Recientemente, el Centro de Investigación de Políticas Económicas (CEPR), el Centro Internacional de Estudios Monetarios y Bancarios, y el Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE) publicaron el 24º Informe de Ginebra que se denomina “Deuda de la tormenta”. En el mismo se analizan los riesgos geoeconómicos que implica una deuda récord en la economía mundial como resultado de estos dos años de crisis. Concluye que, si bien la deuda no debe ignorarse, tampoco debe temerse y debe hacerse foco en manifestaciones que implican mayores niveles de riesgo.
Deuda de la tormenta
El informe denominado “La deuda de la tormenta” destaca que la economía mundial está atestada de deuda. Los niveles se encuentran en máximos históricos en relación con la producción.
La deuda de los sectores público y privado en las economías avanzadas y de mercados emergentes ya había alcanzado niveles sin precedentes en las últimas cuatro décadas, antes de aumentar aún más en la pandemia.
Los niveles de endeudamiento de las familias, empresas y soberanos presentan sus máximos históricos con relación a la producción. Los niveles de deuda y crédito se encuentran estrechamente ligados a lo que es el ciclo económico, las crisis y la volatilidad. La deuda es uno de los principales factores de vulnerabilidad de las economías.
Interesa analizar qué ocurre con la deuda pública, la deuda de las empresas y la de los hogares, y a su vez separar las características de estas en función de las economías más desarrolladas y la más atrasadas, ya que sus comportamientos han sido diferentes.
La deuda pública en las economías avanzadas ha aumentado debido a la pandemia, pero los costos de endeudamiento están cerca de un mínimo histórico y con tasas por debajo de las tasas económicas. Los bancos centrales también han ayudado a mejorar las condiciones de financiación a corto plazo. Si bien existen muchos desafíos para la política fiscal, muchos de los cuales se agravan con el Covid, pero ya estaban (por ejemplo, el envejecimiento, la desigualdad, la digitalización, la transición verde), la situación en las economías avanzadas parece manejable por ahora.
En estas realidades existió un rápido aumento de la deuda pública en los últimos 40 años, desde alrededor del 40% del PIB a principios de la década de 1980 hasta más del 100% en la actualidad. Sin embargo, la carga de la deuda actual es casi la misma que la carga de la deuda en la década de 1980. Surge el tema si el aumento de la inflación y consecuencia de la deuda, y las tendencias no nos dan nada conclusivo por el momento. En un momento en que la deuda pública se ha más que duplicado desde la década de 1980, la inflación ha disminuido desde un máximo de alrededor del 12% a alrededor del 3%, justo antes del último repunte de la inflación. Y las expectativas de aumento de la inflación a largo plazo se han mantenido estancadas a pesar del aumento de la deuda pública.
El legado de la crisis financiera, la estructura por agentes y niveles de desarrollo
La deuda de los hogares en las economías avanzadas, que desempeñó un papel central en la crisis financiera mundial, disminuyó después de la crisis y no aumentó de forma significativa durante la pandemia. La combinación de tasas de interés bajas y el despalancamiento de los hogares que siguió a la crisis financiera mundial ha llevado a una disminución marcada de la carga de la deuda en las economías avanzadas.
Por el contrario, la carga de la deuda aumentó en las economías emergentes antes de la pandemia, aunque los niveles generales de esta carga son aproximadamente la mitad de los de las economías avanzadas, pero llegando a guarismos similares a las economías avanzadas en los 2000, elemento determinante de la crisis financiera mundial.
En los últimos diez años, la deuda corporativa ha aumentado un 60% en las economías avanzadas en relación con su nivel en 2008, pero solo un 20% en las economías emergentes. La deuda corporativa es un área a tener en cuenta, pero los temores acerca de la zombificación que el resurgimiento de la deuda corporativa con pocas probabilidades de ser pagado por empresas esencialmente fallidas, y sus efectos adversos en la macroeconomía, dependen de manera crítica de que los procedimientos de quiebra y resolución sean fluidos.
Existe relativo consenso en que no hay mayores preocupaciones sobre las deudas corporativas, sí puede haber quiebras, pero son focalizadas. La crisis financiera dejó mejores condiciones institucionales que evitan estos quiebres generalizados. El informe destaca que cuando tales instituciones están bien establecidas y se les permite funcionar sin problemas, los auges de la deuda corporativa generalmente dejan pocos rastros en la macroeconomía.
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