Las microfinanzas, que empezaron como microcréditos, pronto evolucionaron para incluir otros servicios financieros: ahorro, seguros, arrendamiento financiero, etcétera. Su principal defensor y Premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus, proclamó en repetidas ocasiones que las microfinanzas erradicarían la pobreza mundial en una generación. Pero ya para finales de la década de 2000 la cruda realidad empezó a imponerse: las microfinanzas no funcionaban en la realidad, ya que no era posible detectar ningún efecto positivo neto significativo en la pobreza mundial. La opinión convencional empezó a reconocer que, en efecto, las microfinanzas no habían logrado transformar el Sur Global, aunque seguía sosteniendo que había significado algún beneficio a algunos pobres del mundo. Esta era, por ejemplo, la opinión de los ganadores del Premio Nobel de Economía 2019 y otrora principales defensores del modelo microfinanciero, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, quienes tiempo después se vieron obligados a cambiar de opinión y admitir que la interpretación correcta de las pruebas era que las microfinanzas habían tenido poco o ningún impacto positivo. Las instituciones de microfinanzas han extraído enormes rentas económicas de los pobres.
Cuando quedó en evidencia que las microfinanzas no estaban funcionando, se empezó a argumentar que la solución pasaba por “recorrer la última milla” para lograr en forma urgente la “profundización” de la inclusión financiera. Si la inclusión financiera casi completa no había tenido ningún impacto real en los niveles de pobreza mundial, ¿por qué una inclusión financiera aún mayor iba a ser suficiente para acabar con la pobreza? Esto no tenía ningún sentido. Sin embargo, ésta sigue siendo una creencia muy difundida. La realidad es que el discurso de la inclusión financiera no son más que una fachada para seguir ampliando la oferta de microfinanzas. El crecimiento explosivo de la oferta mundial de microfinanciación se produjo en la década de 2010, impulsado por la comunidad financiera, los directores ejecutivos, los accionistas e incluso muchos asesores externos, que ganaron mucho con ello. Además, este rápido crecimiento también fue impulsado por las instituciones internacionales de desarrollo.
Las fintech, que a menudo son descriptas como “microfinanzas con esteroides”, son la siguiente fase en la evolución del modelo de microfinanzas, catapultando las finanzas a la era digital y abriendo una fase completamente nueva de extracción de rentas a expensas de los pobres del mundo. Muchas innovaciones, incluidas las financieras, empiezan siendo beneficiosas para los pobres. Pero cuando esas innovaciones financieras empiezan a comercializarse y privatizarse es cuando generalmente comienzan los problemas. Una vez que las empresas privadas de tecnología financiera conquistan una base crítica de clientes y se convierten en oligopolistas o incluso monopolistas, que es el objetivo de esos modelos de negocio, la situación cambia radicalmente. Los pobres ya no son los “beneficiarios” de una determinada innovación financiera, sino cada vez más sus víctimas infortunadas.
Milford Bateman, entrevistado por Fabo de Masi. Jacobin, Estados Unidos
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