Nació en Holanda, estudió economía y negocios y se recibió de doctor en Administración de Empresas. En 1990 se vino a vivir a Uruguay y, como director de Rabobank, contribuyó al desarrollo de los negocios de dicha entidad bancaria en América Latina. También fue director del Banco Surinvest y del Nuevo Banco Comercial. Durante los últimos 25 años, además, fue copropietario de una boutique de banca de inversión. Al arribar al territorio uruguayo se encontró con un inesperado costo de vida, 40% más caro que el de su país de origen. Así conoció por primera vez lo que era el atraso cambiario, sobre lo cual conversó en profundidad con La Mañana.
En una reciente columna en El Observador, usted contó que se vino a vivir a Uruguay en el 90 y ahí fue cuando descubrió lo que significaba tener un atraso cambiario, un tema muy latente al día de hoy. ¿Cómo fue esa primera impresión que se llevó del país?
Mucha gente que viene del supuesto primer mundo supone que cuando va al otro lado del mundo va a encontrar un costo de vida más bajo. Yo vine en el 90, estaba trabajando para un banco internacional, y resultó que Uruguay era un 40% más caro que Holanda. Estamos en 2023 y cualquiera que viaja sabe que Uruguay fue y sigue siendo muy caro.
¿A qué lo atribuye?
A una cantidad de factores, no es por una sola causa. La economía uruguaya está cerrada, no está abierta al mundo lo suficiente. El único responsable para que haya inflación es el Estado, que gasta más de lo que debe, entonces, tiene déficit y eso provoca inflación. Me refiero al gobierno en general, sin importar el color político. Uruguay se acostumbró a tener una política económica tratando de controlar la inflación y varios gobiernos lo han hecho utilizando en parte el tipo de cambio.
¿Cómo analiza el impacto del atraso cambiario en la competitividad, que es un desafío transversal a la mayoría de los sectores de la economía?
Es como bien dijo Pedro Bordaberry en su columna titulada “Whisky” en El País: el atraso cambiario inevitablemente va a conducir a una “tormenta económica”. Yo no tengo una posición política por un partido u otro, solamente observo que Bordaberry, como tanta otra gente, sabe a qué conduce eso. No es que la gente, los políticos, los economistas no lo sepan, saben perfectamente que el Uruguay ha dejado de ser competitivo por el tipo de cambio y eso conduce a una recesión. Eso es unánime en el sector económico y empresarial, no hay ni una sola alma que piense diferente, hay coincidencia en que es un desastre. Mientras, el presidente del Banco Central (BCU) dice que “es el mercado”, solamente él lo cree.
Yo no quiero un debate sofisticado de economía, el tema es muy sencillo, hay una política monetaria y el BCU tiene un número de instrumentos por los cuales puede influir directamente en el tipo de cambio, emite bonos en pesos, paga intereses atractivos. Si se quiere que no haya mucho riesgo de devaluación del peso, es interesante en términos de rendimiento, de inversión en pesos. Le fue muy bien a mucha gente. Además, como dijo Bordaberry en su columna, los uruguayos no resuelven los problemas muy rápido, dejan que se resuelvan solos porque piensan: “hay que darles tiempo y que mañana salga el sol”. Inclusive, cualquiera que tiene posibilidad de viajar a otros países se pregunta automáticamente cómo es eso, por ejemplo, vas a España y la diferencia es abismal en el costo en todos lados… un café, una comida, los productos en el supermercado, el precio de la energía, la nafta.
Como solución a esta problemática que atraviesa Uruguay, usted ha planteado dolarizar la economía por completo e incluso cerrar el BCU. ¿No son propuestas desmedidas?
