Oliver Stuenkel tiene un máster en Políticas Públicas y un doctorado en Ciencia Política, y se ha dedicado a estudiar las relaciones exteriores de Brasil, India y China y su impacto en la gobernanza mundial. En conversación con La Mañana, el experto analizó la presencia de China y Estados Unidos en América Latina, se refirió a la situación actual de Chile y lamentó la falta de cooperación en el continente para resolver los desafíos regionales, lo que atribuye a las diferencias ideológicas entre sus presidentes.
Es profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas. ¿Cuál es el rol de la institución?
Mi investigación es sobre política latinoamericana, el papel de América Latina en el sistema internacional y cómo el continente está siendo afectado por grandes tendencias como la ascensión de China y las tensiones crecientes entre Pekín y Washington. Aparte de eso, soy el responsable de dos cursos por año, y mi énfasis está en la política exterior brasileña.
La fundación fue creada en 1944 por el gobierno de Vargas para entrenar personas que iban a desempeñarse en el sector público, y después comenzó a actuar en otras áreas como Derecho, Administración de Empresas, Economía, Relaciones Internacionales. Opera en San Pablo, Río de Janeiro y Brasilia.
En 2014 escribió “IBSA: Rise of the Global South”, donde discute sobre el acuerdo entre India, Brasil y Sudáfrica, lanzado en 2003. ¿Cuáles eran sus objetivos? ¿Se han cumplido? ¿Qué perspectivas tiene a futuro?
El grupo IBSA tuvo un papel fundamental para ayudar a Brasil a fortalecer sus relaciones con otros países del sur global. Ya había alguna cooperación entre ellos, sobre todo, en el área de la salud, en el combate a la epidemia de sida, para actuar conjuntamente contra las patentes que dificultaban la difusión de medicamentos en el mundo en desarrollo. Esto ocurrió antes de la creación del IBSA, en 2003, pero fue un primer ejemplo que explicaba por qué estos países debían trabajar más en conjunto, porque ya enfrentaban muchos desafíos parecidos en temas como desigualdad, salud, educación, y hubo avances importantes.
Infelizmente, cuando Brasil entró en crisis, Dilma, la presidenta de la época, no quiso continuar la diplomacia más activa de su predecesor Lula, y no fue posible avanzar en la cooperación; también porque hoy los tres países forman parte del grupo Brics, y mucha de la cooperación acaba aconteciendo en el mismo –que es el IBSA más Rusia y China-.
En el futuro, tal vez con otro presidente brasileño que tenga una comprensión de la importancia de la cooperación en el sur global, se podrá reiniciar esta participación y nuevamente habrá interés por parte de India y Sudáfrica de continuar este proceso.
También ha escrito sobre la presencia de China y Estados Unidos en América Latina. ¿Considera que las inversiones de China en el sector eléctrico y de telecomunicaciones pueden representar un problema estratégico?
La llegada de China a América Latina ha sido una gran oportunidad. Es verdad que hay que pensar en los intereses del continente y cómo puede aprovechar de la mejor manera posible la ascensión del país asiático, que se manifiesta en todo el mundo.
No tiene sentido demonizar a China ni decir que todo lo que hace en América Latina sea positivo, o sea, cada país de la región debe definir muy bien lo que quiere de Pekín, lo que quiere de Washington, y cómo puede mantener buenas relaciones con ambos.
En algunos países, como Brasil, se politizó este debate, entonces, las personas de izquierda prefieren a China, y las de derecha a Estados Unidos. Pero esto no debe ser así; es necesario que pensemos sobre estos temas de modo racional y estratégico, porque trabajar con China no quiere decir que estemos de acuerdo con todo lo que pasa allí, y lo mismo con Estados Unidos.
La región sabe mucho más de Estados Unidos que de China, hay una escasez de especialistas en el país asiático, y las universidades tienen el desafío de asegurar que en 10 o 20 años, cuando China sea aún más importante, haya una élite que la entienda mejor y más diplomáticos que hablen mandarín, para que podamos realmente articular cuál es la estrategia de mediano a largo plazo en el contexto de tensiones cada vez peores entre Pekín y Washington.
Usted ha enseñado en India. ¿Qué visión tiene del potencial de relacionamiento del Mercosur con ese país?
Es viable que haya una cooperación más amplia entre India y el Mercosur, pero no se puede comparar eso con el potencial que hay entre China y el bloque, porque China necesita importar productos agrícolas, commodities, e India tiene un sector agrícola más protegido, aunque veo bastante potencial de cooperación estratégica.
India y el Mercosur deberían consultarse más sobre desafíos comunes como desigualdad, salud pública, educación, entre otros. De todas maneras, ese país no tiene aún el mismo peso económico que China; no creo que se convierta en un aliado comercial clave del bloque en los próximos años.
¿Qué lectura hace de la elección de la Convención Constituyente en Chile? ¿Qué efectos puede tener para la región?
Es un evento muy relevante para toda la región, porque Chile encaró un problema que muchos países latinoamericanos tienen, de manera bastante propositiva. Es decir, en vez de continuar un ciclo de manifestaciones, represión y poco cambio real, la creación de la Constituyente es una posibilidad histórica para repensar el contrato social en un contexto institucionalizado.
Si se presenta una Constitución nueva y es aceptada por la mayoría en 2022, puede servir como modelo para otros países, para que reaccionen de forma más organizada a la onda de manifestaciones que seguramente llegará en muchos de ellos, por la incapacidad de las élites políticas de solucionar los grandes desafíos de la región, como desigualdad, bajo crecimiento económico y aumento de la pobreza desde el inicio de la pandemia.
El año pasado escribió una columna en Americas Quarterly donde habló de los peligros de un continente “sin timón”. ¿Puede explicar a qué se refería? ¿Considera que la OEA ha perdido legitimidad? ¿Cuál podría ser el vehículo ideal para que los países de América Latina puedan coordinar mejor? ¿Cómo juega la polarización interna de los países?
En este momento en América Latina no hay liderazgos capaces de promover un debate sobre el futuro del continente. Hay temas que requieren algún tipo de comunicación porque son desafíos regionales. El crimen organizado es el mejor ejemplo de eso: ningún país en América Latina puede resolver ese problema sin cooperación con los otros países. Esto está faltando hoy por una serie de razones, como las diferencias ideológicas entre los presidentes latinoamericanos.
La OEA ha perdido su legitimidad por actuar de manera controversial y parcial durante varias crisis políticas, más recientemente en Bolivia, pero también en Venezuela. No sé si hay que crear una nueva organización, pero es importante comenzar a institucionalizar la cooperación de manera tal que no dependa más de las convicciones personales de los mandatarios.
Es decir, hoy en día solo hay cooperación si hay similitudes ideológicas entre los presidentes, como lo vimos entre 2003 y 2010, cuando la mayoría era de centroizquierda. Ahora eso no existe más porque incluso hay algunos que no se hablan, como el de Brasil con el de Argentina. Es importante acercar las burocracias para que los países puedan pensar en la próxima década de forma más ambiciosa y propositiva sobre el papel de América Latina en el mundo.
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