En diálogo con La Mañana, Lucas Cobham autor del reciente informe sobre lechería del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), señaló que “la estructura competitiva de Nueva Zelanda es muy interesante y algunas características podrían ser muy buenas acá”. El especialista agregó que “cuando se creó Fonterra, en el 2001, empezó recibiendo el 96% de la leche remitida a plantas, entonces hubo que generar salvaguardas para asegurar que el mercado se mantenga competitivo, y que, si hay empresas mejores, también tengan un lugar para entrar y crecer”.
Ceres presentó hace unos meses un informe sobre el sector lechero del cual usted es autor. ¿Cuáles son las principales conclusiones del trabajo?
Las principales conclusiones del trabajo están vinculadas a la importancia del sector lácteo: además de ser uno de los sectores exportadores más importantes del país, es uno de los que moviliza más la economía por unidad de producto. Pero también marcamos que hay aspectos en los que se debe mejorar. Existen problemas vinculados al acceso a mercados de exportación, al mercado de créditos y a la renovación generacional de los tambos, entre otros. Además, se puede mejorar en la productividad, y estas cosas dependen del sector, pero hay aspectos que se podrían atacar con políticas.
A fines del año pasado el Ec. Ignacio Munyo expuso sobre el tema en la Asociación de Lecheros de Florida, donde puso énfasis en que el problema de la lechería se resuelve con más mercados. ¿Podría explicar esto?
El sector tiene muy pocos beneficios arancelarios para exportar. Solo en el Mercosur se entra sin arancel, mientras que, en China y Argelia, dos de nuestros principales compradores de lácteos, entramos con 10% y 5% de arancel. Aranceles altos no solo implican menores ingresos para el país, sino que a veces directamente cierran algunos mercados. En ciertos lugares no se puede vender, no porque no seamos competitivos, sino porque nuestros competidores tienen beneficios que nosotros no tenemos.
Uruguay exporta cerca del 75% de los lácteos que produce; hay posibilidades de seguir aumentando la producción, pero esto se tendría que vender en el mercado internacional y no en el mercado interno. Para eso, los acuerdos comerciales son clave. Claro que no todos los problemas se resuelven con más mercados, pero este es un problema de primer orden: si solucionamos los problemas internos, pero no hay mercados para vender lo que se produce, no solucionamos nada.
Por otro lado, hay una retracción en varias cuencas de producción, al tiempo que diversas empresas del rubro trabajan con gran capacidad ociosa. ¿A qué atribuye esto?
La retracción de la producción en algunos lugares puede tener diferentes explicaciones. Para la producción primaria, muchos tambos cierran porque no tienen recambio generacional, es decir que no hay gente para continuar el negocio cuando el productor se jubila; en el informe nos fijamos en algunas políticas que podrían atenuar este problema. Pero esto es general al país y no a una región en particular.
Otra explicación viene por los altos precios de los granos, ya sea porque esto aumenta los costos de arrendamiento, o porque es más rentable la producción de granos. La realidad es que el área que se dedica a la lechería viene disminuyendo, mientras que el área que se destina a la producción de soja, por ejemplo, viene creciendo. En muchos casos la lechería termina quedando relegada a campos de menor calidad. Esto hace que las plantas industriales de esas regiones tengan menos insumos para procesar y queden lejos de los productores. Esto podría explicar parte de la capacidad ociosa en algunas plantas industriales.
El Ing. Agr. Guillermo Trajtenberg escribió el año pasado en La Mañana una columna en la que explica que el marco regulatorio en Nueva Zelanda no permite a Fonterra comprar más del 80% de la leche. Eso parecería dar un incentivo al crecimiento de la cuenca al mismo tiempo que genera espacio a empresas más pequeñas que Conaprole para competir e innovar. ¿No convendría rever el esquema competitivo del sector?
La estructura competitiva de Nueva Zelanda es muy interesante y algunas características podrían ser muy buenas acá. Cuando se creó Fonterra, en el 2001, empezó recibiendo el 96% de la leche remitida a plantas, entonces hubo que generar salvaguardas para asegurar que el mercado se mantenga competitivo, y que, si hay empresas mejores, también tengan un lugar para entrar y crecer.
¿Por ejemplo?
Una de estas regulaciones implica que Fonterra pone a disposición el 5% de la leche que recibe a otros industrializadores, para que estos no cierren por falta de insumos. Otra permite a los productores de la cooperativa vender parte de su producto a procesadores independientes. Al mismo tiempo, hay reglas de no discriminación y de libre entrada y salida para los productores de la cooperativa. Esto facilita que los productores se salgan de la cooperativa para vender en otro lado su producto, y no se lo discrimina si quiere volver a participar.
Asimismo, hay gran transparencia en cuanto a la fijación del precio de la leche: existe un modelo de fijación de precio que es público, que les da mayores certezas a los productores, y los resultados son evaluados por un panel independiente. Incluso, este sistema le da mayor certeza al productor sobre cuánto va a recibir en el futuro, lo que facilita las decisiones de gestión e inversión. Prácticas de este estilo fuerzan a las empresas dominantes a mantenerse eficientes, sin dañar a los productores.
¿Cuál sería la estructura regulatoria y competitiva del mercado que aseguraría el mejor retorno al productor? ¿No será que en el país existe un círculo vicioso y nadie quiere aventurarse a producir más leche para vender a un comprador con una posición cada vez más dominante?
No sé si hay una estructura competitiva en particular que sea óptima. En Nueva Zelanda, en 2001, había bastantes industrializadores compitiendo y el Estado fue el que, mediante una ley, promovió la unión de las empresas más grandes favoreciendo la concentración. Así se creó Fonterra, una cooperativa de productores y uno de los actores más eficientes y con mejor funcionamiento del rubro a nivel mundial.
Entonces, hay buenos motivos para que la estructura empresarial sea una cooperativa, y también hay temas de escala y costos de procesamiento y transporte que favorecen la concentración en este mercado. Sí creo que hay regulaciones que pueden mejorar la competitividad del mercado, a pesar de la concentración. Pero no es cierto que los productores no se esfuercen por producir más porque tienen que venderle a Conaprole. Los productores son los dueños de Conaprole, ellos mismos son los más interesados en que la empresa prospere y sea eficiente porque eso se traslada a mejores precios para ellos.
Como decía, la ley neozelandesa garantizó que hubiera un mercado competitivo a pesar de la concentración. ¿Qué análisis hace al respecto? ¿Cuál cree que sería una posible solución para el caso de Uruguay?
En nuestro informe observamos que podría haber ineficiencias en la industria: la productividad por trabajador es muy baja cuando se compara a Uruguay con Nueva Zelanda. Las repercusiones de una baja productividad industrial se ven reflejadas en el precio al productor, y a su vez se observa que el precio al productor en dólares es relativamente bajo. Pero los costos de puerto, la lejanía a los destinos de exportación, los aranceles, la poca flexibilidad laboral o el poder de los sindicatos, son todos factores que explican ese costo al productor.
Si hay ineficiencias en la producción, se debería intentar reducirlas, pero esto no significa que haya que cambiar radicalmente la estructura del mercado para hacerlo. La concentración del mercado es mala si genera ineficiencias en los dominantes y disminuye la innovación, pero hay motivos de escala que favorecen la concentración en este caso. Entonces, la solución sería buscar la forma de operar de manera eficiente con esa concentración, en vez de eliminarla por completo.
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