El contexto regional e internacional es bastante “negativo” para Uruguay, a lo que se suman factores internos que podrían perjudicar la marcha de la economía, según el economista Michele Santo, quien augura una situación compleja para este año. En diálogo con La Mañana, Santo conversó también sobre la política que ha llevado adelante el Banco Central del Uruguay (BCU) y criticó que en la segunda mitad del año pasado se haya continuado con la suba de tasas, “cuando ya las condiciones en materia de precios de exportación habían cambiado”.
¿Cómo ve las perspectivas para la economía uruguaya de este año y cuáles cree que serán los principales desafíos?
Las perspectivas para este año lucen un tanto más complicadas por un montón de incertidumbres que se están dando sobre todo a nivel regional e internacional, que deberían afectar el crecimiento y la marcha de la economía mundialmente. A nivel regional, la situación argentina es cada vez más caótica y eso tiene y va a continuar teniendo un efecto negativo sobre Uruguay. Un cambio muy drástico va a ser inevitable en Argentina. Brasil está en una situación mucho mejor, pero el nuevo gobierno la tiene bastante complicada por un contexto internacional mucho menos favorable tanto a nivel económico como financiero, y por la debilidad política con la que asume Lula al carecer de apoyos sólidos en el Congreso.
¿Y el escenario internacional?
También es bastante negativo y complicado a nivel financiero por un contexto de tasas de interés mucho más altas que las que había a esta altura del año pasado, por una perspectiva de crecimiento menor para este año, sobre todo en la primera mitad, y donde los precios de las materias primas han tenido una caída importante, que se ve en los precios de exportación de los principales productos uruguayos. La única esperanza positiva es la eventual reactivación de la economía china ahora que dicho país ha abandonado la política de confinamiento estricto para luchar contra el covid-19.
En definitiva, el contexto regional e internacional es bastante negativo para Uruguay y a eso hay que agregarle factores internos como la finalización de la planta de UPM, que va a repercutir negativamente en la actividad del sector de la construcción, y el impacto de la sequía que estamos padeciendo, con efectos negativos en el rubro agropecuario y en la producción de energía. Si uno analiza los principales elementos que pueden influenciar la marcha de la economía, la mayoría son negativos. Por eso creo que este año vamos a tener una situación complicada o peor que la del año pasado, sin llegar a ser crítica, pero no vamos a tener la holgura que se dio en 2022. Ya hay algunos indicadores que están mostrando que la actividad económica a fines del 2022 tuvo frenos significativos.
El único tema positivo que podemos rescatar es una temporada turística que claramente ha sido muy buena, por lo menos en el mes de enero, y sin duda excelente en comparación con la del año pasado, cuando todavía estábamos afectados por la pandemia.
Varios economistas han sido críticos con la suba de tasas del BCU. ¿Qué opinión tiene sobre esta política? ¿Está bien encaminada con el objetivo de bajar la inflación o debería reverse?
El BCU no tuvo más remedio que hacer lo que hizo en materia de subir las tasas de interés, dado que su objetivo primario era bajar la inflación. Probablemente, durante la primera mitad del año pasado, cuando tuvimos precios de exportación muy elevados, el impacto de esa política en términos de la competitividad no haya sido tan significativo, o al menos yo no recuerdo quejas de los sectores exportadores por esa política. Claramente, con la caída que han tenido los precios de exportación a partir del segundo semestre del 2022, el tipo de cambio ha quedado muy desfasado. El propio BCU lo ha reconocido e indicadores como el índice Big Mac muestran que el peso uruguayo está muy sobrevaluado y eso afecta negativamente la competitividad.
Lo que se le puede criticar al BCU es que durante el segundo semestre del año pasado continuó subiendo la tasa, cuando ya las condiciones internacionales –sobre todo en materia de precios de exportación– habían cambiado radicalmente; entonces, en parte es compartible la crítica que se le hace al BCU, que la han hecho varios colegas. Sin duda, en la segunda mitad del año pasado se debió haber parado bastante antes con la suba de tasas, independientemente de que la inflación todavía estaba más alta. El instrumento más potente que tiene el BCU para tratar de contener la inflación es hacer bajar al dólar vía suba de las tasas de interés.
La desaceleración de la economía ya se deja notar en un aumento del déficit fiscal. ¿Es posible que la caída del dólar sea que el mercado anticipe mayores ventas de dólares de la Tesorería para financiar el creciente déficit que estamos viendo?
No, yo creo que lo que hay es una percepción de que el famoso carry trade todavía para algunos agentes económicos es interesante y entonces se desprenden de dólares para comprar títulos en Unidades Indexadas, Letras de Regulación Monetaria en pesos o títulos públicos en pesos en menor medida. Creo que eso se va a corregir automáticamente porque en la medida en que la situación económica se deteriore, que las exportaciones empiecen a mostrar problemas y el resultado comercial comience a ser menos positivo, eso va a llevar a mucha gente a rever la postura.
Y la situación regional cada vez más insostenible en el caso de Argentina va a llevar a que el tipo de cambio en Uruguay primero consolide el actual piso alrededor de $ 39, y luego comience a subir. El BCU está dando señales en ese sentido, ha habido algunos comentarios del presidente del BCU (Diego Labat), que espera que hacia el segundo semestre se dé una suba del tipo de cambio. Dos o tres señales del BCU podrían ser suficientes para que empiece a cambiar la tendencia, por ejemplo, bajar la tasa de política monetaria en la próxima reunión del Copom (Comité de Política Monetaria) luego de haberla mantenido sin cambios el pasado miércoles 15 de febrero.
Con este déficit fiscal en aumento y lo que muchos han señalado como un atraso cambiario preocupante, ¿con qué combinación de políticas se puede salir de esta situación?
Lamentablemente, a esta altura del ciclo político es bastante difícil pensar en un cambio, porque la solución sería ir hacia una reducción importante del gasto público que mejorara las cuentas fiscales, que redujera el déficit fiscal, e ir a una política monetaria bastante más expansiva, con bajas más o menos significativas de las tasas de interés. Eso no va a ser viable desde el punto de vista político, sobre todo, por el lado de la baja del gasto público, puesto que hay un enorme porcentaje de gasto público que está indexado –jubilaciones, sueldos, entre otros– que va a ser imposible reducir. Vamos a tener que seguir conviviendo con el esquema actual, apostando quizás a algún afloje de la política monetaria que permita que el tipo de cambio recupere algo hacia la segunda mitad del año.
¿Qué opina de la idea de una moneda común entre Argentina y Brasil? ¿No cree que sería una forma políticamente aceptable para que Argentina ate su moneda al real y logre esta estabilidad monetaria tan necesaria?
No, es una estupidez pensar en una moneda común. El problema de Argentina no es la moneda, o sea, Argentina no tiene moneda porque tiene un descalabro fiscal desde hace 50-70 años que se traduce en una inflación que la gente ya tiene incorporada, porque sabe que tarde o temprano el gobierno, cuando se queda sin financiamiento externo, tiene que emitir para financiar el desquicio que es la situación fiscal, y eso no se arregla con una moneda común ni dolarizando. Sin arreglo de la situación fiscal es imposible pensar en una moneda medianamente estable. Esto de la moneda común fue un fuego de artificio que largó el ministro de Economía argentino, Sergio Massa, pero no tiene absolutamente ninguna posibilidad de fructificar y no sería solución de nada.
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