La Mañana dialogó con el gerente general de la Bolsa Electrónica de Valores (Bevsa), Eduardo Barbieri, quien explicó la situación con respecto al valor del dólar.
La situación con respecto al valor del dólar continúa siendo un punto central en la expectativa que tiene el sector productivo.
La mayoría de las operaciones de compra-venta de dólares se realizan a través de la Bolsa Electrónica de Valores (Bevsa), donde los operadores tranzan la compra y venta de dólares. Todos los días las ofertas se ordenan de mejor a inferior precio. Esto lleva a que la oferta y la demanda sean las que proporcionan el precio final de cierre.
En diálogo con La Mañana, el gerente general de Bevsa, Eduardo Barbieri, explicó que los integrantes del mercado de cambios son instituciones financieras. Además, señaló que el precio del dólar fluctúa a la baja (como viene ocurriendo) “por las condiciones de mercado” y estamos “ante un mercado líquido, con una conducta similar todos los días, sin grandes saltos ni hace arriba ni hacia abajo”, por lo que no hay escasez de dólares.
Otro detalle importante es que el Banco Central no está interviniendo, ya sea comprando o vendiendo dólares, como ha sucedido en otras ocasiones. El BCU en otros momentos ha sido un actor relevante a la hora de intervenir para determinar el precio del dólar.
Dentro de Bevsa se observa una pequeña caída en el volumen del mercado en los 10 primeros meses del año, en comparación con igual período del año anterior.
Pero a esto hay que agregar las operaciones OTC (over the counter) – realizadas por fuera de Bevsa– que son por montos bastante inferiores. Por otra parte, los valores de estas operaciones a nivel de la bolsa electrónica son fluctuantes. Por ejemplo, las transacciones del pasado lunes 5 alcanzaron US$ 11,7 millones, mientras que el 30 de octubre (que era un último día de mes) fueron US$ 45 millones. Por fuera del mercado (OTC), las operaciones registradas en el Banco Central oscilan generalmente entre US$ 1 millón o US$ 2 millones, aproximadamente un 10% de lo de Bevsa.
El presidente del BCU, Diego Labat, dijo días atrás que en Uruguay existe una flotación libre del dólar. A comienzos de año había previsto que la moneda norteamericana tendría un ligero aumento de entre 3% o 4% en el año. En ese momento (enero de 2022) el precio del dólar se situaba en $ 43 (nivel interbancario). Hoy se ubica en $ 39.30. Ha caído un 8,6% con respecto a enero.
Por lo tanto, entre enero y lo que va de diciembre –y tomando una caída de 8,6% en el valor del dólar y una inflación de 8,5%–, se acumuló una pérdida de poder adquisitivo del dólar o un “atraso” cambiario cercano al 18% en casi un año. Esto en un marco en que el BCU está pagando tasas de 11,3% en promedio por las colocaciones que recibe en pesos. Para los particulares, las tasas que pagan los bancos por depósitos en pesos a un año oscilan entre 6% y 8%.
Por otra parte, según la encuesta de noviembre de expectativas económicas que realiza el BCU muestra que el precio del dólar esperado por los agentes económicos es $ 41,50 para fines de este año y $ 44,10 para fines del año próximo.
El “miedo a flotar” el tipo de cambio
En noviembre de 2000, los economistas Guillermo Calvo y Carmen Reinhart publicaron un trabajo muy citado hasta el día de hoy, y que titularon “Fear of floating”, que en español significa miedo a flotar. Para cuando los economistas de la Universidad de Maryland habían escrito este estudio, ya había pasado la crisis asiática de 1997 y a principios de 1999 Brasil había devaluado su moneda. Sin embargo, Argentina insistía todavía con un régimen de tipo de cambio fijo visiblemente insostenible, lo mismo que Uruguay, que si bien había adoptado un sistema de bandas cambiarias que lo hacía más flexible que el argentino, no dejaba de ser una variante de un tipo de cambio fijo.
La tesis central de Calvo y Reinhart, -a la cual arribaron luego de analizar 154 casos diferentes de regímenes cambiarios- es que muchos países que declaran haber adoptado un régimen cambiario de flotación, en realidad no dejan fluctuar el tipo de cambio. “Parecería que existe una epidemia de un caso de miedo a flotar”, sentenciaron los autores, calificando de “dominante” a esta tendencia que no se observa solo en países en desarrollo.
Uno de las evidencias concretas utilizadas por Calvo y Reinhart para probar que un supuesto régimen de “flotación” en realidad no lo era, era la escasa volatilidad observada en la cotización de la moneda, que atribuían a políticas deliberadas por parte de los gobiernos para limitar la variabilidad en las cotizaciones.
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