Héctor Guillén Romo es doctor en Economía y posee una larga carrera académica que comenzó en su país de origen y culminó en Francia, donde reside actualmente. También se ha desempeñado como docente en ambos países y ha publicado diversos libros. Sus investigaciones se han centrado en el desarrollo económico y las finanzas internacionales, entre otros temas. En una entrevista que concedió a La Mañana, el experto conversó sobre su trayectoria, la visión del economista francés François Perroux y el período de “retroceso económico” que ha atravesado México en los últimos 30 años.
Usted tiene una vasta trayectoria académica… hizo la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la maestría en Economía en El Colegio de México, el doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad de París I y un posdoctorado en Economía en la Universidad de Picardie (Amiens, Francia). ¿Qué aprendizajes se llevó de cada etapa?
En el momento en que realicé mi licenciatura en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, en la segunda mitad de los años 60, dominaba una orientación marxista de la formación con un fuerte énfasis en los aspectos sociales e históricos. Por el contrario, en El Colegio de México, donde a finales de los 60 e inicios de los 70 cursé la maestría en Economía, todo se reducía a la ley de la oferta y la demanda y los mecanismos del mercado que se autorregulaba. Se hacía una utilización desmesurada de la econometría para validar las sacrosantas leyes del mercado.
En Francia, donde realicé un doctorado de Estado en Ciencias Económicas en la primera mitad de los 70, comprendí que en la mayoría de las universidades anglosajonas la disciplina económica no había salido de su pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones puramente teóricas, y a menudo ideológicas, en detrimento de la investigación histórica y la apertura a las otras ciencias sociales. En los años 70 en Francia apareció la teoría de la regulación, inspirada en el análisis marxista de la acumulación, de la Escuela de los Annales (Braudel) con su perspectiva histórica de largo plazo y de los útiles poskeynesianos de la macroeconomía. Todo esto daba una perspectiva más rica a quienes en aquel entonces estudiábamos el doctorado en Francia.
También ejerció la docencia en universidades de diversos lugares del mundo. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
De hecho, como docente de tiempo completo solo me desempeñé en dos universidades, en la Universidad Autónoma Metropolitana de México de 1975 a 1989 y en la Universidad de París VIII (Vincennes-Saint-Denis) de 1990 a 2016. Fueron dos experiencias completamente diferentes. En el primer caso se trataba de una universidad mexicana recién creada donde se partía de cero, elaborando por primera vez los planes de estudio. En el Departamento de Economía (campus Iztapalapa) coincidieron economistas formados en reputadas universidades de Francia, Estados Unidos e Inglaterra. Mientras unos habían sido formados en la tradición marxista, otros tenían una formación de economía neoclásica, pero la mayoría de ellos pretendían superar a través de la crítica las limitantes de su propio enfoque. Este enfoque crítico fue inculcado a los estudiantes de las primeras generaciones de la universidad.
La Universidad de París VIII, donde comencé a ejercer como docente en 1990, es la emanación del Centro Experimental Vincennes creado a raíz del movimiento francés del 68. Sin embargo, a inicios de los 90 esta universidad se encontraba ya en proceso de “normalización”, con cursos de economía estándar, ausencia de cursos de marxismo y de historia, introducción creciente de cursos de econometría y administración de empresas. Dicho proceso se acentuó recientemente con la partida a la jubilación de profesores reclutados en los 70 y los 80, reemplazados por jóvenes profesores formados en la teoría dominante de la economía.
En las últimas décadas se ha impuesto el paradigma neoliberal, al punto que muchos economistas hoy dan como un hecho que el “éxito” relativo del desarrollo en la India tiene que ver con la colonización inglesa, olvidándose de Nehru… ¿Que podría decir al respecto?
Se puede afirmar que la transición de India hacia el crecimiento comenzó a inicios de los años 80 y no en la década de los 90. Contra lo que se señala habitualmente, dicha transición no fue desencadenada por las habituales reformas del Consenso de Washington, ya que apareció 10 años antes de que estas reformas hayan comenzado a ser implementadas. Al contrario, fueron las reformas operadas en India, en los años 80, que consistieron esencialmente en reforzar la sustitución de importaciones, siguiendo un enfoque gradual más que una terapia de choque como en América del Sur, las que se revelaron particularmente atractivas desde el punto de vista de la economía política, ya que prácticamente no generaron perdedores.
