Tres artículos recientes en el New York Times revelan una “nueva” narrativa sobre China. Hace solo unas semanas, China era el temible “rival” de Estados Unidos en la escena mundial. Pero ahora, nos dicen, es un dragón herido. Si antes era una amenaza por su ascenso inexorable, ahora lo es porque está en decadencia. A modo de ejemplo, Paul Krugman escribe que en el pasado China crecía “en gran medida equiparándose a la tecnología occidental”, pero ahora se enfrenta al problema de que ahorra demasiado, invierte demasiado y consume demasiado poco. Por consiguiente, necesita “reformas fundamentales” para “colocar más ingresos en manos de las familias, de modo que el aumento del consumo pueda asumir el lugar de un nivel de inversión que ya no es sostenible.” Es cierto que las familias chinas ahorran de forma prodigiosa para la educación, la sanidad y su vejez. Pero pueden hacerlo porque tienen ingresos, que proceden en gran parte de empleos en los sectores de la inversión pública y privada. Los trabajadores chinos cobran por construir las fábricas, viviendas, líneas de ferrocarril, carreteras y otras obras públicas que han transformado China en el transcurso de nuestras vidas. Contrariamente a Krugman, la familia china típica (la media estadística) no tiene restricciones de ingresos. Si así fuera, no podrían ahorrar tanto como lo hacen. Además, si China se quedara sin proyectos de inversión, los ingresos caerían, el ahorro se ralentizaría y el consumo como proporción de los ingresos crecería forzosamente. Pero esta disminución del ahorro haría que las familias chinas se sintieran menos seguras, profundizando la desaceleración actual. No es de extrañar que el Gobierno se haya esforzado por mantener el flujo de inversiones a través de grandes programas como la Iniciativa Belt and Road. Incluso después de que la propia China esté totalmente construida (o sobreconstruida), todavía tendrá mucho que hacer en Asia Central, África y América Latina. Las inversiones chinas han sido bien recibidas en esas regiones, donde se suele decir que “cuando colaboramos con los chinos, conseguimos un aeropuerto. Y cuando colaboramos con ustedes [los estadounidenses], recibimos una lección”. Sí, la economía china se está ralentizando. Será difícil igualar las ciudades y las redes de transporte ya existentes, o la reciente campaña para eliminar la pobreza extrema. Las principales tareas de China ahora son otras: en educación y sanidad, en adecuar las competencias a los puestos de trabajo, en atender a los ancianos y en frenar la contaminación y las emisiones de dióxido de carbono. No hay garantías de que estos esfuerzos tengan éxito, pero al menos están en la agenda de China. Eso significa que se llevarán a cabo al estilo chino: paso a paso, con el tiempo.
James K. Galbraith, Project Syndicate
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