El destacado economista conversó con La Mañana acerca de las oportunidades que presenta la región para crear un sistema de integración energética, tomando como ejemplo el caso de algunos países de Europa. En ese sentido, explicó que “América Latina podría ser un gran exportador de energía, que es lo que hace falta en el resto del mundo”. Por otro lado, en lo que respecta al bono verde que Uruguay emitió recientemente, opinó que, si bien su impacto económico no es demasiado, sienta un precedente positivo para el país.
En una reciente columna en El País, usted propuso que se lleve adelante una integración energética regional para potenciar el desarrollo del país. ¿Cómo debería implementarse esto?
Ha habido experiencias en la región, fracasadas en cuanto a crecimiento, mientras que algunos países de Europa han hecho un esquema de integración que comenzó con la energía. Francia y Alemania integraron su carrera productiva en la fabricación de acero, con carbón, con mineral y hierro, y la tecnología. Por ahí empezaron e integraron luego la energía. Lo que ocurre ahora es que todos esos países están en dificultades en lo que respecta a la seguridad energética, especialmente Alemania.
No hay crecimiento si no hay energía. Todo lo que te rodea tiene un origen que es la disponibilidad de energía. Querés fabricar plásticos, automóviles, fertilizantes, todo tiene una base que es mucha energía. América Latina tiene un potencial energético enorme que está subexplotado y no está integrado. No puede ser que Uruguay esté al lado de grandes generadores de energía y tengamos poca energía y que la que tenemos sea cara. Brasil es un gigante rodeado de yacimientos de energía propios y no están explotados. Por tanto, hay una gran tarea por delante.
Creo que rebajando aranceles y poniendo aranceles a la importación, mejoramos la competitividad y el crecimiento, pero falta algo. América Latina podría ser un gran exportador de energía, que es lo que falta en el resto del mundo, no solo como gas o petróleo, sino también en forma de fertilizantes, bienes industriales, acero. Hay una gran oportunidad. Obviamente, esto no es de un día para otro, pero hay que comenzar a pensar en estos términos.
¿Cuáles son las condiciones de la región que garantizarían esta integración?
Tenemos dos gasoductos entre Uruguay y Argentina. Si Argentina decide explotar sus yacimientos puede convertirse en algo grande, y no solo podría facilitarnos la disponibilidad a nosotros, sino que además podríamos usar esa energía para exportar bienes. Puede servir el caso de Brasil, con Porto Alegre, que está más cerca de Uruguay que del norte brasileño. Paraguay cuenta con una enorme capacidad hidroeléctrica; está toda la cuenca boliviana que tiene gas; está el viento en la Patagonia, una mina de oro de energías renovables.
Y en materia de logística, ¿cómo se implementaría?
Todavía es muy difícil transitar de un país a otro. Las carreteras son insuficientes, los pasos de frontera también, las regulaciones para transitar son distintas, entonces, si no hay una unificación del tránsito entre gente que quiere asociarse, los costos se elevan y como región nos hacemos más caros y menos competitivos. Basta pensar en Europa: uno agarra un auto en Portugal para ir hasta España, y al cruzar la frontera no se da cuenta, solo por el idioma de los letreros. América Latina podría usar sus cursos de agua, ni hablar de la hidrovía, que también está subtratada.
¿Las diferencias ideológicas podrían ser un cuello de botella?
Los gobiernos deben comenzar a hablar de esto. Uno no tiene por qué ser afín a la ideología. Estos son negocios que ayudan a mejorar el bienestar de los países. No olvidemos que la Unión Europea empezó una década después de la Segunda Guerra Mundial, con dos países en conflicto como Alemania y Francia. Es una necesidad aprovechar las oportunidades. Lo que viene por delante es muy complejo y una manera de inmunizarse frente a eso es asegurarnos entre nosotros cosas mínimas como la disponibilidad de energía, y las comunicaciones y la logística que hace a todo ese movimiento comercial. Esa es mi visión, quizás sea un poco apresurada o romántica.
