Desde hace un tiempo Adrián Fernández viene advirtiendo que el Banco Central del Uruguay (BCU) no logrará bajar la inflación con medidas monetarias, lo que hasta el momento se ha cumplido. En diálogo con La Mañana, el economista volvió a insistir en esto y opinó que el fenómeno inflacionario requiere de esfuerzos mancomunados desde todos los ámbitos de las políticas públicas, a diferencia de lo que sucede hoy, donde la autoridad monetaria trabaja sobre este tema “en solitario”.
En una entrevista con La Mañana a fines de abril, usted insistió en el error de pensar que subiendo las tasas el BCU iba a poder controlar la inflación. Los hechos parecen darle la razón. ¿Cuál es su visión hoy?
Hoy en día hay consenso en que el incremento experimentado por la inflación desde mediados de 2021 fue debido a choques externos. En aquel momento, decíamos que el BCU no iba a lograr bajar la inflación con medidas monetarias, de subas de las tasas de interés. Y, efectivamente, hemos observado mayores niveles de inflación, y, peor aún, persistentemente los analistas, los empresarios, sitúan la inflación en 12 y 24 meses plazo por fuera del rango meta establecido por el BCU.
Hemos utilizado la figura del martillo y los tornillos. El BCU usó el martillo y el problema que enfrentaba era colocar tornillos. El uso de la mala herramienta no es gratuito: la inflación no está controlada, y parece observarse un enlentecimiento del crecimiento del PIB, así como se produjo una revaluación del peso, a lo que seguramente contribuye la política monetaria contractiva.
Lo novedoso es que hay señales de que los precios internacionales dejarían de ejercer una presión sobre la inflación. Y aquí, como en una carrera de postas, el principal factor presionando sobre la inflación pasaría a ser el alza de los precios internos, fundamentalmente de los bienes y servicios no transables, lo que también hemos comenzado a observar en estos últimos meses.
¿Podría pensarse que este cambio de escenario vuelve relevante la política monetaria contractiva del BCU?
Podría pensarse eso, sí, pero es un error. La inflación es un fenómeno muy complejo que requiere de esfuerzos mancomunados desde todos los ámbitos de las políticas públicas. Indudablemente, debe actuar el BCU, pero también deben hacerlo el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y los ministerios sectoriales. De nada sirve que el BCU lleve adelante una política contractiva, orientada a reducir la demanda interna, si desde otros ámbitos el gobierno mantiene una política expansiva del gasto, o si mantiene una política de indexación de las remuneraciones de los trabajadores. En este punto coincido con las opiniones del economista Javier de Haedo.
Hay quienes argumentan en favor de la independencia del BCU para actuar en este sentido.
Yo percibo en muchos casos una idea, a mi entender equivocada, acerca de la independencia con la que debe actuar el BCU. Obviamente, la preservación de la estabilidad macroeconómica requiere de un banco central que actúe con autonomía y que se ponga a resguardo del devenir de la política fiscal. Cuando un banco central emite para financiar el gasto público (dominancia fiscal) se ingresa en un terreno muy riesgoso desde el punto de vista de la estabilidad y la previsibilidad de la economía. La experiencia reciente de Argentina es un claro ejemplo. Pero no se vulnera la independencia del BCU si se coordinan las acciones del gobierno en su conjunto en torno a las metas antiinflacionarias, por ejemplo, facilitando la desindexación o implementando medidas puntuales de reducción de ciertos precios claves, acciones que pueden tener una mayor contribución en la lucha contra la inflación que los aumentos de las tasas de interés. El problema que enfrentamos en la actualidad es que el BCU se encuentra en solitario en la consecución de los objetivos antiinflacionarios.
En este escenario, ¿qué opinión tiene sobre las proyecciones incluidas en el proyecto de Ley de Rendición de Cuentas?
Según mi opinión, resultan reveladoras. Para 2023 y 2024 se prevén tasas de inflación del 6,7% y del 5,8%. Al explicitar estas proyecciones, el MEF está convalidando un escenario de inflación fuera del rango meta establecido para 2023 y apenas dentro del mismo para 2024. Y hay que tener en cuenta los tiempos preelectorales en esos años, que se acompañan, en general, de mayor gasto público y de recuperación salarial para los funcionarios públicos, dificultando el cumplimiento de las metas inflacionarias.
¿Qué debería estar haciendo el BCU en esta coyuntura actual?
Creo que debe hacer un alto en la política que viene llevando adelante. Continuar aumentando las tasas de interés no va a reducir sustancialmente la inflación, sino que provocará perjuicios en el crecimiento económico y afectará a la cotización del dólar. Tampoco ganará en credibilidad. Sí lo haría si optara por sincerar la situación actual e iniciar un diálogo con el resto del equipo económico para establecer un conjunto de acciones coherentes que contribuyan a mitigar las presiones inflacionarias.
En términos de ganancia de credibilidad, creo que el BCU tiene que mejorar sustantivamente su comunicación. Durante los últimos tiempos el BCU ha adoptado medidas sin una adecuada justificación, como ocurrió, concretamente, con la reducción del rango meta de la tasa de inflación el año pasado. También, el BCU tiene que poner sobre la mesa sus proyecciones, los costos de su política en términos de crecimiento y tipo de cambio. Una comunicación que contribuya a generar un debate informado ayudaría a la mejor comprensión por parte de los diferentes actores económicos y de la opinión pública.
El dólar se sigue cayendo localmente, pero también observamos que el peso uruguayo se apreció en el último mes un 12% respecto al real. ¿Tiene alguna explicación para esta apreciación del peso uruguayo? El BCU dice que es por el precio de los commodities, pero Brasil también los exporta.
No solamente contra el real. Durante los últimos meses, el peso uruguayo fue una de las monedas latinoamericanas que registró mayores apreciaciones, en un contexto en que todos los países de la región registraron mejoras en los términos del intercambio. No creo en el argumento del boom de exportaciones, también hay crecimiento de las importaciones. Hay que tener en cuenta que en Uruguay el saldo de la cuenta corriente en el primer trimestre del año es prácticamente igual al mismo período de 2021. En cualquier caso, no puede minimizarse el impacto que ha tenido el accionar del BCU sobre la cotización del dólar, estimulando operaciones de carry trade. Como mínimo, los sucesivos aumentos de las tasas de interés han amplificado la influencia de otros factores en la revaluación del peso uruguayo.
Daría la impresión de que el conflicto militar en Ucrania se acerca a su fin, al mismo tiempo que el mundo desarrollado entra en un ciclo de alza de tasas. ¿Una caída en el precio de los commodities y una suba de tasas no nos puede dejar en una situación similar a la del 82? No son pocos los analistas internacionales que alertan sobre un problema en la deuda con los emergentes.
Uruguay se encuentra en una posición muy sólida en términos financieros. El excelente manejo de la deuda pública a lo largo de los últimos años, los grandes avances que se han producido en términos de regulación financiera y el hecho de que ya está prácticamente en nuestros cromosomas el régimen de tipo de cambio flexible, han producido una suerte de blindaje que, en mi opinión, vuelve casi imposible la repetición de una crisis como la que enfrentamos en 1982 o en 2002. Ello no obsta a que, si se produjera una nueva crisis a nivel internacional, la economía uruguaya pueda enfrentar consecuencias muy negativas, dado que los choques pueden impactar a través del canal comercial, por sus efectos en países de la región. O que generen alguna dificultad financiera, que se transmita a través de incrementos en las tasas de interés para la colocación de la deuda pública, por ejemplo, pero, en mi opinión, los impactos previsibles no serían para nada dramáticos.
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