Philippe Aghion es doctor en Economía y catedrático en el Collège de France y la London School of Economics. Ha escrito más de una decena de libros y ha centrado su investigación en la economía del crecimiento. Entrevistado por La Mañana, el especialista explicó por qué las grandes empresas de los países avanzados han bloqueado el ingreso de nuevas firmas al mercado y qué se debe hacer para resolver ese problema. Además, afirmó que Europa tiene que invertir en políticas de innovación y educación para asegurar el crecimiento.
¿El modelo de capitalismo actual es en su opinión el mismo que permitió la reconstrucción europea posterior a la Guerra? ¿Qué ha cambiado?
No. En ese entonces, durante la reconstrucción europea, funcionaba el capitalismo de recuperación, y eso es diferente ahora, que opera el capitalismo de innovación. El problema que tiene hoy Europa es que debe volverse innovadora, porque la recuperación es lo que hacen los países de Latinoamérica.
Europa tiene que crecer por innovación y eso implica que debe crear determinadas instituciones para invertir en investigación básica, universidades, centros como la Fundación Nacional de Ciencias (de Estados Unidos). Necesita capital de riesgo, inversores institucionales y organismos como la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (Darpa, por su sigla en inglés), para pasar de investigación básica a aplicaciones, y la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado (Barda, por su sigla en inglés), que, entre otras cosas, financia las vacunas.
Entonces, hay muchas áreas en las que se debe trabajar para tener un sistema de innovación que sea realmente moderno. Eso es lo que precisa hacer Europa. Es muy diferente a lo que era después de la Guerra Mundial, donde lo más importante era la reconstrucción.
La reconstrucción permitió generar una importante clase media en la Europa continental, si uno mira lo ocurrido en Alemania, Francia e Italia, el corazón duro de la Unión Europea original. Sin embargo, hoy vemos una tendencia a la desaparición de las clases medias. ¿Qué ocurrió entre medio para explicar esta tendencia a la desigualdad que se viene verificando desde hace al menos 30 años?
Es menos en Francia que en Estados Unidos, pero también tenemos este problema. Lo más importante es la educación. La clase media muchas veces correspondía a los niveles medios de las empresas. Europa ahora necesita un sistema de muy buena educación que le permita a la gente ser más flexible, es decir, moverse de un trabajo a otro y adaptarse más fácilmente.
Precisamos realmente adaptar la educación en ese sentido, y tener un modelo en el cual cuando la persona pierda su trabajo, eso no sea un problema, y que el Estado la ayude a encontrar otro y a prepararse para eso. Entonces, hay que educar y luego incorporar este sistema de flexibilidad, que funcione de manera colectiva cuando la gente quede sin empleo.
Usted se ha especializado en el estudio de la economía del crecimiento. ¿Cuáles son los desafíos actuales en términos de crecimiento para la economía mundial?
Yo soy optimista. La única cosa que me da un poco de miedo es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, porque sabemos que las guerras comerciales a veces pueden ser malas para el crecimiento porque hacen que se cierren mercados, mientras que cuando hay más mercados, hay más innovación. Ese es mi único temor, pero espero que no sea un obstáculo al crecimiento por innovación.
El real problema es el clima, o sea, es esencial que el crecimiento sea compatible con el clima y empujar la innovación verde, lo cual se hace con el impuesto sobre el carbono y con políticas industriales para impulsar a las industrias limpias.
¿Podrán crecer las economías a un ritmo suficiente para licuar las deudas públicas acumuladas?
Yo creo que es posible, sí, es importante que lo hagan, pero también lo es invertir mucho y de buena manera, sobre todo, en educación. Es fundamental asegurarse de que la calidad de la educación sea buena. Una política de innovación satisfactoria implica primero poner el foco en la educación, y después desarrollar políticas industriales y ayudar a la investigación y desarrollo. Un país que no tenga educación puede invertir tanto como quiera en investigación y desarrollo, pero eso no va a tener utilidad alguna, pues la educación es la base.
Hace un año usted escribió junto a otros autores un trabajo en el que vincula las menores tasas de crecimiento económico a la creciente concentración empresarial. ¿Podría explicar cómo se relacionan ambos fenómenos?
En Estados Unidos y otros países también avanzados, la revolución de las tecnologías de la información ayudó a algunas empresas a volverse muy hegemónicas, como Walmart, Google, Microsoft, Facebook, entonces, al principio eso fue bueno para el crecimiento. Entre 1995 y 2005, el crecimiento en Estados Unidos fue mayor porque esas empresas se expandieron, pero luego, ellas mismas comenzaron a impedir la entrada de nuevas firmas en el mercado y, por lo tanto, la innovación. El problema es que la legislación de competencia no está adaptada a las nuevas tecnologías digitales y hay que reformarla para que las grandes empresas no pongan una barrera al ingreso de nuevas empresas.
¿Cómo ve los paquetes de estímulos económicos aplicados por la Unión Europea, y en particular, su país, Francia?
Están bien, fueron útiles para una primera etapa, pero es necesario cambiar el modelo. Europa tiene que invertir más en innovación y en educación, es decir, en las cosas que son buenas para el crecimiento. Para eso es sustancial que tenga una doctrina nueva del gasto público, donde distinga las inversiones de crecimiento de otros gastos y donde mire la calidad de los gastos de crecimiento.
La segunda cosa que hay que cambiar es la manera de hacer política de competencia en Europa que, hasta ahora, ha sido muy market share, o sea, si veo que tú tienes todo el mercado, yo digo que no está bien. Pero esa es una forma muy arcaica de hacer política de competencia. Es mucho más importante ver si tú facilitas o no la entrada de nuevas empresas. Entonces, hay que hacer una revolución de la política del gasto público y una revolución de la política de competencia.
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