Cerca de mil jóvenes de todo el mundo del ámbito económico, empresarial y de investigación, se reunieron por tres días en Asís (Italia) convocados por el papa Francisco para pensar una economía que considere a los pobres y que no tenga excluidos. La ocasión también fue propicia para analizar la crisis ambiental, la pandemia y la guerra. “El objetivo es ir a la parte medular de todos los aspectos, que es la cuestión económica; allí radica el cambio fundamental”, explicó a La Mañana el argentino Nicolás Del Mastro, quien participó del encuentro.
¿Cómo surgió la convocatoria a este encuentro internacional?
El 1º de mayo del 2019, Día de los Trabajadores, el papa escribió una carta donde hizo un llamado a encontrarse con jóvenes de todo el mundo menores de 35 años, economistas, emprendedores o empresarios y agentes de cambio, para pensar una economía que no mate, que no tenga esclavos ni excluidos y que tenga rostro y alma humanos. Eso se desarrollaría en la ciudad de Asís, en Italia, en marzo del 2020. Vino la crisis del covid-19, por lo que se suspendió y se realizó en noviembre de 2020 de manera virtual, y se puso una nueva fecha para este año.
¿Qué actividades se desarrollaron en este congreso?
Por tres días nos instalamos en Asís mil jóvenes de 82 países que fueron seleccionados tras la presentación de propuestas de trabajo, y durante todos estos meses se trabajó para que esto no fuera un evento de tres días, sino un proceso. No solamente hubo participantes del mundo académico o científico universitario, sino también de diversas iniciativas de políticas públicas, emprendimientos, problemáticas. Nos dividimos en “aldeas” y cada una confrontaba dos términos que parecieran contrapuestos. Por ejemplo, yo trabajé en la aldea de cuidado y trabajo, pero había una de justicia y agricultura, otra de negocios y paz, y varias más. También se hizo un planteo de la crisis ambiental, del covid-19 y de la guerra.
¿Cuál es el vínculo del movimiento con San Francisco de Asís?
Hicimos un trabajo a partir de su historia de vida, esta cuestión vinculada al despojo de lo material, el trabajo con las periferias. San Francisco fue hijo de un burgués que en vez de cumplir el mandato familiar de dedicarse a los negocios o ser un caballero, sintió un despertar con la naturaleza. Era un místico, un loco para la época, alguien que hablaba con los animales, con las plantas, y empezó una vida relacionada a la espiritualidad. Ese modelo es fundamental porque Francisco fue el nombre que tomó el cardenal Bergoglio cuando fue elegido papa, por su historia.
El último día, el papa viajó a la ciudad de Asís para ser partícipe del encuentro. ¿Cómo se vivió su llegada?
Con mucha ansiedad y expectativa porque fue un llamado que tardó dos años en cumplirse y había muchas dudas, sobre todo, por lo que ocurrió en los últimos meses con el estado de salud del papa.
Después, para leerlo en el contexto, hace unas semanas falleció la reina de Inglaterra y Francisco mandó un burócrata del Vaticano. Eso es un mensaje claro de poner el cuerpo en lo importante: lo formal va por un carril y la prioridad por otro. Se tomó un helicóptero y llegó a Asís el sábado. Se vivió muy intensamente. El papa desde el escenario nos pidió un mate, un gesto cotidiano como una persona común, y tuvo algunos diálogos informales con los participantes.
Allí se expusieron distintas propuestas y él dio su mensaje y, por último, se firmó un pacto con aspectos concretos de ese trabajo que ahora se va a extender por dos años y probablemente tendrá un nuevo encuentro en Latinoamérica.
¿Cuál es el peso que tiene nuestra región en un ámbito como ese?
Nosotros conformamos una red de América Latina donde el país que más se destaca en la movilización es Brasil, que fue el que más participantes llevó, después Argentina, y tenemos un desafío que es que nuestros países tengan mayor presencia en este ámbito: de Paraguay y Uruguay hubo muy poca participación y eso tiene que ver con la falta de difusión de las iniciativas de Francisco.
¿Qué importancia tiene que los jóvenes participantes estén ligados a temas económicos?
