Rinaldi es doctor en Historia Económica y Social por la Universidad Bocconi y actualmente se desempeña como investigador y docente universitario. En particular, se ha dedicado a estudiar la historia de los distritos industriales y los sistemas de producción locales en Italia con especial foco en el caso de la región de Emilia-Romaña, sobre lo cual conversó en profundidad con La Mañana. En una larga entrevista, el economista italiano se refirió también a los factores que explican el regreso de la política industrial.
Usted ha estudiado y escrito sobre la obra de Sebastiano Brusco y el llamado “modelo emiliano” de desarrollo. ¿Podría explicar su significado?
Brusco hizo del modelo emiliano –el desarrollo de la región de Emilia-Romaña en Italia– un caso paradigmático en el debate internacional sobre el posfordismo. Dos factores estaban en la base del modelo. En primer lugar, la estructura industrial, que no dependía de grandes empresas fordistas sino de pequeñas y medianas empresas (pymes), que generalmente se agrupaban en distritos industriales, es decir, en zonas geográficas relativamente pequeñas según su producto, y donde la producción se gestionaba mediante la colaboración de diversas empresas, cada una especializada en una o varias etapas del proceso de producción.
¿Qué ejemplos de distritos industriales puede mencionar?
Por ejemplo, los géneros de punto y prendas de vestir en Carpi, las baldosas de cerámica en Sassuolo, el calzado en San Mauro Pascoli, los equipos biomédicos en Mirandola, la ingeniería mecánica en Bolonia, Módena y Reggio Emilia, y el jamón en Parma.
Volviendo a la pregunta anterior, el otro factor principal del modelo era la estructura de gobierno. Brusco enfatizó el arraigo del tejido económico en la red de relaciones sociales. La gente de los distritos industriales compartía un sistema común de valores que fomentaba la cohesión social. Esto favoreció el diálogo y la cooperación entre el gobierno regional y los actores locales, lo que condujo a una visión compartida del desarrollo local, o sea, la identificación de las fortalezas y debilidades de la región a las cuales orientar la política industrial regional.
¿Por qué Brusco consideraba que las pymes desplegadas en esos distritos podían ser eficientes, a diferencia de los economistas de la época?
Esa fue una importante contribución analítica de su parte. Primero, Brusco señalaba que las economías de escala debían calcularse con respecto a cada etapa individual del proceso de producción y no a la fábrica integrada verticalmente. De esta manera, en muchas industrias las pequeñas empresas también podían lograr economías de escala, en el entendido de que, por ejemplo, 10 tornos en 10 cobertizos diferentes no son menos eficientes que 10 tornos agrupados en el mismo cobertizo.
Segundo, lo que Brusco llamó “saperi locali”, esto es, el conocimiento arraigado en las comunidades locales, desempeñaba un papel fundamental para el desarrollo de los distritos industriales. Este conocimiento es en su mayor parte tácito, por lo que no puede ser tomado por los indicadores en los que normalmente se basan los economistas para medir el capital humano, como el nivel de educación formal o los años de escolaridad. Las condiciones óptimas para el desarrollo de los distritos industriales se dan cuando estos “saperi locali” interactúan más efectivamente con el conocimiento producido por la ciencia. Las instituciones locales tienen un papel clave en esta interacción, muy importante para estimular la innovación.
Por último, las reglas informales desarrolladas por la comunidad en la que están integrados los distritos industriales cumplen un rol fundamental en el funcionamiento de los mismos. Estas reglas moldean el funcionamiento de los mercados locales, incluido el laboral, y las relaciones entre empresas dentro del distrito, además de que establecen las bases para un comportamiento confiable. Los valores culturales compartidos garantizan el ostracismo social de los infractores de las normas.
¿Cómo fue el desarrollo de Emilia-Romaña después de la guerra?
Emilia-Romaña es un caso de industrialización tardía, pero, una vez que se puso en marcha, rápida. A diferencia de otras regiones italianas (Piamonte, Lombardía y Liguria en el noroeste) que habían experimentado su despegue industrial en los años previos a la Primera Guerra Mundial, Emilia-Romaña siguió siendo una economía principalmente agrícola hasta mediados del siglo XX. En 1951, el 50% de la población todavía estaba empleada en la agricultura, pero luego la región desencadenó una rápida industrialización que le permitió en dos o tres décadas alcanzar al noroeste.
¿Cuál fue el papel del Partido Comunista Italiano (PCI) y de Palmiro Togliatti en particular?
