El reconocido economista, quien fuera representante de Uruguay ante los organismos financieros internacionales durante dos décadas, repasó su vasta trayectoria y analizó el panorama actual. Fue un tanto crítico con la gestión anterior, donde, según entiende, se descuidaron algunas cuestiones que derivaron en una situación fiscal insostenible, que habrá que resolver a futuro.
Fue agente financiero en Washington desde fines del primer gobierno de Sanguinetti, hasta el primero de Vázquez. ¿Cómo fue representar al Uruguay formando parte del equipo económico de diversos gobiernos?
Yo siempre trabajé en el sector público, entré en la OPP en el 72 como economista, y en el 89, último año del gobierno de Sanguinetti, me ofrecieron ir a Washington como agente financiero de Uruguay. Lo principal en aquel momento era renegociar la deuda de Uruguay en el marco del Plan Brady, cosa que inició en agosto del 89 y finalizó en febrero del 91, en el gobierno de Lacalle.
En paralelo hacía las gestiones correspondientes ante el FMI, el Banco Mundial y el BID. Esa era mi actividad, es decir, colaborar en el financiamiento del Uruguay en los proyectos y en el programa económico que teníamos con el FMI.
A partir del 92 se abrió la posibilidad de financiarnos con bonos, y ahí empecé a participar en todas las emisiones de bonos que comenzaron ese año. También en las gestiones ante las agencias calificadoras… no teníamos rating, el primero lo conseguimos recién en el 97 porque no era habitual tenerlo; nos dieron un rating del grado inversor.
En el 2002 llegó la crisis…
Ese fue el otro hecho relevante. Fue una crisis de una corrida bancaria muy importante y eso implicó intensas gestiones con el FMI y con la administración de Estados Unidos, que al final nos otorgó un préstamo puente de 1.500 millones de dólares para poder financiar la salida de la crisis bancaria.
Como consecuencia de lo anterior tuvimos una crisis de deuda que culminó con un reperfilamiento de la deuda en mayo del 2003. De ahí en más seguí haciendo cosas conectadas con esos temas que había que continuar ajustando para culminar en el año 2010, ya trabajando entre el 2005 y el 2010 con el gobierno del Frente Amplio (FA).
“Ya teníamos una situación compleja a la entrada de este gobierno, que no era de crisis, pero no podemos seguir así, con un déficit de esta magnitud, porque eso implica más endeudamiento y posibles dificultades en el futuro”
En ese lapso trabajamos juntos con Azucena Arbeleche, la actual ministra de Economía, que era mi alterna en la recién creada Unidad de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía (MEF). En ese período se hicieron operaciones de reperfilamiento de pasivos, es decir, a los vencimientos de corto plazo se les buscó la forma de prolongarlos en el tiempo. Además, se intentó lograr que parte de la deuda fuera desdolarizada.
En 2017, en la presentación de la tercera edición de su libro Al borde del abismo, a cargo de Adolfo Garcé y Gabriel Oddone, comentaron que se había escrito mucho sobre la salida de la crisis, pero muy poco sobre la entrada, es decir, cómo se llegó a esa crisis. ¿Usted cree que se pudo haber evitado? ¿Se pudo haber hecho algo en la etapa previa, más allá de los factores externos, como la situación argentina?
Es una excelente pregunta que no tiene una única respuesta. Cuando suceden hechos inesperados, quedan al descubierto fragilidades que uno no se daba cuenta que tenía porque nunca pensó que podían tener tanta magnitud.
Los bancos en aquel momento estaban bien regulados de acuerdo a las mejores prácticas internacionales; estaban bien protegidos respecto a si había un desmoronamiento en la calidad de sus activos. Lo que no se había visto es que tienen un punto muy débil que son los pasivos, que son los depósitos de la gente, y máxime cuando estos son propiedad de extranjeros.
Uruguay, a su vez, estaba rodeado de dos países con enormes crisis, tanto por el lado de Argentina como por el lado de Brasil.
Por tanto, si uno hubiera tenido en cuenta esos aspectos, quizás podría haber tenido una regulación parecida a la que hay ahora, donde a los bancos se les obliga a tener reservas iguales al monto de los depósitos de no residentes, para evitar los problemas de una corrida generada por depositantes extranjeros.
“Una forma de potenciar el crecimiento es tener una fuerte acción en materia de política exterior para mejorar el acceso a los mercados, que permita exportar más y en mejores condiciones”
Esa lección se aprendió.
Sin ninguna duda. Pero esa lección la aprendimos después de lo que nos ocurrió, porque en el pasado, cuando había crisis en Argentina, lo que sucedía en Uruguay históricamente era que los bancos se llenaban de liquidez, porque la huida por motivos precautorios de Argentina hacía que vinieran a depositar los recursos a Uruguay.