Es la primera vez que hay una convocatoria específica con este aspecto económico. En las últimas décadas, las instancias que ha generado un referente religioso internacional han sido sobre la educación, la paz, el diálogo interreligioso, los migrantes, pero nunca se ha ido a fondo del problema, a la parte medular de todos los aspectos, que es la cuestión económica; allí radica el cambio fundamental.
¿Cuál es la propuesta base en ese sentido?
Francisco lo que propone es modificar las estructuras, no pinceladas superficiales, sino el cambio desde adentro del ámbito académico y científico universitario, que plantea las teorías económicas, pero también en el territorio. Él sostuvo que una economía financiera es como un gas que no se puede ver ni tocar y que sobre eso no se puede construir nada con previsibilidad. Y no es menor la cuestión etaria, porque Francisco trabaja sobre la base, los jóvenes, pensando en el futuro. En ese sentido, hizo una lectura histórica de que en todos los momentos de crisis fueron las juventudes las que se movilizaron o plantearon cambios.
¿Fue una ocasión para plantear las diversas realidades de América Latina?
Nosotros planteamos una agenda que contemplara otros actores sociales que tenemos desde el sur, que no tiene la centralidad, como los movimientos populares de los que habla Francisco, el movimiento obrero, la ruralidad, la agricultura familiar, el movimiento cooperativo; todas expresiones que no están desarrolladas en otros lugares. África presentó también lo propio, vinculado al problema que atravesó por la pandemia, y lo mismo el sudeste asiático con los inconvenientes ambientales que está padeciendo.
¿Sobre qué trataba específicamente el trabajo que presentó usted?
Yo soy de Argentina y formo parte de una organización no gubernamental que se llama Fundación Alameda, y presentamos un trabajo de una economía sin trata, porque trabajamos en las situaciones vinculadas a la explotación laboral, infantil y sexual, y cómo eso está conectado con la falta de arraigo y la migración a grandes aglomerados urbanos a partir de los monocultivos y la economía extractivista, y cómo eso influye en personas que son instrumentalizadas para acumular capital de manera mafiosa.
¿Cómo tomaron las críticas, que nunca faltan en estos casos?
Esto ha generado críticas, como siempre, y está bien que así sea, que haya otra lectura. Algunos plantean por qué un líder religioso tiene que convocar a este tema. Me parece que la crisis socioambiental que estamos viviendo, como dice Francisco, que no es verde, sino que el clamor de la casa común va de la mano del clamor de los pobres, muestra la urgencia de hablar de estos temas.
¿Cuáles son los pasos a seguir de aquí en más?
El papa recibió un material previo de lo que se estaba trabajando y lo sintetizó en el mensaje final. Propuso pensar una economía desde los descartados, las periferias. Habló de la falta de espíritu y de apatía, incluso de los problemas del suicidio juvenil. Planteó la necesidad de trabajo digno y la importancia de involucrarse, comprometerse, no ser indiferente.
¿De qué habla el pacto que firmó?
De ralentizar el impacto del paradigma tecnocrático, de la eliminación de puestos de trabajo, de las economías de guerra, la matriz energética y otras cuestiones vinculadas al cuidado de la casa común, la sustentabilidad del sistema.
Francisco llamó a orientar la economía hacia los pobres. ¿Hay lugar para cambios de este tipo en los sistemas económicos que rigen actualmente?
Hay situaciones que son más urgentes y que plantean esa necesidad. Nos pasó en la pandemia, donde cualquier situación vinculada al tener, al consumir, se veía alterada por una emergencia sanitaria que nos ponía a todos por igual en una vulnerabilidad, que también mostró el peor rostro. Esas interpelaciones se generan a través de lo que uno puede ver no desde el relato individual o del ego de alguna historia de superación en primera persona, sino resaltando la cuestión comunitaria. Eso se puede hacer de abajo para arriba, con proyectos concretos en el territorio, y de la periferia al centro.
¿Por ejemplo?
Me refiero a los cambios de producción, de consumo y de estilos de vida; hoy se plantea esa necesidad. Si no, se va a seguir reproduciendo esta lógica de no poner a la persona en el centro, generar más descarte, instrumentalizar cuerpos y buscar maximizar ganancias.
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