Chévez es arquitecto y doctor en Ciencias y Ruggeri es profesora de Historia y cursa un doctorado en Ciencias Sociales, y ambos han investigado las políticas petroleras y eléctricas de Argentina entre 1946 y 1976. En una entrevista que concedieron a La Mañana, los especialistas profundizaron en el papel que tuvo la energía en el proceso de desarrollo de su país y analizaron los efectos de la crisis petrolera de 1973. A su vez, explicaron cuáles son las posibilidades a futuro de Argentina y la región en materia energética.
Ustedes publicaron un trabajo titulado “La energía en Argentina durante la industrialización por sustitución de importaciones: análisis de políticas petroleras y eléctricas entre 1946 y 1976”. Allí describen “los años dorados” de la posguerra. ¿Podrían profundizar al respecto?
Sí, este trabajo se publicó en la Revista Uruguaya de Historia Económica en enero de este año. Allí planteamos un análisis de las principales políticas energéticas que se implementaron en Argentina entre 1946 y 1976, teniendo en cuenta tanto el contexto económico nacional como internacional. Por ende, en buena parte de ese período se desarrolló a nivel global una etapa del capitalismo denominada por la bibliografía como “los años dorados”. Allí se observó un crecimiento económico notable en los países desarrollados, encabezados por la hegemonía norteamericana, que se caracterizó por una importante industrialización basada en las ideas del fordismo y del keynesianismo. Es decir, se desarrolló un modelo basado en el intervencionismo estatal que creara el potencial para incrementar la productividad y cubrir el consumo masivo. A partir de entonces comenzó a extenderse el uso del automóvil a nivel global y a expandirse la adquisición de diversos electrodomésticos que anteriormente eran bienes de lujo como las heladeras, lavarropas, teléfonos, televisores, discos, radios portátiles, entre otros. Esta masividad y avance tecnológico tuvieron su origen en la importante inversión tecnológica que se observó en el período de entreguerras.
¿Qué impacto tuvo este desarrollo en lo que respecta al consumo de energía? ¿Qué papel tenía el petróleo entonces?
A partir de ese momento el consumo energético se incrementó notablemente, ya que era necesario sostener el desarrollo productivo, que además era acompañado por el crecimiento demográfico. Es aquí donde el petróleo se convirtió en una fuente de energía fundamental, debido a su versatilidad de usos, su relativa facilidad de extracción y el costo accesible que tuvo entre la década del 50 y principios de los 70. Para ese entonces, diversos factores confluyeron y gestaron una crisis internacional, lo que generó que comenzaran a ganar terreno ideas económicas ortodoxas.
En ese escenario, los países que se denominaron como los del tercer mundo tendieron a la sustitución de importaciones con una relativa autarquía, evidenciando en líneas generales una cierta mejora en sus economías, pero menos pronunciada que las de los países desarrollados.
¿Qué rol tuvo la energía en el desarrollo económico? ¿Cuánto fue resultado de la acción del Estado y cuánto del mercado?
La energía ocupó un rol clave en el proceso de desarrollo. En este sentido, los debates en Argentina acerca de cómo se podían explotar los recursos hidrocarburíferos fueron centrales en la agenda. Cabe recordar que, hacia la década del 50, Argentina contaba con importantes reservas de petróleo para explotar, pero se veía obligada a importar combustibles. Estos representaban más de un 20% de las importaciones totales.
En ese aspecto, ante un contexto de restricción externa, las erogaciones de divisas para cubrir las importaciones de energía significaban un problema. A su vez, en un escenario de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, resultaba una condición excluyente contar con la energía necesaria para la industria a precios razonables, para que la producción resultara lo más competitiva posible. De lo contrario, este desarrollo se vería truncado por esta limitación. Por ende, no solo era necesario contar con energía para resolver la coyuntura, sino que, si se pretendía un crecimiento económico sostenido, se requería de un cierto margen de anticipación para desarrollar las obras necesarias.
En esta línea, en lo que refiere al sector eléctrico, en esta etapa el Estado absorbió prácticamente todas las funciones, planificación, ejecución de infraestructura de generación, distribución, transporte, entre otras. En el caso de los hidrocarburos, la política fue más oscilante, el capital que se necesitaba para afrontar la exploración y explotación de los recursos era muy grande, por lo que fue necesaria la asociación con empresas multinacionales, aunque siempre prevaleció la centralidad de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Los debates de esa época que involucraron a Perón y Frondizi sobre cómo abordar esta problemática son muy interesantes y aún resultan vigentes.
Ustedes marcan el fin de “los años dorados” con la crisis petrolera de 1973. ¿Cómo afectó ese conflicto a la Argentina y la región y cuáles fueron las reacciones de los gobiernos?
Resulta necesario vincular la crisis petrolera de 1973 con la crisis político-económica internacional que sufrió el modelo de acumulación fordista-keynesiano en ese mismo momento. En este sentido, esta crisis internacional incrementó no solo los precios del petróleo sino también los de diversos insumos y generó secuelas en el comercio exterior internacional.
En relación con ello, desde la década del 50 la Argentina venía enfrentando una serie de problemas referidos al comercio exterior y a la imposibilidad de generar un crecimiento sostenido en la economía (ciclos de stop and go). El origen de esta problemática estaba basado en lo que se denominaba una estructura productiva desequilibrada, donde se presentaba un sector agrario que generaba divisas pero que no tenía margen de crecimiento y un sector industrial de alto crecimiento que utilizaba una gran cantidad de estas divisas, todo lo cual repercutía en la llamada restricción externa. Esta situación producía recurrentes crisis económicas, con problemas que se manifestaban, por ejemplo, en altos niveles de inflación, lo cual obligaba a los gobiernos a tomar medidas de emergencia para volver al equilibrio tales como devaluaciones, toma de deuda, entre otras opciones.
