El contador y decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica, Marcos Soto, dialogó con La Mañana sobre las preocupaciones que generan los actuales niveles de pobreza infantil en Uruguay y explicó cuáles pueden ser sus efectos en la sociedad. También se refirió a las condiciones que tiene el país para implementar un IVA personalizado y advirtió que las concentraciones en la industria agroalimentaria “no son deseables”.
En más de una oportunidad se ha mostrado a favor de implementar un IVA personalizado. ¿Cree que es una medida viable pensando en un futuro gobierno?
Cuando hablamos de un IVA personalizado, hablamos de instrumentar mecanismos para romper con el concepto de que es un impuesto regresivo, es decir, que es un impuesto que no reconoce la capacidad contributiva del contribuyente. Cuando uno va a un local comercial y consume un bien o un servicio, nadie le pregunta cuál es su capacidad contributiva, simplemente uno paga y en la boleta llega, en general, el artículo o el servicio con un IVA de veintidós por ciento. Eso lleva a que tratemos igual a sectores que son naturalmente desiguales. El IVA personalizado es una herramienta que no debería descartarse. Hoy el Estado tiene instrumentos para hacerlo y, por la masificación de los medios de pago electrónicos, es posible implementarlo. De hecho, en varias oportunidades a través de las tarjetas del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) se devuelve el IVA. Ahí, de algún modo, estamos tratando de personalizarlo, lo cual se puede profundizar más.
En definitiva, el objetivo de esto sería profundizar los mecanismos de justicia tributaria, hacerlo cada vez más progresivo, esto es, utilizar la política tributaria de forma que ayude a la distribución del ingreso o la riqueza en Uruguay. Si nosotros tomamos en cuenta que el IVA es la principal fuente de recaudación que tiene la DGI, estamos hablando de que el sistema tributario uruguayo, a pesar de los años y a pesar de los gobiernos, está basado en impuestos regresivos. Creo que un IVA personalizado podría llegar a tener un consenso más generalizado en tiempos venideros.
¿De esta forma se podría apuntar a mitigar la pobreza infantil, por ejemplo?
Si consideramos que el IVA es un impuesto regresivo y por tanto no ayuda a la distribución de la riqueza, no sería la gran medida a tomar para enderezar esa problemática y esa deuda social que tiene Uruguay. Tendrían que implementarse otras. En los sectores de bajos ingresos –y allí deberíamos suponer que está concentrada la pobreza infantil– está más presente la informalidad económica, tanto en los ingresos como en los gastos, puesto que quizás terminen gastando sus ingresos en ferias o en lugares comerciales donde también opera cierto nivel de informalidad, por ende, allí no hay un IVA formal. Es por esto por lo que operar el IVA personalizado como la gran herramienta para atender la pobreza infantil podría ayudar si profundizamos los niveles de formalización, si seguimos trabajando en que la economía se formalice, pero todavía falta. En resumen, esta medida puede ayudar, pero no vamos a tener un impacto inmediato.
¿Preocupan los actuales niveles de pobreza infantil en Uruguay?
Sí, son preocupantes, porque son los años de la edad humana donde se definen muchos aspectos de la personalidad, de la capacidad cognitiva, sensitiva, y si la persona no logra desarrollarse, no logra crecer en un ambiente favorable, normal, puede hipotecar muchísimo su desarrollo en las etapas siguientes de la vida. Siempre que haya pobreza infantil va a haber un nivel de preocupación. Estamos en estos niveles tan elevados, en los que uno de cada cinco niños y jóvenes está bajo la línea de pobreza. Estamos hipotecando mucho de nuestro futuro, no solo hipotecando el futuro, sino que también hay una dolencia presente: hay muchos niños que no están desarrollándose en las condiciones de vida que deberían para la edad que tienen y quizás estén con otras preocupaciones o bajo contextos que no son los deseados, de modo que la pobreza infantil preocupa. Estos contextos, además, generan las condiciones para un desarrollo inadecuado, es decir, para que se produzcan situaciones realmente no deseadas como las adicciones a las drogas y otro tipo de desvíos comportamentales.
¿Cómo ve la realidad actual de la industria nacional, cuáles son los mayores desafíos? ¿Se podría decir que la concentración o la extranjerización de sectores como la forestación, los frigoríficos, los supermercados, entre otros, han crecido en detrimento del desarrollo de la industria nacional?
Siempre la industria manufacturera uruguaya tuvo un gran desafío, y cada vez más lo va a tener, que tiene que ver con la escala, que termina siendo un factor relevante porque con escala se consigue eficiencia y reducción de costos. A grandes rasgos, es lo que hace China, o sea, disminuye los costos fijos de producción. Pero para Uruguay, con las dimensiones y las limitaciones de mercado que tiene, la escala siempre es un obstáculo. Por lo tanto, tenemos una limitación natural en el desarrollo de determinadas industrias manufactureras y eso se traduce en que muchas veces terminamos siendo caros para producir determinados bienes o servicios y, por ende, no competitivos. Hay otras industrias que naturalmente Uruguay puede desarrollarlas, que son la industria cárnica, la industria agroalimentaria, y allí obviamente las concentraciones no son deseables. En particular en la industria frigorífica no es deseable porque allí tenemos quienes fijan los precios de la materia prima, lo que significa que quienes compran el ganado a los productores terminan siendo pocos jugadores que podrían de algún modo presionar la cadena para obtener sus mejores precios y sus mejores ventajas.
¿Qué papel tiene en esto la defensa de la competencia?
En el mundo, la defensa de la competencia es un gran desafío que tiene la economía de mercado, porque cuando dejamos operar libremente a las fuerzas de mercado, y como todo es comprable y todo es vendible, pueden pasar estas cosas. Por eso en Uruguay, pero también en otros mercados, se ha avanzado mucho más en la defensa de la competencia, intentando evitar que terminen en muy poquitas manos emprendimientos o eslabones de la cadena que son relevantes para el desarrollo nacional. Esas son luces amarillas que Uruguay tiene: la escala, la poca competencia y la estructura de costos. Por eso debemos encontrar nichos inexplorados como oportunidad.
¿Por ejemplo?
La industria del automóvil, en la que Uruguay ha tenido un desarrollo interesante, pues varias marcas internacionales han puesto el ojo en nuestro país para armar sus vehículos en una planta única, especializándonos en determinados modelos. Ha tenido un desarrollo tal que hoy está dentro de los principales sectores de exportación, colándose entre los rubros de origen agropecuario. Entonces, salvo que encontremos nichos de oportunidad, Uruguay tiene un gran desafío en los costos de producción originados en las limitaciones naturales que tiene su entorno, esto es, su escala y también, muchas veces, la no competencia perfecta en diferentes rubros. Cada uno lo puede visualizar cuando va a la góndola de un almacén o de un supermercado y ve que hay dos marcas de jabón, dos marcas de pasta de dientes y dos marcas de café, por ejemplo. Uruguay carece de eficiencias internas y es caro por sus limitaciones naturales y por los pocos actores que juegan.
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