En entrevista concedida a La Mañana, el economista Hernán Bonilla, presidente del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), habló sobre la gestión macroeconómica de la actual administración, además de las propuestas sobre la materia en campaña.
Usted fue asesor de la ministra Arbeleche. Desde esa cercanía, ¿qué opinión le merece el manejo de esta administración en el área macroeconómica?
En términos generales, la evolución de la macroeconomía en estos años ha sido positiva y favorable. ¿En qué podemos ver eso? En que, a pesar de la pandemia y a pesar de una sequía importante el año pasado, tuvimos datos de crecimiento, despejando esos efectos, relativamente favorables. En particular, en las variables que son más relevantes para la gente, en términos de creación de empleo. Este periodo va a terminar con una cantidad de puestos de trabajo creados en torno a los 100.000, con una recuperación del salario real y con una baja de la inflación. Ese era otro problema importante que veníamos arrastrando, una inflación que desde hacía prácticamente 20 años teníamos en torno al 8%, bastante alta. En términos comparados, esa inflación del 8% que veníamos arrastrando nos ponía con la tercera inflación más alta del continente, detrás de Venezuela y Argentina. La inflación normal en el resto del mundo es bastante más baja. Entonces, el haber logrado bajar la inflación y que estemos hace 17 meses dentro del rango meta que fijó el Banco Central, obviamente, es algo favorable para la gente, porque le permite mayor poder de compra, porque hace que rindan más los salarios, las jubilaciones y las pensiones. Cuando uno mira desde la perspectiva del manejo fiscal, vemos que ha sido sensiblemente mejor a lo que venía desde antes, porque desde que se puso la regla fiscal en 2020 hemos tenido una mejora del riesgo país, hemos mejorado nuestra calificación crediticia en términos comparados con la situación previa, pagando menos intereses de deuda y colocando deuda a tasas históricamente bajas. Eso también ha sido parte de lo que yo creo que hay que tener en cuenta dentro de los aspectos positivos de la gestión.
Una de las áreas más sensibles, por lo menos para el común de la gente, es la reducción de la pobreza y la equidad social, además de crecimientos sostenibles con políticas sólidas. ¿Es lo que tenemos hoy?
Lo que nosotros tenemos respecto a la situación de la pobreza, en particular de la pobreza infantil, es una situación bastante estable en los últimos 10 años. No ha habido grandes variaciones, salvo un incremento durante la pandemia que luego ha disminuido. Entonces sí, yo creo que tenemos que reconocerlo como un problema estructural. Uruguay, por suerte, tiene una baja tasa de pobreza entre los adultos mayores producto de políticas de muchas décadas que han hecho que eso sea posible. Pero no hemos tenido el mismo éxito con el combate a la pobreza infantil, que sigue siendo como 10 veces más que la pobreza entre los adultos mayores. Una buena noticia es que, con el actual gobierno, en 2022 tuvimos una Rendición de Cuentas con un incremento del gasto enfocado en la primera infancia. Allí surgieron algunos planes concretos como el Bono Crianza. También es positivo que hoy, en la campaña, los distintos candidatos han puesto sobre la mesa a la primera infancia como una prioridad, y creo que eso es necesario que así sea. En el próximo período, la prioridad del gasto público tanto en transferencias como en planes específicos para atacar el problema de las familias que están en situación de pobreza y tienen niños es necesaria para que Uruguay supere un problema que lamentablemente es estructural y que ya lleva demasiado tiempo.
¿Cómo hacemos para atender ese problema cuando, por ejemplo, desde el gobierno se ha hecho lo posible para mantener un equilibrio fiscal? ¿Se puede atender esas áreas sin aumentar el déficit?
