El economista del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) Adrián Fernández conversó con La Mañana acerca de la política monetaria que ha llevado adelante el Banco Central (BCU), con la cual ha sido muy crítico. “Hay una inconsistencia de base en el razonamiento” de la autoridad monetaria con respecto a la baja de la inflación, aseguró. El especialista dijo también que se necesita una mayor coordinación y compromiso del resto del Gobierno para lograr el objetivo de la reducción inflacionaria.
¿Cómo analiza la política monetaria y cambiaria que ha llevado adelante el BCU en lo que va del año?
En general el BCU ha sido consistente con las líneas de política monetaria adoptada, quizás con alguna excepción en los últimos meses. Con la inflación todavía en niveles altos, a principios de año el BCU mantuvo tasas de interés elevadas, incluso cuando había comenzado una clara tendencia descendente, ubicándose finalmente la inflación dentro del rango meta. La fuerte desaceleración, que llevó el dato de setiembre a 3,9 por ciento interanual, el mejor dato en dieciocho años, ha sido saludada por las autoridades del BCU como una directa consecuencia de la política monetaria llevada adelante. “La inflación está donde nosotros esperábamos que estuviera, el objetivo por el que hemos trabajado”, fueron las palabras del presidente Labat a fines de agosto. Estos resultados han justificado las rebajas de la tasa de política monetaria (TPM) de las últimas reuniones del Comité de Política Monetaria (Copom), incluyendo la reducción de la última semana. También como un fundamento se han mencionado unas modestas reducciones en las expectativas de inflación. En nuestra opinión, hay una inconsistencia de base en todo este razonamiento.
¿Por qué?
Tomando las propias cifras del BCU de descomposición de la inflación, por ejemplo, en el último Informe de Política Monetaria, la reducción de la inflación núcleo se produce a partir de la inflación de transables. Y, agrego yo, solo por la trayectoria del tipo de cambio, que tuvo una caída de casi siete por ciento hasta setiembre. Es decir, ha sido la caída del tipo del cambio lo que ha permitido que la inflación de transables en el año a setiembre se ubicara en cero por ciento, compensando incluso un crecimiento de precios internacionales –la cuenta simple es de una inflación internacional de siete por ciento–. ¿Qué pasó con la inflación de los no transables? Dentro de la inflación núcleo, la parte no transable tuvo una reducción de uno o dos puntos en el último año, pero sigue en valores elevados, de siete por ciento interanual a fines de setiembre. Que la inflación núcleo se ubique en tres por ciento en setiembre es, entonces, resultado principalmente de la revaluación del peso uruguayo en el último año.
Esa es la inconsistencia que mencionaba. Asumir, como menciona el presidente Labat, que la inflación ya alcanzó el nivel objetivo, es suponer que el dólar se ubica en un valor de equilibrio. Si el dólar, por la razón que sea, vuelve a valores más normales, ello tendrá una repercusión directa sobre los precios de los transables. Si bien puede discutirse cuánto es el retraso del dólar, tomando los valores del BCU la brecha cambiaria es superior a diez por ciento. Suponiendo que se corrigiera este valor en un año, en la ausencia de otros choques, tendríamos una incidencia al alza en la inflación de cinco puntos porcentuales por el lado de los transables, que deberá sumarse a lo que aporten los no transables. Estos últimos, incluso procesando el traslado de los mayores costos salariales derivados de la recomposición del salario real de la última ronda de Consejos de Salarios. Claramente, la inflación general se escaparía del rango meta.
El economista Carlos Steneri afirmó a La Mañana que el BCU debía bajar la tasa de referencia en la próxima reunión del Copom dado que debería tener un nivel acorde con la inflación actual. ¿Cuál es su visión al respecto?