En aquella crisis fue a la inversa. Como fue una crisis exótica, porque se impuso un corralito a los depósitos de los argentinos, ellos decidieron, porque no tenían otra fuente de liquidez, recurrir a sus depósitos en Uruguay, o por una situación precautoria de que pensaban que Uruguay podía hacer lo mismo que había hecho Argentina con los depósitos que tenían en los bancos de ese país.
Era muy difícil prever que podía ocurrir una situación de ese tipo, porque la historia le mostraba al Uruguay que, en episodios similares, esas crisis hacían que los bancos uruguayos fueran muy líquidos.
¿Cómo era su relación con Batlle?
Fue una relación muy buena, muy linda, de las mejores experiencias que tuve en mi vida. Yo lo conocí trabajando, en el año 2001, cuando empezó a visitar Washington. Íbamos juntos a visitar banqueros en Nueva York y teníamos conversaciones sobre temas diversos; nunca de caballos, porque yo de eso no sé nada, aunque a él le hubiera gustado.
Ahí comencé a aquilatar su personalidad, sus vastos conocimientos y curiosidad en cantidad de temas. Era una persona sin protocolo y muy noble, porque tuve la oportunidad de verlo actuar con enorme nobleza y generosidad. Me siento muy honrado de haberlo conocido y, en un lapso de tiempo que no fue muy largo, haber disfrutado de su amistad.
En función de su experiencia acumulada tras haber estado en el equipo económico por tantos períodos de gobierno, ¿qué opinión tiene de la política macroeconómica del país?
La mayoría de los equipos económicos del país fueron de una enorme calidad, empezando por una figura muy importante, que fue Alejandro Végh Villegas. Yo llegué a trabajar con él. Desde el ministerio de Végh Villegas para adelante, se fue forjando la nueva política económica del país. Ahí fue cuando se liberó el mercado de cambios. Hoy nadie de ninguna parte del espectro político piensa en poner en duda el funcionamiento del mercado cambiario.
Ese fue un hito en la historia del país, como también lo fue empezar a explicar –y que hoy se acepta como regla general- que la inflación es un problema que afecta a la gente más humilde. Yo soy de la generación de que las inflaciones del 70%-80% eran normales, pero se fue entendiendo que había que combatir ese flagelo.
“Otra manera sería hacer un empréstito extraordinario por una única vez, para hacer un shock de demanda con aumento de gasto público en inversiones”
Otro aspecto muy importante que comenzó en aquel período y que se fue profundizando a lo largo de todos los equipos económicos, incluido el último del gobierno del FA, es que la economía para crecer tiene que exportar, y para ser un país exportador hay que tener una economía abierta con aranceles bajos.
Se fue conformando a lo largo de décadas una cierta institucionalidad de cómo se debe ejecutar y cuál es la estrategia de la política macroeconómica del país, con matices, pero los fines finales son: más inserción internacional, menos inflación, libertad cambiaria.
¿Qué sucedió en los últimos años en ese aspecto?
En los últimos años hubo cuestiones que se descuidaron. La inserción internacional fue una de ellas; hubo intenciones, pero no hubo acciones. Ya todos sabemos cuáles fueron los obstáculos. El MEF tenía las cosas claras pero el entorno en el cual actuaba le impedía avanzar más rápido.
En el tema fiscal el país estaba en una senda no sostenible, por más justificaciones de que cierto tipo de gastos son necesarios. Uno no puede tener un gasto fiscal que implique que la deuda del país aumente 2% o 3% por año, y menos cuando la economía no crece.
¿Cuáles son los desafíos que el país tiene por delante?
Ya teníamos una situación compleja a la entrada de este gobierno, que no era de crisis, pero no podemos seguir así, con un déficit de esta magnitud, porque eso implica más endeudamiento y posibles dificultades en el futuro.
A esa realidad se le suman los efectos de la pandemia, que suponemos que es transitoria, pero, de todas formas, tiene costos que van a aumentar el déficit fiscal, por tanto, ahí tenemos un problema a resolver.
¿Cómo se resuelve?
Se resuelve creciendo. Ahora, ¿cómo se procesa el arranque para poder crecer más? Hay muchas bibliotecas. Una manera sería hacer un empréstito extraordinario por una única vez, para hacer un shock de demanda con aumento de gasto público en inversiones, es decir, un gran programa de inversión pública.
Otra forma de potenciar el crecimiento es tener una fuerte acción en materia de política exterior para mejorar el acceso a los mercados, que permita exportar más y en mejores condiciones.
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