Francia ve la transición hacia una economía descarbonizada como una oportunidad para restaurar su independencia energética y para esto se basa en un uso masivo de la energía nuclear. Alemania veía la transición como una oportunidad para comerciar hidrógeno y electricidad generada a partir de fuentes renovables, usando al gas natural como un puente entre los sistemas actuales y los futuros; hasta que la guerra en Ucrania cortó sus planes de raíz. Ahora Alemania se debate entre el sueño de un futuro más verde y la dura realidad de su dependencia del gas importado. Las decisiones que toman los países durante una crisis definen su futuro, a veces de forma irreversible. La IRA (ley insignia de la administración Biden en materia de cambio climático) puede ser un punto de inflexión. La estrategia de la UE para el clima se diseñó atendiendo a los criterios de neutralidad fiscal y compatibilidad con los principios internacionales en materia de competencia. Pero con la aprobación de la IRA, Estados Unidos eligió la estrategia opuesta. Lejos de la neutralidad fiscal, la IRA se basa en el uso de subsidios y es deliberadamente distorsiva, ya que las empresas que deseen acceder a los subsidios deberán comprometerse a crear puestos de trabajo dentro de Estados Unidos y no pagar menos que el salario establecido. La dirigencia europea todavía no decidió si lo mejor es imitar la IRA (a la que acusan de discriminar a las empresas radicadas en la UE) y lanzarse a una carrera de subsidios, o responder conforme a su “ADN” y dar pelea con sus propios instrumentos comerciales y competitivos. Declaraciones recientes hacen pensar que se inclina por la primera opción.
Jean Pisani-Ferry, Project Syndicate
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