Sí, es posible. El tema es un tema de prioridad del gasto público, no necesariamente el aumento del gasto público. Es más, mi opinión es que el gasto público no debería aumentar, debería disminuir. El asunto está en que hay que buscar de dónde sacar plata. Para empezar, creo que tenemos más empleados públicos de los que el Estado necesita, y que claramente tenemos lugares donde se puede producir ahorros. Tenemos oficinas dedicadas a los mismos temas en distintas reparticiones del Estado. El avance de la tecnología que cada vez más permite trámites en línea, inteligencia artificial para el chequeo de declaraciones, etcétera. Es claro que en el núcleo de la administración, en los procesos más burocráticos del Estado, cada vez vamos a necesitar menos personas. Probablemente necesitemos más en otros lados. Capaz que necesitamos más policías o más médicos, pero menos personal administrativo. Hay que buscar de dónde se puede reducir la cantidad de empleados públicos y de allí volcar recursos a la primera infancia. Lo otro importante es que el año que viene vamos a tener un presupuesto nacional. La prioridad de la asignación de gastos que se haga para los próximos cinco años debe ser la primera infancia y no otros rubros. Si queremos aumentar para todos los rubros, obviamente no vamos a priorizar la primera infancia. La forma real de priorizar la primera infancia es decir “Vamos a poner un incremento importante en este rubro”, teniendo claro que eso implica decirle que no a otros temas. Si no, no se puede priorizar.
Tenemos un país con un crecimiento que no es el deseado. ¿El atraso cambiario tuvo que ver con ese crecimiento?
Es cierto que en los últimos años hemos tenido un fenómeno de atraso cambiario y es cierto que eso perjudica a parte de nuestro sector productivo y al sector exportador. El asunto está en que, en buena medida, ese atraso cambiario se produce por buenas razones. Nos hemos encarecido en dólares porque han entrado muchos dólares a la economía. Y han entrado muchos dólares a la economía justamente porque hubo un salto de nivel de las exportaciones, porque hubo números importantes en términos comparados de llegada de inversión extranjera directa, porque hubo una revolución silenciosa en el sector servicios, en particular de exportación de servicios que también determina que entren dólares a la economía. Entonces es cierto que se generó atraso cambiario y es cierto que eso es un problema. Pero no es fácil de combatir, porque la causa son fenómenos positivos para la economía y no se puede toquetear el dólar a discreción. Por lo tanto, el problema se soluciona con otro tipo de medidas que compensen esta pérdida por tipo de cambio. Fundamentalmente, medidas que apunten a mejorar la competitividad de la economía como la apertura comercial, la desburocratización, la modernización de las relaciones laborales, reformas microeconómicas que mejoren la competitividad y la competencia en distintos mercados para bajar precios para las personas y para bajar costos para las empresas. Es un tema bien importante que tiene que estar en la agenda del próximo gobierno.
¿Cuánto importa el Mercosur para el desarrollo de nuestro país?
Es una buena pregunta. Yo diría que Uruguay ha venido insistiendo en la modernización y la flexibilización del Mercosur como algo necesario, porque la estrategia que nos conviene a nosotros no es la que le conviene a Argentina y a Brasil. Ahí tenemos un problema real. Argentina está en una posición un tanto distinta ahora, pero de todas formas el país que pesa más en la determinación de estos asuntos es Brasil. Nos ha costado mucho. Uruguay tiene que seguir peleando por dos cosas, porque el comercio dentro del Mercosur sea realmente libre comercio, cosa que a veces no ocurre, y porque podamos avanzar en estos acuerdos comerciales que nosotros entendemos que son necesarios, que lo entendía el gobierno anterior y lo entiende el gobierno actual. Por ejemplo, el tratado con China. Después, creo que hay dos cosas más para hacer respecto a la apertura. Una es tratar de sumarse a acuerdos bilaterales como el Acuerdo Transpacífico; en general cualquier tipo de negociación en la que nosotros podamos meternos que implique algún tipo de apertura de la economía. Y después hay una serie de medidas proapertura que no dependen del Mercosur ni del acuerdo con otros países, que dependen solo de nosotros. Por ejemplo, bajar aranceles, eliminar la tasa consular, facilitar y liberar importaciones. Eso es parte del proceso de apertura que nosotros tenemos que llevar adelante, que dependen de nosotros y que tienen que estar en la agenda de los próximos gobiernos.
¿Nos abrimos a la región o nos abrimos al mundo en materia económica?
