Vivimos en un mundo que se vuelve cada vez más peligroso. Las viejas estructuras de poder están decayendo y aparecen otras nuevas. Los países compiten por influencia. Como sugiere el número de dignatarios extranjeros que visitan Nueva Delhi para pedir su apoyo, India, con su gran población, será inevitablemente un actor en este nuevo Gran Juego. En este ambiente externo tan tenso, la unidad nacional es extremadamente importante ya que las potencias externas buscarán divisiones internas para explotarlas. Desgraciadamente, las divisiones basadas en la religión, la casta y la lengua se están reforzando hoy en día. En parte, las causas de esta división son económicas. Cuando la torta económica general no crece lo suficientemente rápido –según JP Morgan, nuestro PIB real sigue estando entre un 6 y un 7% por debajo de la trayectoria anterior a la pandemia– y los puestos de trabajo son escasos, los juegos con suma positiva que hacen crecer la torta se convierten en juegos adversos de suma cero en los que cada líder se esfuerza por conseguir una mayor porción de la torta para su comunidad. Esto ya se puede ver en las crecientes reservas de puestos de trabajo para los locales en varios estados. Y, por supuesto, los políticos de los partidos gobernantes tratan de desviar la atención de sus malos resultados económicos planteando cuestiones de identidad que distraen a la gente de su propia realidad…
La fortaleza económica no es solo deseable en este entorno global actual, sino que puede ser existencial en algunos aspectos. Cuanto más fuerte sea nuestra economía, más podremos gastar en protegernos, y más países procurarán nuestro apoyo. El crecimiento económico también será el medio por el cual proyectar nuestros valores a escala mundial. De igual importancia, una agenda nacional que encienda la búsqueda de un crecimiento sostenible e inclusivo puede agitar la sangre de los individuos e impulsarlos a realizar grandes acciones. La India necesita un enfoque nacional integrador para elevar su nivel de vida. Esto hará que la India sea poderosa, no para imponer su voluntad a los demás, sino para preservar su soberanía, su democracia, sus valores culturales y su diversidad frente a las amenazas externas.
El crecimiento debe ser inclusivo porque no podemos dejar atrás a las minorías, a los marginados y a los grupos socialmente desfavorecidos. De lo contrario, perpetuaremos la división de la sociedad y el estancamiento económico. Debe ser también sostenible porque no podemos permitirnos el lujo de seguir expoliando el medio ambiente sin que éste nos responda de forma catastrófica. Así planteado, el objetivo puede transformarse en una luz orientadora para la próxima década. Para ello, necesitamos que nuestros líderes políticos lo proclamen a los cuatro vientos. Deben crear un imaginario popular en torno al proyecto económico nacional que lo convierta también en un proyecto cultural y político. La ciudadanía debe sentirse atraída a abrazarlo, convirtiéndolo en una pasión nacional del tipo que llevó a Corea del Sur de país en desarrollo a país desarrollado en tres décadas.
Extracto de columna publicada la semana pasada por los economistas indios Raghuram Rajan y Rohoy Lamba, en Times of India.
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