En este aspecto, un incremento tan notorio como el ocurrido con el del precio internacional del petróleo de 1973 y, al mismo tiempo, los efectos de la crisis internacional y el boom de las materias primas, solo empeoraban la situación de la restricción externa.
En ese entonces se encontraba en el gobierno Juan Domingo Perón, quien se había propuesto dinamizar la economía impulsando un pacto social entre obreros y empresarios para contener la inflación por medio del congelamiento de salarios y precios. En efecto, el incremento de los precios de los bienes importados, entre ellos el del petróleo, generó serias dificultades para sostener el congelamiento de precios. Por consiguiente, el Estado optó por absorber esa diferencia mediante emisión monetaria, lo que causó un rebote inflacionario y una nueva crisis económica.
¿Se podría decir que la matriz hidroeléctrica del Cono Sur, que nos sostiene hasta el día de hoy, fue construida como resultado de esa crisis?
En materia energética propiamente dicha, no podríamos decir que la matriz hidroeléctrica se haya configurado específicamente a partir de esta crisis, porque la búsqueda de la diversificación ya había comenzado previamente. Hay que tener en cuenta que Agua y Energía Eléctrica se creó en 1947 e Hidronor en 1967, a partir de las cuales se desarrollaron numerosos proyectos que fueron ejecutados posteriormente; por su parte, centrales como El Chocón o Futaleufú iniciaron sus obras antes o en simultáneo a la crisis del petróleo, al igual que Atucha I (que es la primera central nuclear).
No obstante, hay que destacar que a partir de la crisis de 1973 se intensificó la implementación de acciones tendientes a alcanzar la diversificación de la matriz. Es preciso resaltar que, para ese entonces, la matriz primaria dependía en un 70% de los hidrocarburos. Algunos ejemplos de obras que terminaron concretándose en ese período fueron las centrales de Embalse (nuclear), Salto Grande y Yacyretá (hidroeléctricas), y en la década del 80 se creó el primer plan de conservación y uso racional de la energía.
A modo de síntesis, en general, los países tienden a configurar una matriz lo más balanceada posible en función de los recursos naturales que poseen, de las tecnologías vigentes y de la coyuntura político-económica local e internacional. De esa manera se presentan ventajas para atender dificultades particulares como pueden ser sequías, picos de demanda de gas natural en épocas invernales, incrementos de los costos de los hidrocarburos, fluctuaciones instantáneas de potencia por la variabilidad de fuentes renovables, entre otros aspectos.
Hoy la Argentina está explotando con aparente éxito el yacimiento de Vaca Muerta, que promete una abundante oferta de gas natural para la región. A eso se agrega la próxima finalización del Gasoducto Néstor Kirchner, que garantiza el abastecimiento de gas natural al conurbano bonaerense y, por qué no, al Uruguay. ¿Es esta una oportunidad para la región de recrear “los años dorados” con acuerdos energéticos? ¿No podemos inspirarnos en las experiencias de Yacyretá, Itaipú y Salto Grande para constituir un ente multilateral de los países del Mercosur para favorecer el desarrollo e implantación de un combustible que controlemos?
El futuro energético de la Argentina y de la región dependerá de los modelos de acumulación que se vayan a implementar y desarrollar en los próximos años por parte de los gobiernos, así como también del escenario que establezca la coyuntura internacional que, como hemos visto, condiciona la balanza comercial de nuestro país. En esta línea, en el caso de Argentina, los acuerdos que se alcancen con el Fondo Monetario Internacional para financiar la deuda contraída en 2018 también condicionarán notablemente la balanza comercial y el desarrollo local y, por ende, la matriz energética. En consecuencia, el destino del gas natural que se extraiga de Vaca Muerta o de los proyectos energéticos en curso será decidido estratégicamente en función de ese modelo de acumulación y estará, a su vez, condicionado por la balanza comercial. En este sentido, por ejemplo, resultarán distintas las orientaciones energéticas de un gobierno que pretenda implantar un modelo desarrollista que uno de tinte liberal. Por su parte, el armado de futuros bloques regionales podría traer aparejados ciertos acuerdos energéticos; sin embargo, esto quedará sujeto primero a la configuración de bloques que estén más o menos alineados ideológicamente en la región, lo cual es aún más difícil de predecir.
Por último, es interesante destacar lo cíclicas que resultan las políticas tanto energéticas como económicas a lo largo de la historia. En el trabajo recorremos un período que va desde la década del 40 hasta la década del 70 y allí podemos reconocer problemáticas asociadas a la restricción externa, falta de divisas, inflación, búsqueda de la diversificación de la matriz, entre otros aspectos que aún hoy siguen siendo vigentes. Invitamos a quienes les interese la temática a leer el trabajo completo que se puede encontrar en la web de la revista: https://www.audhe.org.uy/publicaciones/index.php/RUHE/index.
* Instituto de Investigaciones y Políticas del Ambiente Construido (Iipac). Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Argentina.
** Instituto de Estudios Sobre la Ciencia y la Tecnología (Iesct). Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Argentina.
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