¿Qué hace falta para llegar a concretar algo así? ¿Voluntad política entre los países? ¿Mayor entendimiento en la región?
Es un acto de voluntad de los países. En vez de quejarnos sobre lo que no hicimos, en vez de ahondar en las diferencias, hablemos de las oportunidades, de lo que podemos hacer. ¿Por qué no desarrollamos una interconexión gasífera potente? ¿Qué hace falta? Los yacimientos están. ¿Hacen falta inversiones? Ayudemos entre todos para que haya inversiones, para el desarrollo de los campos, del transporte, de las terminales portuarias. Tenemos una trayectoria profesional, hay instituciones como la Organización Latinoamericana de Energía, formada justamente pensando en estas cosas.
Está el tema de cómo conectar todos los anillos de distribución eléctrica. Hay que profundizar eso y hacerlo más robusto, con mayor capacidad de transmisión y de distribución. Es una cadena que va arrastrando crecimiento. El Estado tiene que poner el hombro y voluntad política, y enseguida se subirán empresas privadas al ver una oportunidad de oro como esta. Se ha intentado en el pasado, y ahora tenemos la prueba de que si no se hace nada podemos tener un riesgo. Estamos dejando pasar una oportunidad y el momento es ahora.
¿Ve viable que los gobernantes de Latinoamérica dejen de lado las diferencias para encaminar una iniciativa como esta?
No es un camino fácil, pero no es inviable. ¿Por qué pensamos en un Tratado de Libre Comercio con China? ¿Por afinidad ideológica? ¿Por qué Argentina tiene acuerdos monetarios con China? ¿Por afinidad ideológica? ¿Por qué Brasil le vende a China? ¿Por afinidad ideológica? Creo que nosotros mismos estamos poniéndonos fantasmas. Dificultades hay siempre, imposibilidades nunca. Cada trayectoria tiene su tiempo, algunas son fáciles de transitar, otras son más complicadas, pero la peor de todas es la que no se intenta.
¿Cuál es la importancia en esta ecuación de las energías renovables con las que Uruguay cuenta?
Hay una tendencia a que los productos que tienen energía incluida de fuentes renovables sean más valorizados. Son premiados en sus precios. Una prueba patente fue la emisión del último bono de Uruguay, que logró colocar un bono verde de tasa de interés baja porque cumple metas ambientales. Por ejemplo, uno compra un mueble y está certificado que es de madera de bosque renovable. Va a llegar un momento en que los autos que andan a gasolina van a pagar una patente de 100, y los eléctricos de 80. Ese es el nuevo mundo. Y América Latina tiene capacidad.
¿Qué ventajas y perspectivas tiene el bono verde?
El impacto económico no es demasiado. El movimiento de la tasa de interés no mueve la aguja en términos fiscales, pero genera un antecedente que muestra que Uruguay está usando para bien su política de tratar de convertir su matriz energética en fuentes renovables, en cuanto a bajar el costo de financiamiento. En otras palabas, está queriendo poner en valor una política de generar energía con fuentes renovables.
En segundo lugar, es un acto de prestigio internacional. En un mundo que está retrocediendo, como Europa, que está volviendo a generar energía con más huellas de carbono, Uruguay está en un sendero distinto que lo va ubicando y que es otra “chapita” más que se pone en la pechera como país. A veces los cambios no tienen que ser abruptos, o los resultados, sino que van siendo acumulativos, como en este caso, que le sirve a toda la sociedad.
Sobre el proceso de integración energética del que hablábamos, ¿es un buen punto de partida la venta de energía que ha hecho Uruguay a los países vecinos?
Ese es un gran ejemplo. Uruguay ha logrado, a través de su interconexión eléctrica con Argentina y Brasil, en momentos de bonanza de disponibilidad de energía renovable excedente, exportarla a buen precio. Eso generó un rubro de exportación muy importante en algunos meses del año anterior.
TE PUEDE INTERESAR: