El Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) publicó un informe sobre la inflación en el cual manifiesta su punto de vista contrario al diagnóstico del Banco Central del Uruguay (BCU). El economista e investigador de la institución, Adrián Fernández, conversó con La Mañana respecto al documento y explicó por qué no concuerda con la utilización de la tasa de interés como instrumento para controlar la inflación.
La inflación en octubre fue de 1,04%, ubicando la inflación de los últimos 12 meses en 7,9%, por encima del rango meta. El BCU atribuye esto a un exceso de demanda, pero en un informe reciente, Cinve ofrece una explicación alternativa. ¿Puede elaborar al respecto?
Es posible que exista cierta presión de demanda en la construcción, insumos para el agro, bienes de consumo durables, pero son presiones aisladas, solo en algunos mercados de consumo y de bienes de inversión. En nuestra opinión, el principal factor que está jugando actualmente en Uruguay son problemas de oferta: incrementos de precios internacionales y problemas en algunas cadenas de suministros nacionales, ligados a dificultades de abastecimiento internacional.
Este diagnóstico lo basamos en el comportamiento de los precios de los bienes transables respecto de los no transables. Los transables son aquellos que se exportan o se importan, aquellos bienes cuyos precios son directamente afectados por los precios internacionales. En el IPC (Índice de Precios del Consumo) se observan aumentos muy elevados. La carne vacuna, por ejemplo, aumentó 20% en los 12 meses a noviembre, muy por encima de la inflación general, de 8%. Ello es el resultado de buenos precios de exportación, lo que es una noticia positiva para el país, pero que tiene consecuencias negativas en los precios internos y en el costo de vida de los uruguayos. El problema no se circunscribe exclusivamente en commodities. En el caso del IPC es notable el crecimiento de algunos bienes de consumo durables, como motocicletas y televisores.
Los precios internos de los bienes transables se arbitran, se corrigen, por las variaciones en los precios internacionales y por la variación del tipo de cambio. Y el tipo de cambio ha tenido un efecto deflacionador: en los 12 meses a noviembre el dólar ha crecido menos de 4%, por debajo de la inflación. O sea, estos aumentos de precios transables que mencionamos (carnes, aceites, electrodomésticos) habrían sido aún mayores si el dólar hubiera acompañado a la inflación.
Por su parte, los no transables, básicamente servicios, están aumentando por debajo del promedio. Entre otros factores, porque los salarios están creciendo menos. En nuestros cálculos con el cierre de octubre, el crecimiento de los transables se acercaba al 10% en los últimos 12 meses, mientras que los no transables lo hacían en 5%. En los cálculos de Cinve, incluimos como no transables a las frutas y las verduras, que han registrado bajas en los últimos 12 meses. Pero aun excluyendo este componente, se tiene un crecimiento inferior para el resto de los bienes y servicios no transables.
El informe es crítico sobre la utilización de la tasa de interés como instrumento para controlar la inflación. ¿Qué problemas genera este instrumento? ¿Qué alternativa tendría el BCU? ¿O la solución está fuera del BCU y es de naturaleza fiscal?
No vemos que el problema de la inflación esté hoy influido por temas fiscales. Y sí, efectivamente, discrepamos con el BCU sobre el instrumento utilizado. Si nuestro diagnóstico es correcto, y la principal presión sobre la inflación tiene relación con los precios de los transables, el instrumento a utilizar no debería ser una política monetaria restrictiva. Observemos que, si comparamos la inflación efectiva con las metas del BCU, los no transables están alineados dentro de la meta. El problema son los transables.
Cuando el BCU aumenta la tasa de interés de referencia, tiene como objetivo dar la señal de un encarecimiento del crédito. Y un mayor costo del crédito para familias y empresas genera menor demanda para consumo e inversión. Ello quita presión sobre los distintos mercados de bienes, y en el mercado de trabajo, reduciendo los incrementos de precios y salarios.
Este es el esquema teórico convencional. En economías pequeñas y abiertas, elevar las tasas domésticas puede producir un incentivo a la entrada de capitales y presiones a la baja en el dólar. Contener el dólar para bajar la inflación suele ser una mala idea, y el BCU lo tiene claro. Sin efectos sobre el dólar, los precios internos de la carne en Uruguay van a seguir ajustándose en base al precio de exportación, independientemente del nivel de las tasas de interés. Por eso pensamos que la política del BCU no es la más adecuada.
¿Cuál es la solución?
El BCU tiene poco para hacer. Hay que apelar a políticas microeconómicas, propias de los Ministerios de Economía, de Industria, de Agricultura. En nuestra opinión, el BCU tiene que esperar y ver qué pasa con los precios internacionales. Los aumentos en commodities, en nuestros productos de exportación, en el petróleo, entre otros, ¿son transitorios o son permanentes? Si son transitorios, lo mejor es no innovar, esperar a que retornen a valores normales. Si son permanentes, se precisa un abanico de políticas, fundamentalmente microeconómicas, que suavicen los cambios necesarios de precios relativos. El BCU va a tener un papel fundamental cuando efectivamente se observen presiones de demanda.
En el informe se sostiene que “la suba de la Tasa de Política Monetaria podría tener un efecto inverso al deseado”. ¿Podría explicar cómo las subas de tasas pueden de hecho provocar un aumento de la inflación?
Si concordamos con el diagnóstico de que lo que está sucediendo hoy es un problema de oferta, un encarecimiento del crédito puede tener el efecto opuesto al buscado, para bienes transables y sustitutos. Por ejemplo, un empresario que esté buscando ampliar su producción puede estar necesitando mayor crédito, no solamente para inversión física, sino simplemente para capital de trabajo. Y esta política monetaria tendería a desincentivarlo.
Finalmente, el informe es crítico sobre la no suba en el precio de los combustibles. ¿Por qué no es conveniente mantener los precios actuales financiados con ganancias extraordinarias de Ancap?
Para ser precisos, las decisiones oficiales sobre precios de combustibles han contribuido a moderar la inflación, sin perjuicio de que los combustibles constituyen uno de los ítems que más ha crecido en su precio en el último año; pero, nuevamente, el problema aquí es el precio internacional del petróleo.
En nuestra opinión, la inconveniencia es por la inseguridad que genera el actual mecanismo. Se comenzó con una aplicación estricta, pero luego, ante nuevos aumentos del petróleo, se cancelaron debido a las ganancias extraordinarias de Ancap. Si las ganancias fueran permanentes –porque se redujeron ineficiencias, entre otras cosas- es razonable que ello se traslade en forma permanente a los precios. Pero con estas ganancias transitorias el problema es qué pasa cuando se terminen. ¿Se van a aumentar los combustibles para “recuperar” los incrementos que no se produjeron? Ello puede generar una expectativa de inflación reprimida, y con ello remarques precautorios en los precios.
Más allá de la transparencia en los factores que influyen en los precios de los combustibles, que siempre es deseable, se necesita un mecanismo claro y simple. Si lo que se desea es suavizar incrementos elevados, se puede apelar a las ganancias de Ancap, pero con un horizonte claro, con una regla clara. En lugar de corregir por la variación del mes pasado, se podría tomar algún tipo de promedio móvil de varios meses, que reduzca el impacto de los shocks imprevistos, junto con una activa política de coberturas (hedges) en los precios del petróleo por parte de Ancap. Ese sería, a mi juicio, un sistema más eficiente.
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