He insistido en que la política monetaria, la utilización de la tasa de interés y el costo del crédito como instrumentos para incidir en la inflación, no es eficiente en el caso de Uruguay. Creo que la descripción anterior de cómo bajó la inflación en el último año, y el poco efecto que tuvo sobre los no transables, que es la categoría de bienes y servicios que debería ser la más sensible a la política monetaria, justifican mi apreciación. El punto en el que la política monetaria sí tiene una incidencia es sobre los valores del tipo de cambio. Como hemos planteado reiteradas veces, el diferencial de tasas de interés en moneda nacional y moneda extranjera, un resultado de la política monetaria, tiene una incidencia directa sobre el tipo de cambio. Por lo tanto, más que mirar los niveles de inflación yo tomaría en cuenta el comportamiento del mercado cambiario, las perspectivas de las tasas de interés internacionales, entre otros. Creo que continuar la reducción de la TPM sería deseable para recomponer un nivel del dólar más adecuado, de mayor competitividad para la economía uruguaya.
En una entrevista en radio El Espectador, el economista Javier de Haedo criticó la política actual del BCU opinando que se “pasó de rosca” en la baja de la inflación. ¿Coincide con esta apreciación?
Si la reducción de la inflación hubiera sido sobre bases sostenibles y no sobre una pérdida que podemos juzgar como transitoria del tipo de cambio, yo habría estado conforme con los valores alcanzados. Una inflación anual en el orden de cuatro por ciento corresponde, a mi juicio, a un valor adecuado, que tiene la ventaja de una baja inflación para facilitar la planificación de los agentes y, al mismo tiempo, permite cierta flexibilidad para cambios en precios relativos sin mayores efectos sobre la producción y el empleo. Como argumentamos, la actual baja de la inflación tiene bases débiles, ligadas al atraso cambiario. En ese sentido creo que el BCU se equivocó con su política.
De Haedo afirmó también que el Gobierno no tiene equipo económico y que el BCU “está en una actitud independiente que hace lo que se le canta”. ¿Qué reflexión le merece ese planteo?
Coincido con Javier de Haedo. El Gobierno no tiene equipo económico como estábamos acostumbrados en los gobiernos anteriores, del Partido Colorado y el Partido Nacional después de 1985 inclusive. Acá hay dos elementos para considerar. Por un lado, lo que se necesita es más coordinación entre organismos públicos, el funcionamiento efectivo del equipo económico con el objetivo de abatir la inflación. Si no hay un compromiso del resto del Gobierno –MEF, MGAP, MIEM, OPP, pero también empresas públicas– con un plan para reducir la inflación, la política monetaria del BCU tiene pocas o ninguna chance de éxito.
La reducción permanente de la inflación a valores razonables requiere de políticas coordinadas que reduzcan los niveles de indexación de la economía, no solo a nivel de salarios, sino de otros precios que están indexados; aumentos en los niveles de competencia de la economía, que se han visto como muy necesarios en la presente coyuntura de precios tan baratos en Argentina; acciones destinadas a profundizar el mercado cambiario; aumentar la bancarización de la economía, la desdolarización, entre otros. Y estos solo son ejemplos de un amplio abanico de políticas necesarias para la reducción sostenible de la inflación.
Como un segundo elemento, la coordinación en el marco de un equipo económico no puede ser de ninguna manera a costa de la necesaria independencia con la que tiene que funcionar el BCU para evitar la dominancia fiscal. En mi opinión, se debe revisar la institucionalidad para garantizar la independencia del BCU; reforzar los mecanismos que impidan al BCU financiar directa o indirectamente los déficits fiscales. En eso tenemos que ser inflexibles. Y hay mucho por mejorar. Varios analistas han argumentado que se debe reforzar su independencia para permitirle llevar políticas “impopulares”, como sería necesario para lograr finalmente una baja sostenible de la inflación de acuerdo con las recetas ortodoxas. Personalmente, sería cauteloso en relación con admitir que el BCU lleve adelante políticas a contrapelo de la realidad económica, que creo que es el sentido de la crítica de Javier de Haedo.
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