Con el visto bueno de sus principales miembros, el FMI pondrá a consideración del plenario una creación sin antecedentes de recursos monetarios en apoyo de la recuperación económica global.
La moneda del FMI
Así como los bancos centrales de cada país pueden crear dinero de un teclazo, el Fondo Monetario Internacional –al cual se le atribuye la condición de banco central de los bancos centrales– puede hacer algo similar a nivel global mediante la creación y asignación de Derechos Especiales de Giro (DEG).
El DEG (o SDR por sus siglas en inglés) no es exactamente dinero, pero cumple con la mayoría de sus funciones. Es reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago, pero no de curso universal ya que sólo circula entre bancos centrales y el FMI.
El FMI crea los DEG y los asigna a sus países miembros en proporción a su cuota en dicho organismo, acreditándolos en cuentas especiales creadas a tales efectos. El DEG le otorga a su tenedor el “derecho” a utilizarlo para saldar cuentas con otros miembros o comprar monedas convertibles. Por tal motivo se le reconoce como un activo de reserva internacional suplementario.
Mientras el país no ejerza sus DEG (o sea su tenencia permanece igual a su asignación), la operativa no implica costos netos. En caso de que el país opte por utilizar los DEG surge un costo resultante de la diferencia entre el monto asignado y la tenencia. En resumidas cuentas, mientras los DEG no se usan fungen como una reserva internacional de cero costo. Si se ejercen, se transforman en un pasivo a largo plazo de bajo costo.
El valor del DEG se calcula en función de una canasta de cinco monedas que incluye en porcentajes fijos al dólar, euro, yen, libra esterlina y – desde 2016 – el renminbi chino. Juntos el dólar y el euro aportan el 72% del valor de un DEG, que hoy equivale a USD 1,43.
Es importante notar que tanto la contabilidad como las operativas del FMI se denominan oficialmente en DEG, lo cual implica la necesidad de aplicar tasas de interés en esta unidad, ya sea para aplicar a las asignaciones como acreditar a las tenencias. Actualmente esta tasa está en su nivel históricamente bajo de 0.05%, y determina la tasa para préstamos no concesionales del FMI que se ubica hoy en 1.05%.
Una emisión de DEG para apoyar la recuperación global
¿A qué viene esta breve reseña del DEG? Pues aparentemente está en camino una nueva asignación de DEG por un monto muy sustancial, al haber cambiado la actitud de la nueva administración de los EE.UU. frente a la negativa de su antecesora. Tal novedad se produjo la semana pasada en el encuentro virtual de los ministros de economía del G-7, presidida este año por el Reino Unido, en preparación de la cumbre presidencial (y presencial) a celebrarse a comienzos de junio en Carbis Bay, Cornualles.
Históricamente el FMI ha sido muy avaro en su creación de DEG, ciñéndose estrictamente al conservadorismo financiero de antaño de sus principales accionistas (casualmente el G-7), quienes reúnen – junto a otros países desarrollados – el 60% del poder de voto en el organismo. La asignación de DEG requiere una mayoría especial del 85%.
Como se aprecia en el cuadro adjunto, en los 40 años desde su creación en 1969 el monto acumulado de cuatro asignaciones de DEG llegó a SDR204 mil millones (equivalentes a USD310 mil millones o el 0,5% del PBI global de la época).
Aún se está negociando el monto de la nueva asignación, a la espera de una propuesta interna de los servicios del FMI que seguramente reflejará el consenso entre sus principales accionistas. A pesar de expectativas muy infladas en el lobby pro-desarrollo, se estima que rondará entre los SDR175 a SDR450 mil millones (USD250 a USD650 mil millones). La cifra superior representa el monto máximo que podría aprobar el gobierno de los EE.UU. sin tener que recurrir a un voto legislativo.
El objetivo de la asignación
Si ya la asignación del 2009 mostró un cambio de actitud que reconoció al DEG como un mecanismo de apoyo a países seriamente afectados por los impactos de la crisis financiera del 2007-08, los montos que se manejan actualmente implican un salto cuantitativo en su uso.
Es evidente que la pandemia ha ocasionado estragos en las economías de todo el mundo, pero especialmente en aquellas que tienen pocas defensas y capacidad de reacción ante la caída en el nivel de actividad y el aumento del desempleo, además del propio impacto sanitario. La asignación de DEG bajo consideración apunta a apoyar la recuperación de la economía global.
Por supuesto que los más beneficiados por una asignación de DEG serán los países en desarrollo de menores ingresos, especialmente aquellos sin acceso a los mercados financieros internacionales. Para ellos los DEG representan un salvavida que les permitirá importar bienes esenciales como medicinas y alimentos. Pero también los países de ingreso medio y aun alto se verán beneficiados por este suplemento a sus reservas que reforzará su imagen ante las calificadoras de riesgo.
Claro que el 60% de los DEG creados serán asignados a los países desarrollados (cuyas monedas ya son convertibles) y por lo tanto no serían estrictamente necesarios. En vista de ello el FMI está analizando mecanismos que permitan a estos países movilizar sus DEG de forma de apoyar a los más necesitados.
Uruguay
En caso de prosperar la hipótesis de máxima en cuanto a la asignación de DEG, al Uruguay le correspondería un monto superior a los USD500 millones que irían a engrosar – junto a los USD309 millones en DEG actuales – las reservas internacionales en el BCU.
Uruguay actualmente presenta unos USD16 mil millones en activos de reserva, pero su posición neta se reduce a la mitad aproximadamente debido a que está financiado por crédito interno neto en moneda extranjera proveniente principalmente del sector bancario privado.
Sería interesante conocer el costo de estos pasivos en comparación al costo mínimo de ejercer los DEG. De ser sustancialmente mayor, ello permitiría reducir en igual monto el endeudamiento del BCU con el sector bancario privado sin alterar su posición en moneda extranjera y a la vez generando un ahorro en el servicio de dichos pasivos internos.
(*) Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Ex director ejecutivo del Banco Mundial.
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