Aunque el índice global de precios del trigo se incrementó un 23% en los meses que siguieron a la invasión de Ucrania, los precios ya habían empezado a bajar en junio de 2022. Para diciembre, ya habían vuelto a los niveles anteriores a la guerra. Este descenso fue atribuido al éxito de la Iniciativa de Granos del Mar Negro (BSGI), un acuerdo respaldado por las Naciones Unidas que permitió levantar el bloqueo ruso a las exportaciones de grano desde Ucrania. Como contrapartida, la reciente decisión de Rusia de retirarse del acuerdo ha suscitado preocupación por sus posibles efectos en el comercio mundial de cereales. Estas preocupaciones van en la dirección equivocada por dos razones. En primer lugar, la oferta mundial de trigo (tanto la producción total como la cantidad comercializada) se ha mantenido estable desde el inicio de la guerra de Ucrania. Entre julio de 2021 y junio de 2022 –periodo en el que los precios del trigo alcanzaron su máximo– la producción mundial aumentó en cinco millones de toneladas, mientras que los volúmenes comercializados se incrementaron en tres millones de toneladas. Durante el mismo periodo, las existencias aumentaron ligeramente (en tres millones de toneladas). Este excedente contradice el relato predominante de una escasez mundial. En segundo lugar, los gobiernos y los medios de comunicación tienden a hacer hincapié en la escasez en regiones específicas, pasando por alto el aumento de la producción y el intercambio comercial en otras partes del mundo.
Entonces, ¿qué es lo que ha provocado la subida de los precios del trigo? Para responder a esta pregunta, debemos seguir la pista del dinero. El mercado mundial de cereales funciona como un oligopolio, con los cuatro mayores comerciantes de grano –ADM, Bunge (recientemente fusionada con Viterra), Cargill y Louis Dreyfus– controlando más del 70% del mercado y Glencore representando otro 10%. En las etapas iniciales de la guerra de Ucrania, especialmente entre marzo y junio de 2022, los cuatro grandes comercializadores de cereales obtuvieron beneficios e ingresos récord. Las ganancias anuales de Cargill aumentaron un 23%, hasta US$ 165.000 millones, mientras que los beneficios de Louis Dreyfus se dispararon un 80%. Estas ganancias reflejaron aumentos de precios que no se alineaban con la dinámica de la oferta y la demanda en el mundo real. Sorprendentemente, la mayor parte de las exportaciones ucranianas de cereales no tuvieron como destino los países más pobres del mundo. En cambio, el 81% de los 32,9 millones de toneladas métricas exportadas en el marco de la BSGI se destinaron a países de renta alta y media-alta, en su mayoría europeos como España, Italia y los Países Bajos, así como China y Turquía. La BSGI parece más destinada a facilitar las exportaciones de Ucrania –un objetivo loable por derecho propio– que a abordar el problema del hambre en el mundo. Además del bloqueo ruso de sus rutas marítimas, las rutas terrestres de Ucrania se han visto comprometidas por las restricciones implícitas a la importación impuestas por países de Europa Central y Oriental como Polonia, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia y Rumanía, que pretenden proteger a sus agricultores locales, en dificultades, de los cereales ucranianos a precios muy competitivos. Pero, como ya han señalado otros, la BSGI responde principalmente a los intereses de los gigantes de la agroindustria que comercian con grano ucraniano y de los financistas que los respaldan.
Jayati Ghosh, en Project Syndicate. La Dra. Ghosh es catedrática de Economía en la Universidad de Massachusetts, Amherst. Previamente enseñó en la Universidad Jawaharlal Nehru (Nueva Delhi,India).
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