Uno de los mayores desafíos que enfrentan las economías, tanto global como individualmente, es el avance de la inteligencia artificial (IA). La revolución tecnológica, que puede ser el diferencial en términos de productividad y aumento real en la producción, pudiendo atender los grandes déficits en alimentación, pobreza, medioambiente, mejoras en la calidad de vida, entre muchos otros, puede ser a la vez el holocausto del trabajo, de la igualdad y ser utilizada para fines de unos pocos y en detrimento de las mayorías. A la vez, se plantean impactos económicos y en el mundo del trabajo que van desde la destrucción de empleo a la ética.
En términos generales, a pesar del potencial, hoy se desconocen los impactos verdaderos en la medida que hay avances que no se están pudiendo controlar. Sumado a todos los desafíos y riesgos que viene identificándose, recientemente se ha alertado sobre las implicancias que puede tener algunas trayectorias en materia de IA sobre la huella de carbono. La alternativa que podía ser parte de la solución para transitar a la neutralidad del carbono hoy puede ser uno de los grandes riesgos.
Oportunidad en mejora de la calidad de vida y medioambiente
La tecnología puede ser la gran oportunidad para generar un diferencial en todas las dimensiones imaginables. En particular la IA con el potencial que tiene. Con ella hoy es posible generar soluciones que impacten en atención de patologías, conocimiento de problemáticas que antes parecían flagelos inabordables, entre muchas otras. La generación de gases efectos invernadero no es la excepción y la realidad es que hoy la IA es la única alternativa para aportar un diferencial en la medición, identificación de captura y alternativas a nivel de la producción.
Pero la generación de soluciones de IA no garantiza mejorar la generación de gases efecto invernadero. Surge el cuestionamiento de cómo se hace para que las soluciones todas se orienten efectivamente con estos criterios, cómo se miden los efectos de todos los avances en términos de IA en lo que hace a la huella de carbono. Son tantas las soluciones con fines específicos que la realidad es que se generan consumos y efectos que no se miden y no atienden criterios ambientales y no se conoce hoy si los costos en términos de generación de gases de efecto invernadero son mayores o menores en lo que hace a la neutralidad de carbono. De esta forma hay una nueva dimensión de incertidumbre que se genera.
En la actualidad la evidencia muestra que no existe medición e información sobre la huella de carbono de la IA. Recientemente se viene generando una serie de trabajos de investigación y análisis en el plano económico entre los que se destaca que la tendencia en materia de IA no incorpora esta dimensión sobre los costos de los desarrollos en términos ambientales.
En una publicación reciente realizada por el PIIE se destaca que miles de millones de dispositivos conectados a internet podrían ser responsables de hasta el 3,5 por ciento de las emisiones globales de carbono del próximo año. La generación y consumo de energía que requieren los grandes data centers, la necesidad de acondicionamiento de temperatura, el uso de dispositivos, entre muchos otros, son requerimientos de electricidad que necesita ser generada y distribuida y esto ocurre en todo el mundo.
Hoy ya existen varios estudios que investigan los requerimientos y consumos energéticos, el uso de hardware, entre muchos otros efectos que van mucho más allá del aumento de la productividad y ahorro que surgen como contracara del desarrollo tecnológico vía IA. Existe un nuevo riesgo e impacto por el propio desarrollo tecnológico que no estuvo claro al inicio, pero que hoy ya es mucho más que un riesgo real.
Las grandes empresas tecnológicas que lideran los desarrollos y sistemas de IA ya están en alerta sobre esta realidad y vienen generando sus propias mediciones y programas de recomendaciones al respecto, al igual que lo viene siendo los aspectos éticos y de manejo responsable de la información. Entre ellas algunos asuntos son el tipo de modelos a desarrollar, en los que los objetivos específicos no queden aislados de un planteo más general, unificar criterios en el uso de equipamientos y energías que son insumos para los desarrollos, usar centros de datos basados en nubes y no particulares, capacitar a los desarrolladores, generar criterios y condiciones desde las propias plataformas sobre las cuales se generan los desarrollos, avanzar en normativa y acuerdos generales que aportes estándares y buenas prácticas en la materia.
El crecimiento vertiginoso de la IA, sin dar tiempo a desarrollos regulatorios y a la investigación, ha traído incertidumbres y riesgos de los más diversos, entre los que los ambientales están siendo uno de ellos. Se dan una conjunción de factores que se concretan en problemáticas reales, donde la propia innovación se suma a dificultades que el mundo tiene hoy como grandes problemáticas.
Desde el punto de vista de la economía ambiental y de los objetivos para mitigar los efectos del cambio climático, lo que era la gran oportunidad se viene transformando a un riesgo real y presente. La única forma de detener esta situación es avanzar con más investigaciones que midan los verdaderos impactos económicos y ambientales y contribuyan a la generación de reglas de transparencia, regulación y generación de estándares que permitan orientar las soluciones y desarrollos de IA en mejoras concretas en el plano ambiental y del bienestar de la población en general. No se puede seguir avanzando sin medir y sin planificar. Es una necesidad cuestionar cada desarrollo y orientar esfuerzos para combatir el cambio climático y no mitigar el mismo. El debate entre expertos y decisores de politicas publicas sobre los impactos, costos o beneficios de la IA tiene una complejidad creciente y no puede llegar a respuestas de consenso.
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