La planificación indicativa es un intento de alinear la actividad productiva con la estrategia económica del país mediante incentivos. No se trata de interferir con libertades, ya que cualquiera es dueño de invertir en toda actividad económica lícita. Se trata de incentivar la inversión en sectores que el estado considera de crecimiento viable y conveniente en el contexto de los recursos naturales y humanos disponibles.
Para ello los incentivos no son necesariamente monetarios (lo cual podría generar denuncias en la OMC y eventuales medidas compensatorias), sino más bien de suministrar seguridades en cuanto a una red de apoyo para emprender las actividades del caso. Por ejemplo:
- Proveer la infraestructura física en materia de transportes y comunicaciones;
- Negociar acceso a nuevos mercados e inversores;
- Alentar la concesión de créditos en volúmenes y bajo condiciones adecuadas;
- Apoyar la investigación y el desarrollo de tecnologías aplicables;
- Asegurar que el sistema educativo provea las habilidades requeridas;
- Promover el acceso a esquemas de cobertura de riesgos
El estado no puede garantizar rentabilidad, pero si debe asegurarse que – bajo condiciones de producción y comercialización normales – la rentabilidad también sea un resultado normal. Sin una probabilidad aceptable de rentabilidad no habrá inversión, y sin inversión no habrá crecimiento.
Esto implica que los precios internos de insumos básicos como la energía no pueden distanciarse de sus precios mundiales, las tasas de interés reales internas no pueden ser múltiplos de aquellos que rigen en países competidores y los salarios deberían mantener una relación prudente con la productividad. En estas áreas el estado sí tiene influencia, así como en el impositivo y el de las empresas públicas.
Elegir los sectores
Varios factores intervienen a la hora de decidir cuáles serán los sectores beneficiados por un plan indicativo. En primer lugar, la ventaja comparativa que pueda tener el sector en el mercado global, resultante de la eficiencia en su producción. Es decir, la relación física entre insumos y producto. Este es el indicador básico de competitividad, expuesto luego a las distorsiones procedentes de los costos, tipos de cambio, precios e impuestos.
En segundo lugar, la creación de empleo y autoempleo debe ser un criterio básico. La meta no es solo crear riqueza adicional, sino asegurarse que en el proceso se generen mayores ingresos para los hogares.
La escala del consumo interno es otra consideración importante, ya que muchas actividades (en especial la industria pesada) solo alcanzan la eficiencia en volúmenes de producción que exceden largamente la demanda local. Por ejemplo, una industria del acero en una economía pequeña sin yacimientos propios de hierro y carbón nunca podría ser competitiva.
La sustentabilidad ambiental del proceso productivo también debe tenerse en cuenta. La expansión ilimitada de un sector puede tener consecuencias negativas a largo plazo en aspectos como calidad de aire, suelos y aguas. La migración de la industria porcina de Europa occidental hacia el este es un caso.
Existen también consideraciones estratégicas (como la autosuficiencia en la alimentación), así como las oportunidades que surgen en el marco de nuevos acuerdos comerciales o de integración (creación de comercio). En los sectores de servicios, el turismo receptivo suele ser una actividad promocionada que además introduce un factor de diversificación que mitiga los riesgos a los que se expone toda economía.
El crédito es un insumo esencial al proceso de producción
Uruguay
En el caso nuestro no hay que pensarlo demasiado: la planificación indicativa debe abarcar al sector agropecuario, que es el sostén de la economía. Si bien la actividad agropecuaria representa poco más del 6% del PBI, su producción surte a la mayor parte de la industria (12%) y su impacto multiplicador moviliza el resto de la economía nacional. A pesar de ello, no se puede catalogar como un sector dinámico. Durante el superciclo de precios de productos primarios (2005-16), en términos constantes su producto sectorial aumentó en apenas el 1,1% anual y ha caído 1.5% anual desde entonces (2017-19). Ver gráfico.
Es la única plataforma estable de proyección económica al mercado global, representando más del 80% de las exportaciones totales de mercaderías entre las actividades primarias y las manufactureras con base agropecuaria. Como tal, el bienestar de la gran mayoría de la población depende de su desempeño.
Pero no solo es un tema de aumentar la producción y profundizar la cadena de valor agregado. Hay un grave problema demográfico con el abandono del campo por parte de los pequeños productores y su desplazamiento hacia los asentamientos en las afueras de las capitales departamentales.
La única forma de detener y revertir, este fenómeno es promoviendo condiciones de rentabilidad en el campo para el pequeño productor (como en Europa y los EE.UU.). Resulta paradójico que en años cuando las condiciones de vida rural (energía, comunicaciones, acceso, movilización y demás servicios) han mejorado notoriamente con relación a décadas pasadas, el campo se esté despoblando.
Producto Agropecuario Trimestral, 2005-19
Elementos
No hay escasez de potenciales agencias ejecutoras de los distintos componentes de un posible plan indicativo para el sector agropecuario en el país. No existe secretaría de estado que no tenga algún punto de contacto con la temática, aunque claramente OPP y MGAP ostentan derechos territoriales por así decirlos. Más bien las dificultades podrían ser de coordinación, ya que existen muchas agencias con programas activos en aspectos específicos de la actividad tales como investigación y extensión.
Aparte de estas agencias especializadas, existen otras partes interesadas cuyos puntos de vista son un insumo esencial al tema. Las industrias del agro (frigoríficos, arroceras, lácteos, etc.), las gremiales del sector, los gobiernos departamentales, las instituciones educativas, todos tienen derecho a exponer sus intereses e inquietudes y a aportar ideas.
La banca merece un párrafo aparte por el simple hecho de que sin crédito al productor, lo demás son meras palabras. Como se editorializó hace una semana, a la banca se le permite captar depósitos del público para fondear préstamos para la actividad productiva. Esa es la contraparte del privilegio otorgado: la banca tiene que ser parte del desarrollo.
Un plan sin financiación no vale el papel sobre el cual está escrito. Se podrá buscar apoyos externos en instituciones de “segundo piso” que suministren recursos a fondos rotativos administrados localmente, pero ha llegado la hora de que la banca local muestre en su cartera de activos su compromiso con el país productivo.
(*) Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Ex Director Ejecutivo del Banco Mundial.
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