Su país fue por décadas un modelo de desarrollo económico nacional e independiente. ¿Cuándo fue que esto cambió?
Las reformas neoliberales seguidas en México desde principios de los años 80 trastocaron la integración de los grupos ganadores y perdedores del país: gana la derecha, pierde la izquierda de tradición revolucionaria; gana la economía, pierde rectoría la política; gana la especulación financiera, pierde la producción real. En materia distributiva, por ejemplo, entre 1980 y 2008, la participación del trabajo en el producto se redujo de 45% a 30%; asimismo, el gasto del sector público se contrajo de 40% a 20% del mismo producto, restando mando e influencia al Estado y a los trabajadores.
A fin de cuentas, con el abandono de la industrialización sustitutiva de importaciones y la instauración del modelo neoliberal, México se encuentra en una situación en la cual, aun cuando dispone de una mayor parte de la población mundial, ha disminuido su participación en la estructura de la producción mundial y en la del ingreso mundial, sufriendo al mismo tiempo una regresión en términos de su nivel de desarrollo relativo mundial. La esperada convergencia con los países ricos de la OCDE no solo no se ha confirmado, sino que se transformó en un proceso de divergencia que ha aumentado la brecha del desarrollo.
En síntesis, los últimos 30 años aparecen históricamente como un período de retroceso económico que llevó al país al estancamiento estabilizador. La razón del rezago de la economía mexicana se encuentra en el crecimiento mediocre de los últimos decenios —que hace de México uno de los países con menor crecimiento de los últimos 30 años—, muy por debajo de la norma histórica que caracterizó a México durante cuatro decenios antes de los 80 del siglo pasado.
Como ha sido bien documentado, el crecimiento mediocre no resulta de la ausencia de reformas estructurales de orden microeconómico, como las emprendidas por Peña Nieto, sino de una baja tasa de inversión pública que se manifestó en una baja tasa de acumulación de capital, de una política fiscal procíclica y de una política monetaria que ha provocado una tendencia recurrente a la apreciación del tipo de cambio real del peso, lo que afectó negativamente la rentabilidad de la inversión.
¿Se puede anticipar un retorno al legado de Lázaro Cárdenas como resultado de la crisis actual en Occidente?
El retorno al legado de Lázaro Cárdenas es justamente lo que está buscando el presidente Andrés Manuel López Obrador tratando de abandonar las políticas neoliberales, aunque con todas las limitaciones que implica la denominada austeridad republicana. Como decía el expresidente José Mujica, un político o simplemente alguien de izquierda debería eliminar el término austeridad de su vocabulario y hablar más bien de sobriedad. La austeridad así sea republicana no deja de ser austeridad con todas las consecuencias que esto tiene en términos económicos y sociales.
“El subdesarrollo no es un fenómeno coyuntural, sino un bloqueo del crecimiento”
Hace años escribió un trabajo sobre el economista francés François Perroux, titulado “FP: pionero olvidado de la economía del desarrollo”. ¿Cuál era el enfoque de Perroux? ¿Cómo difiere de la visión establecida en la actualidad sobre el problema del desarrollo?
En 2018 publiqué en la editorial mexicana Siglo XXI un libro titulado “Los caminos del desarrollo del tercer mundo al mundo emergente”. En el capítulo 2 de dicho libro presento la teoría del desarrollo de François Perroux (1903-1987), quien es el economista francés más reputado, más prolijo y más singular del siglo XX. Como afirmó Paul Streeten, “entre los economistas fue un gigante”.
Durante mucho tiempo considerado digno de recibir el Premio Nobel de Economía, Perroux no obtendrá dicha distinción a pesar de su estatura internacional de primer plano. Su obra es inmensa: un número impresionante de libros, cursos, opúsculos y conferencias sobre los temas más diversos. No podemos más que estar de acuerdo con uno de sus discípulos cuando señala que “su lugar en el plano económico podría compararse con el de un Víctor Hugo o de un Balzac en literatura”.
