Los precios se mantienen pero los volúmenes exportados caen. Las perspectivas a mediano plazo son positivas, pero hacen falta esfuerzos coordinados para complementar rubros tradicionales con nuevas actividades, integrando al pequeño productor a las cadenas globales de valor.
El primer impacto
Habiendo transcurrido ya un semestre desde el inicio de la pandemia se puede interpretar como una señal alentadora el hecho que los principales precios de exportación de nuestro sector agropecuario e industrias conexas se han mantenido.
Como se desprende del cuadro adjunto, los precios de productos primarios (FMI, agosto 7) muestran que en general aquellos de importancia para nuestra economía no exhiben mayor variación con los niveles del 2019, a pesar de la pandemia. Se exceptúan el caso de la lana que – reflejando el impacto del monopsonio chino – ha caído sustancialmente, así como el de la celulosa que se ha estabilizado en 2020 luego de una fuerte caída (37%) durante el 2019.
El precio del petróleo se mantiene bajo, aunque habiéndose recuperado de sus reducidísimos niveles del segundo trimestre del año en curso. Por otra parte, ante la política de acopio de arroz adoptada por varios grandes países consumidores de Asia en reacción a la pandemia, se ha restringido la oferta en el mercado llevando a una visible mejora del precio de este cultivo en los últimos meses.
A pesar de que los precios en general se han mantenido en el 2020, el valor de las exportaciones totales del Uruguay ha sentido el golpe de la pandemia sobre el volumen de la demanda. Los primeros 8 meses del año muestran una caída del 14% con relación a igual período del 2019 (excluyendo zonas francas). El hecho que los volúmenes se han ajustado más que los precios estaría sugiriendo que aquéllos se podrán recomponer gradualmente en la medida que las economías de nuestros principales socios comerciales regresen a la normalidad.
En el sector agroindustrial el país podría encontrar oportunidades de inversión rentable con vistas a colocación en los mercados interno e internacional, sería muy oportuno un liderazgo de las autoridades públicas en temas de identificación, investigación y piloteo de estas posibilidades como bien público.
La visión de mediano plazo
No obstante, en sus proyecciones a más largo plazo (“Agricultural Outlook 2020-29” de julio 16) un informe conjunto de la FAO-OECD destaca que aún existe considerable incertidumbre acerca de las cadenas de valor de la alimentación mundial. Ésta se refiere tanto a la demanda por alimentos debido a caídas de ingreso como a potenciales disrupciones en la oferta zafral de mano de obra, las industrias de insumos, la producción agrícola, el procesamiento de alimentos, el transporte y la logística.
Estos posibles impactos de la pandemia podrían interrumpir lo que en el mediano plazo aparece como una tendencia positiva tanto para la producción agrícola global como – en menor medida – el consumo mundial de alimentos. Tal discrepancia podría ejercer una ligera presión bajista en los precios reales. El referido informe detalla los siguientes aspectos en los que basa su evaluación:
- Una población mundial en expansión
- La ausencia de cambios significativos en la estructura de la demanda por componentes (alimentos, ración y biocombustibles).
- Debido al aumento de ingresos en los mercados emergentes, un crecimiento mayor de la demanda de productos de origen animal por su contenido graso.
- En segmentos de mayores ingresos, cierto desplazamiento de las preferencias de demanda por carnes rojas hacia las carnes blancas (avícola y pesca).
- Mayor demanda por ración en mercados emergentes y su empleo más eficiente en alimentación intensiva de ganados y emprendimientos de acuicultura.
- Se proyecta para 2024 que el consumo mundial de productos de acuicultura alcance al de la pesca por captura.
- Para la década se proyecta un alza del 6% en emisión de gases de invernadero (80% de origen ganadero).
Llama la atención la importancia que el informe adjudica a la tecnología en la producción de cultivos: se proyecta que el 85% del aumento en dicha producción sea resultado de técnicas e insumos avanzados, mientras que sólo 10% resulte de mayor rotación de tierras y 5% del aumento del área cultivada.
Cabe agregar que estos informes de alcance general proveen una valiosa visión de los varios elementos que contribuyen al comportamiento global del sector y son especialmente útiles a la hora de tomar en cuenta las noveles tendencias de los mercados – tanto del lado de oferta como de demanda – en la formulación de planes indicativos a nivel nacional. No pretenden proyectar las condiciones particulares de una actividad o región, y sus apreciaciones acerca de la futura evolución de distintas variables deben tomarse más como guía indicativa que como pronóstico.
El este asiático lidera
En el plano macroeconómico global resulta ya notorio que China, y en menor medida la mayoría de los países del este asiático, están retomando sus ejes de crecimiento industrial con mayor vigor que en las demás regiones del mundo. Si las cifras de PBI para el tercer trimestre confirman esta levantada, cabe esperar un regreso a la normalidad en las relaciones comerciales con dicha región para el 2021.
Dado que Asia representó el 24% de nuestras exportaciones en los doce meses a julio 2020, el impacto sobre nuestro comercio exportador sería apreciable. En Europa y América la reacción ha sido más lenta, aunque se esperan números positivos para el PBI en el tercer trimestre por primera vez en el año para EE.UU. y Canadá, a juzgar por las cifras descendentes del desempleo.
La vulnerabilidad del comercio exterior
Cifras de UNCTAD estiman una caída del 18% en el comercio exterior mundial para el primer semestre de 2020, aumentando hasta el 20 % para el año en su totalidad. Las cifras para Uruguay mostraran pérdidas algo menores, dada su concentración en sectores agropecuarios y alimenticios donde la contracción del comercio no ha sido tan fuerte.
De todos modos, es probable que el sector agroindustrial comprenda muchas actividades en donde el país podría encontrar oportunidades de inversión rentable con vistas a colocación en los mercados interno e internacional. Sería muy oportuno un liderazgo de las autoridades públicas en temas de identificación, investigación y piloteo de estas posibilidades como bien público, con especial énfasis en determinar las escalas rentables de producción para ponerlas al alcance de pequeños productores.
Simplemente a modo de ejemplo, se adjunta extracto de otro informe de la FAO (circa 2005) que es sintomático de la insuficiencia de los esfuerzos en tal sentido: “El escaso desarrollo que la acuicultura ha alcanzado en el país es la resultante de inestables políticas de investigación y desarrollo, insuficiente formación de recursos humanos calificados, limitada infraestructura en el ámbito estatal y una ausencia casi total de estudios costo-beneficio, dirigidos fundamentalmente a una escala intensiva de producción en especies autóctonas.”
*Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Fue Director General CEMLA y Director Ejecutivo del Banco Mundial.
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