El papel del PCI fue doble. Por un lado, aseguró la estabilidad política a la región. Desde 1945 —el final de la Segunda Guerra Mundial— casi todos los gobiernos locales de la región han estado controlados por el partido, y desde 1991 por sus partidos sucesores. Por otro lado, el análisis de Togliatti en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial proporcionó una visión que legitimó la política local en apoyo a las pymes. Togliatti innovó profundamente con respecto al pensamiento tradicional de la izquierda sobre las pymes, que las consideraba atrasadas y destinadas a desaparecer.
¿Cuál era el pensamiento de Togliatti en ese sentido?
Según Togliatti, las empresas a gran escala son la forma más eficiente de producción, pero pueden conducir –como ocurrió en Italia– a la creación de monopolios u oligopolios que limiten la producción para maximizar sus ganancias. Esto conduce a un “desarrollo bloqueado”. Además, consideraba que las pequeñas empresas eran pequeñas porque aún no habían crecido y que, mientras siguieran siendo pequeñas, serían ineficientes. En tanto, algunas pequeñas empresas crecerían con éxito y se volverían grandes y competitivas, al tiempo que otras fracasarían. En cualquier caso, sostenía que las pequeñas empresas contrarrestaban el bloqueo al desarrollo impuesto por los monopolios. También, señalaba que el PCI debía apoyar a las pequeñas empresas porque su crecimiento fomentaba el crecimiento económico y aumentaba el empleo, los salarios y el nivel de vida de la clase trabajadora. Por tanto, decía que los pequeños empresarios debían ser considerados aliados estratégicos de la clase trabajadora, alianza que a su vez fortalecía la democracia ya que ayudaba a mantener a los pequeños empresarios alejados de la influencia de las fuerzas de derecha –neofascistas–. El análisis de Togliatti enmarcó la política industrial local en Emilia-Romaña en las décadas de 1950 y 1970.
¿Qué objetivos principales perseguía esa política?
Esta política tenía como objetivo fomentar el crecimiento de las pymes locales a través de una variedad de acciones, en especial, la creación de parques industriales para el establecimiento de pymes y escuelas técnicas. A principios de los 80, el análisis de Togliatti fue reemplazado por una nueva visión de las pymes. Después de ser descubiertos por los economistas, los distritos industriales comenzaron a enmarcar la política industrial del gobierno regional de Emilia-Romaña. Esta nueva visión condujo a una nueva política industrial regional: la creación de verdaderos centros de servicios para promover no el crecimiento de las pymes aisladas, sino la mejora de las mismas agrupadas en distritos industriales. Estos centros tenían que difundir conocimientos relevantes para el éxito económico de esas pymes. El objetivo era transferir un nuevo conocimiento a todo un tejido social donde antes estaba ausente.
¿Este modelo sigue siendo válido en la Italia actual?
El modelo emiliano y los distritos industriales nunca fueron adoptados por el PCI a nivel nacional. Además, a partir de mediados de la década del 90 se produjeron tres cambios estructurales importantes dentro del propio modelo. El primero fue la especialización sectorial. Hubo un declive de las industrias de baja tecnología y un ascenso de las industrias de media y alta tecnología en la región. Emilia-Romaña regeneró su ventaja competitiva virando hacia una combinación de sectores más intensivos en conocimiento.
En segundo lugar, el surgimiento de varias empresas líderes de distrito. A diferencia de las empresas distritales “canónicas” que tienden a permanecer pequeñas mientras que es el sistema de producción en su conjunto el que crece, las empresas líderes de distrito buscan un aumento de tamaño y una internacionalización acelerada. Las empresas líderes se convirtieron en “multinacionales de bolsillo” especializadas en nichos, con frecuencia globales, y ahora desempeñan un papel fundamental en la organización de la actividad de muchos distritos industriales de Emilia-Romaña: proporcionan acceso al mercado internacional, liderazgo estratégico y recursos.
Por último, la llegada de las empresas multinacionales. Estas se agrupan sobre todo en industrias intensivas en tecnología –productos biomédicos, vehículos de motor, ingeniería mecánica, productos químicos–. La entrada de las multinacionales no está impulsada por el deseo de explotar tecnología patentada superior, sino por tener acceso a las economías de aglomeración de los distritos industriales de Emilia-Romaña y su conjunto de conocimientos localizados.
¿Cómo fue que se produjeron esos cambios estructurales?