Obviamente, yo sé que, oponiéndome al BCU, el 98% de la gente va a decir: “¡No, tranquilo!”. No es el estilo uruguayo pensar en estas ideas, el tema es que lo dejo al gusto del consumidor opinar de lo que yo digo, porque en vez de ser el peso y el BCU instrumentos para asegurar la estabilidad de precios, es al revés, lo que más provoca incertidumbre es el peso, a absolutamente todos. Yo entiendo que no es tanto por un tema económico, sino que es más por un tema político, es decir, que conviene. Me refiero a que el gobierno puede argumentar que el poder adquisitivo en dólares es bueno. De hecho, si tratás de comprar un pasaje, vas a encontrar que todos los aviones están llenos, justamente, porque la gente tiene acceso al dólar barato y eso hace que el que puede viajar lo haga, y es muy bueno, es fabuloso, pero la realidad es que es un síntoma de que las cosas no están bien. Por eso Miami Box tiene tanto éxito y el gobierno le tuvo que poner límites, porque si no lo hacía, chau comercio local.
Usted ha sido muy crítico en ese sentido con el equipo económico, opinando que quizás el presidente deba considerar cambiarlo antes de que sea muy tarde.
Yo conozco gente del campo, gente que tiene empresas, y todos saben cómo es la situación, entonces, frente al conocimiento de que estas políticas conducen a una crisis nuevamente, ¿qué opciones hay? ¿Seguir con lo mismo? ¿Quién decide la política económica? Entonces, si el equipo no respondió…
Como decía recién, hay quienes comparan la época actual con las pasadas crisis de 1982 y 2002. Incluso desde la oposición se ha hablado de que hay un sobreendeudamiento agropecuario dado por la suma del importante atraso cambiario y la fuerte sequía, que azota al sector, pero también a la economía en general. ¿Hay puntos de comparación con las crisis anteriores? ¿Hay riesgo de terminar de la misma forma?
Eso es especular, no somos meteorólogos. Para la gente del campo con la cual yo hablo está todo muy mal, por la sequía y por el tipo de cambio, y no tendría que ser así. Hay una posibilidad bastante alta de que esta situación pueda conducir a una crisis de ese tamaño, pero, de todas formas, no soy pesimista, por algo yo vivo acá y hay muchas cosas muy positivas en Uruguay. Yo voy a estar bien, pero veo que mucha gente no. Hoy, el que tiene algún proyecto en carpeta para hacer un edificio o lo que sea, lo piensa tres veces; con este tipo de cambio, lo frena. Y la construcción, que es la que conduce la mayoría de la economía, se siente muy limitada en ese aspecto. Uno se pregunta por qué no hacen nada al respecto.
¿Y por qué cree usted que “no hacen nada”?
Porque no conviene. Es una lástima que el país no aproveche aún más tener un presidente joven, dinámico, abierto, moderno, que defiende la libertad cuando hay tantas amenazas a nivel mundial. Uruguay hoy está bien en términos relativos, pero podría estar bastante mejor, especialmente, mirando hacia adelante. Sería una verdadera pena si no pudieran evitar otra crisis económico-financiera. Para mí, es una responsabilidad del equipo económico.
Como empresario en el área del financiamiento del agro usted ha sido un testigo privilegiado de todos los procesos tanto de boom como de crisis que ha habido en la región desde fines de los 80 hasta ahora. ¿Qué aprendió de su experiencia?
Yo trabajé para distintos bancos. Lo que más aprendí de los últimos 20 años es que hay una gran diferencia entre la teoría y la práctica, es decir, teniendo animales y trabajando en la agricultura uno siente si los costos suben y que hay inflación por todos lados. Ganar dinero en el campo es difícil a nivel mundial, y acá hay factores en contra como los costos en pesos y las ventas en dólares.
Por otro lado, la economía uruguaya ya está dolarizada. El único valor del dinero es la confianza que la gente tiene en él, y tanto acá como en Argentina, la gente tiene la confianza en el dólar. Esta economía está recontra dolarizada, entonces, yo me pregunto, en términos populares, ¿para qué cuernos hay un peso? ¿Para qué? Yo sé que es por la soberanía y porque cualquier país serio tiene que tener su moneda y su política monetaria, blablablá. Y tiene Unidad Indexada, Unidad Reajustable, ¿por qué? Porque el peso solo en muchos casos no sirve.
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