El economista y director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) dialogó con La Mañana sobre los desafíos de la economía uruguaya hacia el futuro. Dijo que es de gran importancia implementar reformas pendientes a fin de reducir los “costos excesivos” que se terminan trasladando al sector dinámico. A su vez, sostuvo que se debería buscar el problema de fondo que hace que Uruguay sea más caro que los países vecinos, para poder hacerle frente.
En una reciente columna en El País usted planteó que la economía uruguaya funciona en dos carriles. ¿Qué implica esto?
Es una idea que en realidad no es nueva. De hecho, a mediados del siglo XX el cepalismo ya hablaba de economías duales y siempre con una connotación bastante negativa. En esa línea, decían que había un sector atrasado, de baja productividad, y un sector dinámico, y cómo esas interacciones entre las dos partes de la economía podían tener problemas.
Hoy en día, mirando muchas economías del mundo, pero también la uruguaya, podemos hacer una lectura similar, sin necesidad de ver eso como algo malo. Yo lo planteo más como una forma de entender cómo es la economía uruguaya y que tiene esas características.
¿Cuál sería la lectura sobre la economía uruguaya?
Siempre hay una discusión acerca de si somos realmente un país agropecuario o no. Mucha gente en general dice que sí, pero otra gente mira algunas cifras y dice que eso no es verdad, porque si uno observa el sector agropecuario en términos de peso sobre el PBI o la generación de empleo, no es tan importante, es más pequeño, pero es muy estratégico para el país, porque tiene un peso muy grande en las exportaciones.
Estoy pensando en el rubro agropecuario, en los bienes primarios, pero además en la industria vinculada al sector, y también en la exportación de servicios globales, de servicios profesionales, del turismo, que es otro servicio que exportamos.
En paralelo, ¿qué características tiene el carril menos dinámico?
El otro sector es el que genera el grueso de los puestos de trabajo, pero no es sobre el cual tenemos las expectativas de que cinche a la economía. Son todos los servicios educativos, de la salud, la construcción, el comercio minorista, que es el principal empleador de este país.
O sea, son todos esos sectores que no trabajan para un mercado exterior y no son los que van a cinchar la competitividad, pero allí es donde tenemos las expectativas de la generación de puestos de trabajo. No es razonable pensar que el agro va a lograr generar todos los puestos de trabajo que necesitamos en este país. Entonces, son dos sectores distintos y la economía uruguaya es todo eso a la vez.
¿Cuál es la importancia del carril interno para la recuperación económica?
El sector dinámico es como una avanzada, y cuando empieza a tener problemas, tal vez en el corto plazo ese carril pesado, interno, empleador, no se entera, pero ya en el mediano plazo empieza a pasar. Eso capaz que fue lo que pasó en Uruguay entre el 2014 y el 2017, cuando claramente el rubro agropecuario comenzó a tener problemas de competitividad fuertes por los cambios de precios, por los aumentos de costos internos. Durante los primeros años parecía que no importaba tanto porque el ingreso de hogares continuaba aumentando levemente, y ya en el 2017 eso cambió y esos problemas se trasladaron al resto de la economía.
Creo que ahora puede estar empezando a pasar lo inverso: un sector externo que de repente se encontró con precios muy buenos, que mejoraron un poco sorpresivamente, más allá de lo que se hubiera esperado hace unos meses, algunas condiciones internacionales favorables, y el sector interno todavía con problemas de empleo muy marcados y también muy agudizados por la pandemia.
Agustín Iturralde: “Habría que buscar cuál es el problema de fondo que está haciendo que Uruguay sea estructuralmente más caro que Brasil y Argentina. Una buena política de frontera sería lograr atacar eso”.
¿Qué se puede esperar para el futuro, dado ese escenario?
A mediano plazo, el éxito de los dos sectores va de la mano; puede haber un desfasaje de corto plazo donde a uno le vaya bien y al otro mal, pero a la larga se salvan o perecen juntos. Ahí creo que el desafío entre los dos sectores es que el sector interno no sea una carga pesada que le quite competitividad al externo.
¿Por ejemplo, de qué manera?
El ejemplo más claro son los costos energéticos, que en Uruguay los pagamos significativamente por arriba del promedio de la región, tanto de energía eléctrica como de combustibles. Eso implica que el sector dinámico tenga que enfrentar costos excesivos a la hora de salir a competir al mundo.
En ese sentido, tenemos que ver cómo logramos hacer las reformas pendientes en materia de costos energéticos, de regulación de monopolios y de mercados, del mercado laboral, de déficit de infraestructura, de la reforma educativa. Son todos temas de rubros vinculados al sector interno, pero que si están mal resueltos –como en algunos casos creo que lo están- trasladan costos excesivos al sector dinámico.
Por lo tanto, no es que uno sea el sector problemático y el otro sea el sector estrella. El sector interno es aquel que, en la medida que las condiciones mejoren, vamos a necesitar que vuelva a tener dinamismo, potencia, para que el empleo, que es el principal problema económico por sus implicancias sociales y que lo seguirá siendo por unos cuantos meses más, empiece a recuperarse.
Tanto Cabildo Abierto como el senador nacionalista Sergio Botana presentaron proyectos de ley de políticas de fronteras que buscan impulsar el comercio y preservar la mano de obra en esas zonas. ¿Cómo los evalúa?
Hay una situación sobre la que todos nos hacemos los tontos en este país: una enorme cantidad de insumos de los departamentos fronterizos se hacen en el marco del contrabando minorista y eso es tolerado. O sea, es una situación de ilegalidad que permite que buena parte de la población acceda a bienes de primera necesidad más baratos y el Estado no dice que se puede, pero tampoco hace nada para que no se pueda. En ese aspecto, es muy saludable la preocupación por buscar mecanismos para bajar el costo de los productos y para reducir las actividades económicas ilegales.
Nosotros, desde el CED, estamos haciendo un trabajo enfocado en tratar de calcular el volumen económico de estas actividades, el impacto que implican en la reducción de la recaudación y el efecto en la línea de pobreza, que no es nada despreciable. Entonces, hay una deuda clara desde la institucionalidad uruguaya de mirar ese problema y buscar soluciones.
A esto se le suma que históricamente hemos sido un país más caro. Yo no soy muy partidario de establecer regímenes excepcionales en la frontera a más productos, como tenemos con el combustible. En realidad, habría que buscar cuál es el problema de fondo que está haciendo que Uruguay sea estructuralmente más caro que Brasil y Argentina. Una buena política de frontera sería lograr atacar eso.
Dicho esto, creo que mientras ese problema esté ahí, hay que encontrar soluciones ad hoc y, así como hicimos con los combustibles, no estoy en condiciones de decir que no hay que hacerlo para otros productos, como propone alguno de esos proyectos.
¿A qué atribuye que Uruguay sea un país más caro que Argentina y Brasil?
Hay una serie de causas. Algunas están vinculadas a lo que hablábamos de las ineficiencias del sector interno. En otros casos se trata de abusos de empresas que en Uruguay venden sustancialmente más caros los productos que se fabrican en Argentina y Brasil, con diferencias de precio que no pueden responder a costos de transporte ni impuestos. Después, Uruguay puede ser más caro para algunas cosas por un tema de escalas, por costos mayores.
TE PUEDE INTERESAR