¿Qué hay en un nombre?, reflexionaba Julieta acerca de su Montesco. ¿Acaso una rosa bajo otro nombre cualquiera no tendría el mismo dulce aroma? Seguramente así seria, como también apretaría el bolsillo de los Capuletos un entorno económico deprimido, por más que el Duque de Verona insistiera en que los tiempos eran florecientes.
¿Cuándo una recesión no es una recesión? Generalmente en vísperas de una elección, cuando un panorama económico desfavorable es carta ganadora en manos de la oposición. Las elecciones de medio período presidencial en noviembre asoman como decisión clave del electorado de los EE.UU. La pérdida de su exigua mayoría en las cámaras asestaría un duro golpe a la gestión de Biden, ya bastante maltrecha por la compleja situación global e interna.
Aunque comúnmente se defina una recesión económica como la sucesión de dos trimestres de retracción en el PBI real, en realidad la determinación oficial en EE.UU. se delega a un comité especializado en el Buró Nacional de Investigación Económica (NBER). El comité se toma su tiempo: durante meses se analizan diversas variables además de la producción y el empleo por sectores. Se tardó casi un año en determinar que la penúltima recesión comenzó en diciembre de 2007. Para entonces la mayoría de la población global ya se había enterado por la sensación térmica.
¿Es o no es?
Pero en el caso actual, el debate rige en torno a las direcciones opuestas en que se están moviendo la producción y el empleo. Si bien aun no hay cifras oficiales, el consenso es que la producción en los EE.UU. cayó en ambos trimestres del primer semestre del año en curso. El primer trimestre mostró una retracción del 1,6% y se espera una cifra similar para el segundo. Suficiente prueba de una recesión, dirían muchos.
Pero otros señalan las cifras del empleo, que muestran una tendencia totalmente opuesta. La economía creó 2,8 millones de empleos durante el primer semestre, faltando muy poco para completar la recuperación de los 22 millones de empleos perdidos a inicios de la pandemia. La tasa de desempleo bajó de 3,9% a 3,6% durante el primer semestre, a pesar de los nuevos ingresados a la fuerza laboral. Se calcula que en la actualidad la cantidad de empleos disponibles duplica el numero de aspirantes a conseguir trabajo. Hace 50 años que la economía no veía una tasa de desempleo tan baja.
Una recesión con creación neta de puestos de trabajo resulta ciertamente anómala, y sugiere dinámicas opuestas entre los mercados de producción y laboral o al menos un marcado desfasaje entre ellos. El Comité de la NBER también mira otras variables como ser ingreso real de los hogares y ventas mayoristas y minoristas, que no han mostrado mayor variación durante este período.
Otros posibles indicadores como los precios de los activos financieros (acciones y bonos) han experimentado notorias bajas durante el semestre, lo que supone hacia el futuro un resentimiento en la demanda agregada. El alza en los precios de la energía a raíz de los enfrentamientos geopolíticos también ha tenido un fuerte impacto, así como una tendencia más reciente hacia la baja en el precio de otros productos primarios a medida que se avecina una expectativa de menor nivel de actividad.
¿Qué tipo de recesión?
La evidencia se inclina hacia la recesión, pero el dictamen probablemente será tardío. Mucho depende del ritmo de aumento en la tasa de interés por parte de la FED, que a su vez se verá determinado por la evolución de los indicadores de inflación. La inflación ya está dando señales de haber llegado a su nivel de inflexión, y de ser así la autoridad monetaria seguramente enlentecerá el ritmo y monto de suba en su tasa de interés de política monetaria.
En tal caso podríamos estar ante una recesión de impacto moderado en cuanto a la profundidad de caída del nivel de actividad y de extensión también moderada en el tiempo, casi un estancamiento. El dólar seguramente saldrá fortalecido del proceso, lo cual puede impactar negativamente en su competitividad, pero reforzará su calidad de moneda internacional de reserva.
Los socios europeos
Europa es otro cuento, por varios motivos. Ha sido más duramente golpeada en el tema energético por su dependencia de Rusia. Al mismo tiempo da la impresión que el sistema financiero europeo todavía carga con una mochila relativamente más pesada en materia de activos cuestionables –incluso de emisión soberana– que EE.UU.
Ello le impide al Banco Central Europeo (BCE) imprimir un ritmo más intenso a la normalización de su política monetaria, ya sea en el aumento de la tasa de política monetaria como en la reducción de activos improductivos en su cartera. En junio anunció que este mes comenzaría con el aumento de tasas en 0,25% y otro programado para setiembre. La FED ya había comenzado en febrero y lleva aumentos acumulados de 1,75%.
Precisamente hoy día el euro ha alcanzado la paridad con el dólar luego de caer 12% su cotización durante el primer semestre. Esta situación no se daba desde 2002.
En resumen, la expectativa es de una recesión de intensidad moderada tanto en impacto como en duración para EE.UU. Es probable que no sea reconocida oficialmente hasta que comiencen a notarse aumentos en la tasa de desempleo durante el segundo semestre del año. De todas formas el país emergerá fortalecido en la segunda mitad del 2023 con la inflación nuevamente en una zona aceptable y la moneda fortalecida.
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