Génesis
El Mercosur no fue un acto meditado, nacido de una vocación continental de integración. Sus verdaderos padres fueron Alfonsín y Sarney cuando a fines de 1989 suscribieron acuerdos de profunda liberalización del comercio bilateral Argentina-Brasil en Foz de Iguazú. Impulsados por el MAP (miedo a perdérselo), los presidentes de Paraguay y Uruguay acudieron presurosos a solicitar inclusión en el proyecto que fue formalizado por el Tratado de Asunción en marzo de 1991. En Uruguay el tratado fue ratificado por unanimidad en el Senado y avasalladora mayoría (91-3) en la Cámara de Diputados.
La integración comercial entre dos o más países es una acción de política interna en cada uno y de relacionamiento comercial en lo externo, inspirados en la expectativa de que la expansión de mercados resultante y la eliminación de aranceles produzcan oportunidades de crecimiento económico para todas las partes. En una etapa siguiente, la creación de una unión aduanera implica además cierta concesión de soberanía de las partes en la negociación de una estructura de aranceles externos comunes.
En el caso de un mercado común –un paso posterior– la meta de uniformidad en aspectos regulatorios, impositivos y de flujos de factores requiere una participación más intensiva de las autoridades económicas por la propia naturaleza de los temas. Igual lógica aplica a instancias preparatorias de integración aún más complejas (como ser el mercado único o un área monetaria común), donde la cesión de soberanía nacional ante un ente comunitario es mayor.
Fuentes
Es normal, pues, que los tratados que establecen dichos acuerdos se inspiren en una larga tradición de derecho comercial internacional que en el caso de Mercosur incluyeron al GATT, ALADI y los antecedentes de las distintas etapas de la integración comercial europea.
Según el eminente catedrático Héctor Gros Espiell1, la fuente de inspiración del Tratado de Asunción (1991) fue el Tratado de Roma (1957) que creaba un mercado común para los seis pioneros europeos. El Mercosur está aún muy lejos de esa meta: en 30 años no hemos logrado construir más que una zona de libre comercio imperfecta, el primer paso en aquella dirección.
Decepcionado por la lentitud y los magros logros del proceso, Uruguay ha buscado nuevos caminos de expansión comercial, lo cual –a pesar de las inmensas asimetrías entre los socios– ha provocado rispideces con ellos. El cambio de gobierno en Brasil parece anunciar una postura menos comprensiva de aquel país, mientras que el actual gobierno argentino parece entender el proceso de integración como un proyecto de transformación ideológica más que económica.
¿Una fuga hacia adelante?
En tal contexto, fue realmente sorpresiva la propuesta argentina de reflotar la idea de crear una zona monetaria en Mercosur con una moneda única emitida por un banco central regional. No por la idea en sí, que ya se manejó en el pasado, sino por lo inverosímil de la propuesta en el actual contexto regional y la situación económica del país proponente.
El proceso de integración monetaria europea nace con el informe Delors en 1989, más de 30 años después del Tratado de Roma. La comunidad europea se convierte en la Unión Europea en 1993 y poco tiempo después se establecen los criterios de Maastricht. Según la literatura sobre áreas monetaria óptimas (Mundell 1963), un prerrequisito era la sincronización del ciclo económico de los participantes.
Estos criterios establecían las metas macroeconómicas hacia las cuales debían converger los países candidatos a integrar la eurozona (zona monetaria común) para su lanzamiento público en 2002. Para lograr un mínimo de coherencia entre los países participantes se establecieron límites máximos al déficit fiscal, deuda pública e inflación. Cabe destacar que se trata de criterios de ingreso a la eurozona. Ya adentro, muchos países –aun los más conservadores– violaron estos límites, ya sea por excesos en las políticas o por circunstancias externas desfavorables.
Sincronización en Mercosur
Las tres tablas que siguen muestran la evolución reciente de estas variables para el caso de Uruguay y las dos economías grandes del Mercosur. Vemos que, en materia de inflación, tanto Uruguay como Brasil se han mantenido en torno a un dígito, aunque Brasil en un nivel menor. Argentina, en cambio, exhibe un comportamiento descontrolado de dicha variable, con pasajes hiperinflacionarios cercanos a los tres dígitos. El criterio para el euro sumaba 1,5% al promedio inflacionario de los tres miembros con menor inflación, lo que en la práctica rondaba el 3,5%.
INFLACION ANUAL (%) | ||||
2018 | 2019 | 2020 | 2021 | |
Argentina | 34.3 | 53.6 | 42.0 | 59.9 |
Brasil | 3.8 | 4.3 | 4.5 | 10.1 |
Uruguay | 8.0 | 8.8 | 9.4 | 8.0 |
En cuanto al déficit fiscal, cuyo tope Maastricht situó en el 3% del PBI, vemos que Uruguay ha logrado en contadas ocasiones ubicarse por debajo de dicho nivel, mientras que Argentina y Brasil persisten en niveles sustancialmente superiores.
DEFICIT FISCAL (% del PBI) | ||||
2018 | 2019 | 2020 | 2021 | |
Argentina | 5.4 | 4.4 | 8.6 | 4.3 |
Brasil | 7.0 | 5.9 | 13.3 | 4.4 |
Uruguay | 2.7 | 2.9 | 5.1 | 3.9 |
Por último, en lo que refiere al cociente deuda/producto, Uruguay demuestra una prudencia superior a los dos grandes de Mercosur, situándose en un nivel similar al 60% aplicado a los países de la eurozona. Argentina, a pesar de la fuerte quita de deuda impuesta a sus acreedores privados en 2020, sigue presentando el mayor grado de endeudamiento relativo en torno al 80%, nivel que también ha alcanzado Brasil en tiempos recientes.
DEUDA PUBLICA (% del PBI) | ||||
2018 | 2019 | 2020 | 2021 | |
Argentina | 86.4 | 90.2 | 102.0 | 80.5 |
Brasil | 75.3 | 74.4 | 88.6 | 80.3 |
Uruguay | 45.5 | 48.7 | 61.3 | 60.0 |
En resumen, podría decirse que hay un grado considerable de disparidad entre los tres países en cuanto a sus equilibrios macroeconómicos básicos. Esto es crítico a la hora de considerar la posibilidad de un banco central regional que emita una moneda común. Quienes abordan dicha nave deben tener presente que sacrifican soberanía al dejar de emitir una moneda propia y que, por tanto, la política monetaria deberá surgir de un consenso entre los miembros.
Los niveles del tipo de cambio y de la tasa de interés no siempre serán los más convenientes para los proyectos de un país pequeño que representa apenas el 3% del PBI zonal y cuyo ingreso per cápita duplica el promedio de los demás habitantes. El caso de Grecia es un penoso ejemplo de una pequeña economía atrapada en recesión sin poder devaluar la moneda ni bajar la tasa de interés, y condenada a un severo ajuste de cinco años.
- “El Tratado de Asunción: una aproximación a su problemática jurídica”, (29/11/91).
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