El multilateralismo no está dando respuesta a las necesidades que plantean muchas economías. Esta situación se da en plena tensión geopolítica a nivel global, con la necesidad de abordar la transición energética y de poder atender las dificultades y vulnerabilidades que plantea el mundo en términos de crecimiento, nuevos centros de poder y conflictos bélicos constantes.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) está ya hace tiempo en crisis. Ese marco multilateral que regula, pone límites y genera equilibrios ha sido producto de los intereses individuales, de la guerra comercial, de la nueva realidad geopolítica. También pesa la búsqueda individual por alternativas que repercutan en acceso a mercados y mayores tasas de crecimiento, muchas veces que vienen de propuestas que defienden medidas proteccionistas o alineamientos entre algunos. Pero también es clave considerar que la propia OMC no ha tenido la capacidad real de reconvertirse y dar respuesta a las nuevas necesidades y dificultades que tiene el mundo y hasta ir levantando sus propias deficiencias como institución multilateral de normas que regulan el comercio y los intercambios.
Existen hoy muchos análisis y artículos sobre el tema de la OMC, de quienes la defienden y quienes la atacan, pero también de quienes buscan profundizar en un análisis neutral que permita entender más allá de la propia institucionalidad multilateral las dificultades que se plantean a la hora de generar normas, buscar objetivos globales más allá de los intereses individuales que puedan tener los países generando mecanismos de protección de quienes presentan mayores niveles de vulnerabilidad. Pero hoy es evidente que ni la pandemia, ni los conflictos bélicos con miles de muertos y víctimas civiles, ni siquiera el cuidado del propio planeta tienen la capacidad de alinear intereses. De esta forma la propia OMC y muchos otros organismos han tenido total incapacidad de generar un marco que permita proyectar y atender intereses que sean a nivel de la humanidad. En este contexto es necesario entender qué está pasando con la multilateralidad y qué tipo de instituciones y alianzas necesita y tiene capacidad de construir la comunidad global para pensar en el futuro.
Multilateralidad en crisis
Si bien se habla de las dificultades y debilidad de la OMC, es una realidad que la mayoría de las veces se la crítica a partir de situaciones específicas que pueden surgir ante complicaciones y desacuerdos con disposiciones específicas que traen malestares puntuales. En general podemos tener malestar con algo, pero nos quejamos cuando nos afecta en forma concreta. Al respecto en un reciente artículo Pinelopi Kaoujinou Golberg en Project Syndicate afirma que “si bien las disputas políticas sobre disposiciones específicas de los acuerdos comerciales son típicas, la reciente oposición de los países en desarrollo a una moratoria extendida de los impuestos digitales es emblemática de un problema más profundo” y la verdadera crítica que está detrás es que la OMC tiene poco y nada que ofrecer.
Cuestión de esfuerzos y prioridades
Mantener la multilateralidad es hacer esfuerzos y muchas veces las crisis forman parte de falta de voluntad y no de la institucionalidad misma. Tal es el caso, por ejemplo, de las economías europeas que atendiendo problemáticas a nivel de sus territorios buscan aumentar los proteccionismos, o la propia crisis económica de la UE y las simpatías ideológicas que no están dispuestas a hacer esfuerzos extras. Un ejemplo son la incorporación de normas de tipo ambiental o laboral en los acuerdos comerciales, sin bien hay avances. Pero también todo lo referente a la inteligencia artificial es otra dimensión que se suma y con grandes incertidumbres. Falta dimensionar consecuencias, al respecto la propia Pinelopi Kaoujinou Golberg afirma que “si bien tienen buenas intenciones, las economías avanzadas deben reconocer que sus esfuerzos por abordar cuestiones climáticas, laborales y de derechos humanos podrían tener graves consecuencias distributivas, potencialmente a expensas de muchos países en desarrollo”.
Falta mucho en materia de cooperación y de abordaje de los grandes equilibrios globales. Existen muchas dificultades de los países con mayores dificultades que vienen deteriorándose condiciones postpandemia y con las últimas medidas y situaciones críticas. Estamos en un mundo más desigual, con altos niveles de deuda y fuertes vulnerabilidades.
Esto es especialmente cierto en el caso del cambio climático. Los países de bajos ingresos están en peores condiciones ante las consecuencias del cambio climático, pero son comprensiblemente reacios a impedir su propio crecimiento para solucionar un problema causado por los pecados pasados de los países más ricos. Si se combinan estas preocupaciones con el impulso de los países de altos ingresos hacia el friend-shoring que significa más comercio entre los países ricos. Se generan más distancias y enfrentamientos.
Más o menos multilateralismo
La pregunta es cómo se sale de las dificultades. Pero para la respuesta hay quienes entienden que se debe dar fin a la OMC y en la vereda opuesta quienes entienden que se sale con más multilateralismo. Son dos posiciones opuestas y que pueden conducir a mundos muy diferentes, y las opciones del medio no están muy claramente plasmadas. Parece imposible transitar en un mundo desordenado donde la opción sería que gane el más fuerte y alinee a quienes quiere o le conviene. Pero, además, el mundo más que nunca se plantea una cantidad de desafíos y necesidades que atender desde una perspectiva global como son los aspectos que hacen al cambio climático, los capitales globales, las pandemias, las dependencias en materia energética y de minerales esenciales, entre muchas otras. Enfrentar problemas compartidos, es atender objetivos comunes y eso se hace en forma comprometida, innovadora y en conjunto. Ante todo, se necesita una nueva forma de hacer institucionalidad, renovada y con una gobernanza genuina consciente de los fracasos propios. Nunca se va a empezar de cero.
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