Creo que hay que abrirse a los dos, a la región y al mundo. Hay que seguir insistiendo en que el Mercosur funcione mejor, y que las trabas que muchas veces tenemos para el comercio dentro del bloque se puedan levantar. También hay espacio para avanzar en la región con países fuera del Mercosur, hay que avanzar en esa materia. Del mismo modo, hay que abrirse al resto del mundo, cualquier acuerdo que podamos hacer con Estados Unidos, con China, el acuerdo del Mercosur en Europa, el tema de los países de Asia. Hay que ser pragmáticos en que no necesariamente hay que buscar acuerdos de libre comercio o acuerdos globales. Muchas veces acuerdos puntuales con algunos países en algunos rubros específicos, que son menos rimbombantes pero que pueden ser muy prácticos, pueden ser muy relevantes para algunos sectores de la economía. Si uno abre algún mercado para alguna fruta, para algún grano, para los servicios, aunque sean acuerdos menores, para los sectores involucrados pueden ser muy importantes. Entonces, creo que hay que ser muy pragmáticos y proactivos en la búsqueda de esos acuerdos más específicos, que muchas veces son más fáciles de alcanzar que acuerdos de libre comercio.
Antes se hablaba de que Uruguay sacaba provecho de los conflictos bélicos por la exportación de algunos productos básicos. Sin embargo, ahora estos conflictos aumentan el precio de los insumos. ¿Cómo nos posicionamos?
Es cierto que estamos en un momento del mundo poco proclive al libre comercio y que hemos visto en los últimos años un avance del proteccionismo. Hemos visto la guerra comercial entre Estados Unidos y China, hemos visto medidas proteccionistas en muchos bloques y en muchos países. Eso es una realidad que no se puede desconocer. Ahora, lo que nosotros tenemos que ver es cuál es la mejor estrategia para Uruguay. Dado que Uruguay necesita abrirse, no existen países pequeños cerrados y prósperos. Un país pequeño tiene que ser un país abierto necesariamente. Entonces, lo que hay que hacer es ver dónde está esa ventana del libre comercio por la que Uruguay puede entrar. Puede ser el Acuerdo Transpacífico, acuerdos puntuales en el mundo y en el Mercosur también, u otros países de la región que quizás despierten menos oposición de nuestros socios en el Mercosur, como en su momento pudimos firmar el acuerdo con México, por ejemplo. Reconociendo las dificultades que esto tiene, porque es claro que estamos en un mundo poco propicio para esto, es muy claro que esa es la estrategia óptima para Uruguay.
¿La ideología se inmiscuye en los negocios en la región?
La ideología siempre pesa, hasta en quienes se dicen más pragmáticos. Ni que hablar para los gobiernos o en cualquier lugar de toma de decisiones. De hecho, tenemos algunas ideas que nos informan sobre la realidad y a través de la cual miramos la realidad. El asunto es que en algunos aspectos, por ejemplo en la estrategia de inversión internacional de Uruguay, no es una estrategia que debería estar guiada por la ideología. En estos últimos años no lo ha estado. Además, Uruguay ha hecho bien en no alinearse con bloques ideológicos en ninguno de los sentidos que ha habido en la región.
Javier Milei, por ejemplo, ha expresado que con algunos países no va a negociar.
Claro, pero Javier Milei ahora anunció que va a ir a China de visita. Entonces al final es un buen ejemplo, porque es un presidente que uno podría decir muy ideologizado, y que la ideología pesa fuerte en muchas de las decisiones que toma. Aún en ese caso, lo que estamos viendo es que él mismo está acordando una visita a China, a la que le dijo de todo. Pero en realidad, cuando uno es gobernante de un país no puede estar preso de su ideología y poner de rehén a su población por ella. Creo que, en este caso, la política exterior tiene que estar guiada por el mejor interés del país y no por la ideología del presidente. Así que, en este caso, hace bien Milei en dejar de lado sus opiniones sobre China, que pueden ser muy compartibles, pero que no pueden ser lo que guíe la política exterior de un país como Argentina, que también necesita, como Uruguay, un proceso de apertura importante.
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