El gobierno electo ha sido contradictorio a la hora de presentar sus propuestas económicas. Recordemos que parte de la coalición que va a gobernar a partir del 1º de marzo de 2025 estaba a favor de bajar la edad de jubilación a los 60 años y que el ministro designado de Economía se contradijo frente a este tema y también frente a las consecuencias de una posible pérdida del grado inversor.
Ahora se pone sobre la mesa una propuesta polémica. Convertir el IVA (Impuesto al Valor Agregado, que pagamos los consumidores finales sobre la compra de bienes y servicios) en un impuesto personalizado.
Alejandro Pacha Sánchez, futuro secretario de la Presidencia, lo anunció como la forma de “equilibrar impuestos sin aumentar la carga fiscal”. Calificó al IVA actual de injusto, diciendo que “paga el mismo IVA quien gana un millón de dólares o quien gana 10.000 pesos”.
También se dijo que de esta propuesta de que se pague un IVA según los ingresos de cada contribuyente saldría el dinero para atender el problema de la pobreza infantil. O sea, se aumentaría la recaudación, ¿será posible aumentar la recaudación sin aumentar la carga impositiva?
Un impuesto puede ser progresivo (cuando a mayores ingresos recauda más) o regresivo (cuando a mayor ingreso recauda menos). En el caso del IVA considero que es progresivo ya que, a mayor ingreso, hay mayor gasto y eso trae mayor recaudación. Lo que implica que sea justo, si se busca que los que “tienen más paguen más”. Porque si una persona gana un millón de dólares va a gastar más y de esa forma pagar más impuestos vía IVA que una persona que gana 10.000 pesos. Por una sencilla razón, el IVA no tiene un valor fijo, es un porcentaje de lo que gasta el consumidor.
El IVA es hoy el impuesto que más recauda en nuestro país: más del 40% de la recaudación de la DGI. Modificarlo sería complejo, caro e innecesario. Sería arreglar algo que funciona bien. En Uruguay ya hay mecanismos que exoneran IVA a hogares en situación de vulnerabilidad socioeconómica. Por ejemplo, la Tarjeta Uruguay Social o la Asignación Familiar a través de una tarjeta del BPS está exonerado de IVA. En Uruguay no se paga IVA por alquileres, educación y algunos alimentos como la leche entre otros bienes y servicios.
Hacerlo personalizado implicaría una ingeniería de búsqueda de información, costosa de aplicar, que llevaría parte de lo recaudado a una burocracia, que al mismo tiempo crearía otra ingeniería para evadirlo. ¿Cómo hace el Estado para saber quién gasta más? Una forma es por el uso de cuentas bancarias, tarjetas de crédito y débito. Por transacciones de propiedades, por sueldos. Se volvería muy tentador pagar en efectivo, dejar la plata fuera de los bancos nacionales y cobrar parte del sueldo “en negro”.
Este planteo viene desde el BID, diseñado por economistas que ven al IVA como un impuesto regresivo y que creen que con esta propuesta los que más tienen financiarán a los que menos tienen. Recomiendo la columna de Cesar Barrios en esta edición: “IVA personalizado: el planteo del BID de aumentar la recaudación sin afectar a los más pobres”.
Esto me hace acordar a la Cepal y su política de sustitución de importaciones o la ONU y sus agendas 2030 y 2045. Ya hemos escrito en otras columnas sobre los resultados de esas políticas. Como decía Milton Friedman, las políticas hay que evaluarlas según sus resultados y no por sus intenciones. Quizás las intenciones del BID y del Frente Amplio sean buenas, pero donde se ha aplicado el IVA personalizado no ha funcionado.
La prioridad de nuestro país es crecer, si crece la economía baja la pobreza, baja el déficit y baja el desempleo entre otras cosas. La carga tributaria en Uruguay es uno de los problemas que hacen que seamos caros para vivir y caros para producir. Una de las formas de hacernos más atractivos para que llegue la inversión local e internacional es justamente bajando impuestos. Esta propuesta va en camino contrario y nos saca, quizás, del foco principal. La pobreza infantil va a bajar cuando crezca la economía.
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