Se produjeron cuando el diálogo entre el gobierno regional y las partes interesadas –especialmente la asociación de industriales más grande, Confindustria– llevó a cuestionar la competitividad a largo plazo de los distritos industriales frente a shocks estructurales como la globalización y la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación. Esto, a su vez, condujo a una nueva visión del desarrollo local, basado ya no en distritos industriales, sino en la creación de grupos regionales de empresas dependientes de empresas más grandes –empresas distritales líderes y multinacionales–. Desde la década de 2000, la política industrial de Emilia-Romaña se ha reorientado para promover estos clústeres regionales a través de una variedad de acciones como infraestructura digital, laboratorios de investigación, capital humano, entre otros.
Más allá de estos cambios, ¿hay características del modelo que sigan vigentes?
Hay un rasgo importante que marca una continuidad entre la fase anterior y la actual del modelo emiliano y que podría convertirse en una referencia para otras regiones: la existencia en Emilia-Romaña de una gobernanza inclusiva basada en el diálogo constante y la cooperación con las partes interesadas regionales, que conduzca a una visión y políticas compartidas y refuerce el consenso en la sociedad regional. En este contexto, vale la pena mencionar que el plan Next Generation EU de Italia, al afirmar la necesidad de reforzar los “Istituti Tecnici Superiori” (ITS, educación terciaria que no es de naturaleza académica), menciona expresamente el “modelo ITS de Emilia-Romaña” donde “cooperan escuelas, universidades y empresas”.
¿Es aplicable el modelo emiliano a un país pequeño como Uruguay?
Mi conocimiento de la situación en Uruguay no es lo suficientemente bueno como para responder eso. De todos modos, me gustaría destacar dos características del modelo emiliano que pueden tener una validez más general. El primero, como mencioné anteriormente, se refiere a la gobernanza inclusiva y al diálogo constante con las partes interesadas regionales que fomentan la cohesión social y refuerzan el consenso en apoyo de las políticas regionales. El segundo es la alianza entre la izquierda –el PCI y su electorado tradicional, la clase trabajadora– y los pequeños empresarios. Tal alianza ha sido el pilar, desde el punto de vista social, del modelo emiliano, y la raíz de la estabilidad política en la región. Debemos ser conscientes de que Togliatti consideraba dicha alianza como un factor clave para fortalecer la democracia no solo en Emilia-Romaña sino en todos los contextos, especialmente en países que habían experimentado dictaduras de derecha o fascistas o que estaban en riesgo de deslizarse hacia un régimen de derecha.
Hoy se habla mucho del reinicio de las políticas industriales. ¿Qué opina al respecto?
Como es sabido, la economía neoclásica limita la política industrial a las fallas del mercado. Sin embargo, en las últimas dos décadas se ha producido un reinicio de la literatura académica sobre política industrial. Algunos académicos, como Dani Rodrik, propusieron una nueva política industrial que no solo debe abordar las fallas del mercado, sino también impulsar un cambio estructural –el crecimiento de nuevas industrias con uso intensivo de tecnología y la reestructuración de las tradicionales–, así como objetivos sociales más amplios y ambiciosos, como la sostenibilidad social y ambiental.
A raíz de la crisis financiera de 2008, la comunidad empresarial también hizo una demanda más notoria de política industrial. Así, en los últimos años la política industrial fue mucho más allá de las fallas del mercado y tendió a volverse más descentralizada. Actualmente existe un consenso cada vez mayor entre los académicos de que la política industrial centrada exclusivamente en la innovación es incompleta. La misma debe ser holística, basada en visiones y expectativas, e involucrar una variedad de campos políticos, incluida la política laboral, social y ambiental. Aparte, debe considerar el sistema socioeconómico más amplio en el que está inserta la industria y proporcionar las bases para un conjunto de estructuras de gobernanza económica más democráticas, pluralistas e inclusivas, lo que implica brindar oportunidades para que las partes interesadas relevantes de las comunidades locales expresen su voz.
¿Esto podría vincularse al caso de Emilia-Romaña?
Emilia-Romaña es un ejemplo de una región que ha adoptado una perspectiva holística de su política industrial. La política de innovación se convirtió en el núcleo de la política industrial de la zona, pero al mismo tiempo el acoplamiento que esta tuvo con la inversión en bienestar local, educación y formación profesional, caracterizaba la acción del gobierno regional. El desarrollo industrial y de nuevos sectores es imposible sin una mano de obra adecuadamente cualificada. En este sentido, es importante actuar en favor de la formación y la educación. Además, la inversión en bienestar ha favorecido tanto la participación en la fuerza laboral como la cohesión social. Sin embargo, en los últimos años han surgido algunos nuevos puntos críticos en Emilia-Romaña, como una creciente desigualdad en la distribución del ingreso.
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