocas.
Frases como “se conforman con salir campeones en lo local”, “no tienen chance a nivel internacional” golpean nuestra autoestima.
Como ya he explicado, cuando Uruguay ganó la mayoría de sus Copas América y las cuatro estrellas mundiales, la selección se formaba con la mitad de futbolistas de cada uno de nuestros grandes. Además, jugaban tres o cuatro de los mejores jugadores de selecciones de países sudamericanos, incluyendo Argentina y Brasil. Hoy en día ningún jugador de nuestro medio tiene nivel para integrar un plantel seleccionado y mucho menos un plantel campeón. Ni pensar en jugadores extranjeros de alto nivel o en edad de rendir aceptablemente.
El detonante es lo económico y por eso Peñarol y Nacional pueden proclamar con orgullo que han ganado dos de las últimas cuatro Libertadores sub 20 y que varios de sus futbolistas son campeones mundiales juveniles de este año.
Pero en mayores, la desaparición de nuestros clubes de las grandes marquesinas desde 1988 a la fecha, lleva a hacer creer que el hecho de que se enfrenten esas casaquillas ya no significa nada.
En primer lugar, quiero destacar que en el siglo XX fue el único clásico del mundo con dos tricampeones mundiales (de hecho, el único país con dos de los tres triple galardonados era Uruguay).
En segundo lugar, destaquemos que aún hoy en el siglo XXI y con la desventaja de no ganar “nada” desde 1988, a nivel de Conmebol solamente cuatro clubes tienen tres copas del mundo en sus vitrinas. Ellos son Peñarol (desde 1982), Nacional (desde 1988), Boca Juniors (desde 2003) y Sao Paulo (desde 2005).
Este dato no me parece menor. Boca y Sao Paulo ni siquiera tienen un equipo de su país para poner a su frente con tanta gloria. Solamente los uruguayos. Por eso es que somos exigentes, cierto, pero también somos injustos si no entendemos lo irracional de que ello sea así.
En el Uruguay nos preguntamos, ¿por qué perdemos?, pero jamás nos preguntamos ¿por qué ganamos? Eso es lo raro, haber ganado tanto.
Volviendo al clásico jugado en uno de los escenarios en donde comenzaron las Copas del Mundo en 1930, mostró una multitud de hinchas de Nacional que concurrieron ilusionados a pesar del mal campeonato realizado hasta el momento.
El Gran Parque Central se mostraba repleto y quiero decir que me he rendido con respecto a la presencia de hinchas visitantes en este tipo de partidos. En primer lugar, porque ha quedado demostrado que no estamos capacitados para controlarlo con eficiencia. Es más, creo que no hay voluntad política para comprometerse y terminan ganando los violentos.
Por si esto fuese poco, la frase “tenemos que lograr que vuelva la familia al fútbol” va a contramano con el hecho de que haya hinchada de ambos equipos. Justamente en el partido anterior en el Estadio Campeón del Siglo y el último sábado, quedaron claras dos cosas. La primera es que con una sola hinchada alcanza para agotar las entradas por lo que no sería necesario ni siquiera tener la delicadeza de entregar un puñado de localidades al visitante. De hecho, por ejemplo, en España los visitantes en clásicos no reciben más de 200 entradas. La otra conclusión tiene que ver con las garantías de que la familia podía concurrir sin correr peligro. Obviamente que se trata solamente de la familia del local, pero se vieron muchísimos menores, damas, gente mayor, que sabían que no iban a necesitar huir despavoridos en algún momento.
Algunos sostienen que igual existieron incidentes entre hinchas de Nacional, pero fue un hecho muy puntual en el que participaron unos pocos y para nada incomodaron al resto de la concurrencia.
En lo que se refiere al partido, la gente de Nacional se fue dolida porque tuvo el partido ganado y no supo cerrarlo. Por el lado de Peñarol hubo festejo por el empate, pero casi con la misma intensidad una enorme disconformidad por el mal juego de varios partidos a esta parte. Peñarol no remató al arco contra Liverpool, con quien perdió y tuvo dos apenas llegadas en el clásico para los goles. Podríamos destacar la eficiencia, pero para nada permite olvidar el pésimo rendimiento demostrado y que se estuvo demasiado cerca de una derrota dura.
El debate quedó instalado y las chanzas también. Antes del partido hinchas de Nacional inundaron de billetes de dólares con las fotos de Coelho y Seba Rodríguez acusándolos de vendidos. El cuerpo técnico aurinegro usó esa provocación para generarle rebeldía a sus futbolistas que terminaron festejando con cánticos en el vestuario lo que fue un empate inesperado al momento de conseguirse. Todo es parte del folklore y no debe ofender a nadie.
Si Recoba dice que para él fue una derrota, es razonable que en Peñarol lo vean como un triunfo. He visto muchos casos similares para ambos lados y no es verdad que los empates no se festejan. Hasta derrotas se festejan si al final sirven para el objetivo buscado.
A mí el clásico me gustó, porque tuvo emoción, dramatismo e incertidumbre. Los fanáticos de ambos tendrán su reproche, pero con el material disponible salió un partido que mantuvo en vilo a la afición. Y eso vale mucho hoy en día. El que quiera ballet que vaya al Solís o al Sodre. Al fútbol se va a sufrir, aún en la victoria ¿O aún no se dieron cuenta?
Mientras escribo esto hay una nueva fecha y las tablas pueden volver a sufrir modificaciones, además la selección viajará a La Bombonera en la búsqueda de cortar un largo invicto de los campeones del mundo. Luis Suárez está entre nosotros, el fin de semana que viene se jugará otra fecha más por el Clausura y en siete días Uruguay recibirá a Bolivia en el Centenario.
Tanta actividad nos impide realizar comentarios muy arriesgados ya que todo lo que digamos puede ser usado en nuestra contra.
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