Su pensamiento integró influencias variadas e incluso contradictorias: Antonelli, Schumpeter, Cournot, Sombart, Chamberlain, Marx, Mises, Hayek, Pantaleoni, Morgenstern, Hicks, Samuelson, Robinson, Kaldor, Kalecki, entre otros. Todas estas influencias contribuyeron a una representación original de la economía abierta a la historia, la sociología, la política, la cultura, la ideología, la filosofía y la religión. El único hilo conductor en toda su obra es un humanismo cristiano no necesariamente bien apreciado entre los economistas. Su preocupación por los efectos de dominio y la desigualdad —ignorados por la teoría anglosajona del desarrollo— lo llevó muy rápidamente a interesarse en el denominado tercer mundo.
En particular, Perroux hablaba del problema de la desarticulación y la cobertura de los costos del hombre. ¿Podría explicarlos? ¿Puede pasar por allí la solución a los problemas actuales que enfrentan las economías en desarrollo?
La preocupación de Perroux por el tercer mundo remonta a finales de los años 50 con la publicación del artículo “Tres instrumentos para el análisis del subdesarrollo”, que abre una serie de trabajos del Instituto de Ciencia Económica Aplicada, fundado por Perroux en 1944, dedicados a los países subdesarrollados.
Para Perroux, el fenómeno del subdesarrollo es históricamente fechado, es decir, producto de una historia y no una etapa natural, normal de la historia. Se trata de un fenómeno original que no conocieron los países desarrollados. El subdesarrollo no es un fenómeno coyuntural, un atraso, sino estructural, un bloqueo del crecimiento.
El análisis económico del subdesarrollo implica entonces responder a tres cuestiones: ¿Cuál es el origen del subdesarrollo, ya que se trata de un fenómeno fechado históricamente y no natural? ¿Cuál es la esencia de este fenómeno? O, dicho de otra manera, ¿en qué consiste el bloqueo estructural del crecimiento? ¿Cuáles son las manifestaciones aparentes de este bloqueo? O, para decirlo de otra forma, ¿cómo se puede notar que un país es subdesarrollado?
Según Perroux, los tres instrumentos de análisis son las tres respuestas a cada una de estas preguntas: el subdesarrollo es el producto del dominio ejercido por Europa sobre los países periféricos; este dominio, que fue una auténtica agresión económica, originó la destrucción del equilibrio antiguo de estas economías, lo que desembocó en un fenómeno de desarticulación de las estructuras. Dicha desarticulación constituye una manifestación en las estructuras internas de estos países del dominio externo que sufrían; este dominio y esta desarticulación se expresan concretamente no en los términos ambiguos de una cifra única como el PNB por cabeza, sino en un fenómeno más profundo y más complejo, la ausencia de cobertura de los costos del hombre.
Los costos del hombre de Perroux son los que permiten a los hombres alimentarse, curarse y acceder a la cultura y a las distracciones. Los costos del hombre son “los gastos fundamentales del estatuto humano de la vida para cada uno en un grupo determinado”. No se reducen simplemente a los costos de mantenimiento de los trabajadores. Perroux aclara que esos costos “atañen a todo ser humano cualquiera que sea, porque es un ser humano y no porque realiza un tipo determinado de actividad”. Como la experiencia demuestra que cada ser humano no está en todos lados ni siempre, en situación de cubrir él mismo estos gastos, “la expresión ‘costos del hombre’ designa prácticamente los costos prioritarios asumidos por un poder público —no forzosamente un Estado Nacional— para que todos los seres humanos se beneficien de las condiciones fundamentales de su vida”. Concretamente, en cualquier país y especialmente en los países subdesarrollados, la cobertura de los costos del hombre resultará de medidas específicas tomadas por el poder público y de una política económica de desarrollo.
Para Perroux, los costos del hombre son profundamente históricos, dado que las necesidades a las cuales hacen referencia son función del estado y del ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas en cada sociedad. Su ausencia de cobertura, producto del subdesarrollo, es sinónimo de destrucción. Así, el subdesarrollo se define como una situación en la cual los costos del hombre no son cubiertos. En efecto, las economías subdesarrolladas no otorgan a todos los miembros de la sociedad el mínimo vital evaluado por la ciencia, es decir, “los costos que procuran a cada uno la esperanza de vida, la salud, el acceso al conocimiento, compatibles con las condiciones concretas de lugar y época, no son cubiertos”. Pero, ¿cómo podríamos, por ejemplo, definir un mínimo vital en materia de esperanza de vida?
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