Hace más de dos décadas se volcó al emprendedurismo y hoy sigue creando nuevos proyectos. Fue uno de los fundadores de Endeavor Uruguay y hasta hace poco era director ejecutivo de Aguada Park. Francisco Ravecca entrevistado por La Mañana, el empresario analizó la evolución de las posibilidades de emprender en el país y explicó cuáles son las barreras que deben superar quienes se animan a asumir riesgos en el mundo de los negocios.
Hizo la carrera de abogado, pero se terminó dedicando al emprendedurismo. ¿A qué se debió ese cambio?
Antes no había tanta variedad de carreras. Yo de chico siempre tenía una respuesta para todo y mi viejo me decía: “vos vas a ser abogado”. Se ve que me quedó en la cabeza y me metí en abogacía. A los 21 años trabajé en el estudio Díaz Estapé y no me gustaba mucho, me mandaban a hacer la típica procuración, ir a los juzgados y ver en qué estaban los expedientes.
Como yo me crie en Estados Unidos, aprendí a hablar inglés prácticamente antes que español, y en el estudio tuvimos un cliente que era un frigorífico americano que venía a comprar el Frigorífico Canelones, y me pusieron a mí a hablar con ellos. Me interesó mucho más cómo iban a financiar la compra, qué productos iban a sacar, qué mercados, el packaging, cuál iba a ser la estrategia de expansión, que la parte legal. Ahí dije: “me equivoqué de carrera”. La parte legal me importaba un pito y me interesaba mucho más la de los negocios.
Pero como ya estaba en cuarto de facultad, no quise dejar. Terminé y apliqué a un MBA en Estados Unidos, tuve la suerte de entrar en Harvard y me fui para allá. Hice el máster, no volví a ejercer como abogado y me dediqué a esto. En el medio de los dos años del MBA hice una pasantía de verano en un fondo de capital de riesgo en Boston y me encantó ver toda la parte de los emprendedores, las ideas, cómo las estaban llevando adelante, cómo las estaban financiando.
Después me casé y pude negociar con mi esposa que nos fuéramos a Buenos Aires, donde fui a trabajar al BankBoston. Luego me vine para Uruguay y ahí empecé el camino emprendedor.
Y hace ya 20 años usted trajo Endeavor a Uruguay. ¿Cómo han evolucionado desde entonces las posibilidades de emprender en nuestro país?
Antes de traer Endeavor yo fui uno de los fundadores de DeRemate.com. Mercado Libre había empezado en ese entonces y, por las vueltas de la vida, terminó comprando DeRemate.com. Ahí surgió la posibilidad de traer Endeavor a Uruguay –uno de sus fundadores estaba en mi clase en el MBA-.
En el año 2000 fundamos Endeavor acá y la gran pregunta que nos hacíamos era si iba a haber tantos emprendedores, o sea, considerando que es un país chico, que en ese momento tenía una cultura de carreras tradicionales y se hacía carrera en las empresas, mientras que hoy es casi imposible pensar que un millennial va a estar 20 años en un mismo trabajo.
Lo más lindo de todo es ver cómo una idea que surgió en el 2000 sigue más fuerte que nunca. Al principio fue muy difícil convencer a empresarios para que nos apoyaran, que donaran plata y tiempo, y encontrar emprendedores. Sin embargo, ahora es increíble la cantidad de gente que está vinculada con Endeavor y el impacto que ha tenido y seguirá teniendo en el país.
¿Se ha generado una cultura emprendedora?
Absolutamente, y no solo por Endeavor; hoy hay una cantidad de organizaciones, como la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación). El gran problema que tenemos en Uruguay es la falta de acceso a un mercado de capitales y financiamiento, o sea, todavía falta que haya más fondos de capital de riesgo mirando para acá.
¿Qué se necesita para ser emprendedor en Uruguay?
Lo mismo que se necesita en cualquier parte del mundo, con el aditivo de que tenés que pelear con algunos temas más. Es decir, un emprendedor de Argentina o de Chile, cuando va al exterior y dice de dónde es, la gente enseguida lo sabe, con lo bueno y lo malo, pero nosotros primero tenemos que vender a Uruguay.
Muchas veces la respuesta que yo recibía cuando salía a buscar financiamiento para los distintos proyectos que he hecho era: “¿Uruwhat?”. Y ahí tenés que explicar que es un país chiquito entre Argentina y Brasil. Después, cuando decís la cantidad de gente que somos, te dicen: “pero eso es más chico que un Estado de Estados Unidos”, por tanto, tenés que luchar con el tema del mercado también.
El uruguayo que emprende ya sabe que tiene que pensar en la región, entonces, cuando ya saliste y probaste que pudiste ser exitoso y replicar tu modelo de negocio en otros países, ahí ya te están mirando con otra cara. Y lo que tiene el emprendedor uruguayo es esa garra de superarse, porque a veces tenemos más barreras que pasar.
El emprendedor debe convivir con el riesgo. ¿Cómo ha transitado usted esa situación?
El riesgo es sinónimo de emprender. El que no está dispuesto a asumir riesgos, no puede emprender. Hay que aprender de los errores. Hay países que aplauden el fracaso y hay países que lo condenan; este es un país que aún condena el fracaso.
Cuando yo trabajaba en el fondo en Boston, me decían que al analizar una inversión lo primero que tenía que mirar era quién iba a llevar adelante el emprendimiento y fijarme qué había hecho antes y cuántas veces se había equivocado, porque el hecho de equivocarse es una enseñanza. A mí me ha ido muy mal en algunos emprendimientos, pero no por eso me dejo caer; al revés, lo tomo como un aprendizaje para no cometer de vuelta los mismos errores.
En ese sentido, ¿qué consejos o lecciones les puede ofrecer a las empresas uruguayas que deben adecuar sus estrategias a este nuevo mundo de la inteligencia artificial?
Yo soy un gran amante de la tecnología –como usuario- y creo que si está bien aplicada tiene un impacto tremendo. La otra cara de la moneda es qué pasa con la gente cuyo trabajo fue sustituido por la inteligencia artificial, pero hay algo que ella nunca va a sustituir, que es la creatividad. Ciertos trabajos de un abogado, contador o administrativo, ya los está sustituyendo, pero, por ejemplo, si trabajás en una agencia de marketing y tenés que crear una campaña publicitaria, no hay una inteligencia artificial que te dé esa creatividad. El consejo a las empresas es que si hay inteligencia artificial que aplica bien al negocio y que va a dar buenos resultados, estoy totalmente a favor de incorporarla.
¿Ve posibilidades de emprendedurismo en el sistema financiero uruguayo, que es algo que no termina de despegar?
Sí, es donde veo más posibilidades. Todo lo que es fintech acá tiene un potencial tremendo, ya se está viendo. Igualmente, creo que es una industria que está demasiado regulada y hay que abrir un poco más la cabeza. Tenemos una ley de cannabis que permite el cultivo, la venta, y se está poniendo todo a favor para generar una industria, pero después, si una empresa local recibe un dólar de afuera por venta de cannabis, no puede abrir cuentas en los bancos locales.
Eso es incoherente, o sea, te doy una Ferrari para que avances con el cannabis, pero no te vendo la nafta. Creo que tiene que haber una revisión de la regulación. Obviamente, tienen que existir los controles debidos, pero también hay que ser flexibles y poder permitir el avance tecnológico, porque si no, no tiene sentido.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
Estoy trabajando en cuatro emprendimientos nuevos, pero lamentablemente todavía no puedo mencionar ninguno. Me fui de Aguada Park hace cuatro meses y estoy desarrollando otros proyectos de los que ya podremos hablar más adelante.
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