Es un error pensar que una guerra puede ganarse con una economía de tiempos de paz. Ningún país ha prevalecido jamás en una guerra importante dejando que los mercados actúen por sí solos. Los mercados simplemente se mueven con demasiada lentitud para el tipo de cambios estructurales que se necesitan en esas circunstancias. Por eso Estados Unidos tiene la Ley de Producción de Defensa, promulgada en 1950 e invocada recientemente en la “guerra” contra el COVID-19, y utilizada también para afrontar la crítica escasez de alimentos para bebés.
Las guerras inevitablemente provocan escasez y producen ganancias inesperadas para algunos a expensas de otros. Históricamente, los especuladores en tiempos de guerra han sido ejecutados. Pero hoy en día, se encuentran entre ellos muchos productores y comercializadores de energía que, en lugar de ser llevados a la horca, deberían estar sujetos a un impuesto sobre sus ganancias inesperadas. Gravar las ganancias inesperadas y utilizar lo recaudado para financiar los gastos de guerra y el apoyo a aquellos perjudicados por los altos precios no es algo contrario a las empresas; por el contrario, es una gestión responsable en tiempos de guerra, necesaria para mantener el apoyo popular al esfuerzo bélico. Estos impuestos temporales no perjudican ni a la inversión ni al empleo, y no hay nada injusto en gravar unas ganancias excepcionales que las empresas no han merecido.
En el caso de Europa, donde el mercado actual de la electricidad no fue diseñado para hacer frente a las condiciones de la guerra, se necesita medidas más contundentes. El mercado energético europeo se rige hoy día por el principio de la fijación de precios en función de los costos marginales. Esto significa que el precio de la electricidad refleja la fuente de producción de mayor costo necesaria para satisfacer la demanda actual. Como resultado de la disparada en los precios del gas, los costos marginales han subido muy por encima de los costos medios. Hay que hacer algo también con respecto al aumento de los precios de los alimentos. Después de medio siglo de pagar a los agricultores estadounidenses para que no cultiven (un antiguo sistema de soporte a los precios agrícolas), ahora deberíamos pagarles para que produzcan más. El neoliberalismo, que se basa en ideas simplistas sobre cómo deberían funcionar los mercados que no se condicen con su comportamiento real, no ha funcionado ni siquiera en tiempos de paz.
Joseph Stiglitz, Project Syndicate
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