El economista y director adjunto del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI dialogó con La Mañana acerca de los impactos que la pandemia ha tenido sobre la situación económica de la región. Además Jorge Roldós, explicó dónde deberían poner el foco los gobiernos para paliar esas consecuencias y estimó que no se espera un retorno a la normalidad hasta el 2022.
Antes de ingresar al FMI tuvo un pasaje por Ceres y por la OPP. ¿Qué aprendizajes le dejaron esas experiencias?
En ambos lugares me tocó trabajar con excelentes colegas. Te diría que la principal lección que me quedó de la OPP fue lo difícil que es hacer política fiscal contracíclica. La bonanza contagiada por uno de los tantos programas de estabilización fallidos de Argentina requería una contracción del gasto público en Uruguay, pero con la recaudación en alza es muy difícil para los gobiernos resistir la tentación de gastar más.
Y en Ceres me tocó hacer un estudio sobre la crisis bancaria uruguaya de 1982, un desafío que me enseñó la importancia de la regulación del sistema financiero y el rol central que este juega en los ciclos y el crecimiento económico.
En 1993 se incorporó al FMI, donde se ha desempeñado en diversas áreas. ¿Cómo llegó al organismo?
En Ceres me habían ofrecido la dirección académica y antes de decidir acepté una entrevista para un cargo ofrecido por el BID. Cuando llegué a Washington, me alertaron que el FMI también tenía posiciones disponibles y una de ellas, en el departamento de investigaciones, me resultó tremendamente atractiva. Michael Mussa, que había sido mi profesor en la Universidad de Chicago, lideraba ese departamento y con él trabajaba también el economista argentino Guillermo Calvo… una oportunidad difícil de dejar pasar.
¿Cómo diría que ha sido su experiencia como profesional uruguayo en el exterior?
Ha sido una experiencia excelente en lo profesional. A pesar de que el FMI es una institución que genera emociones encontradas en la región, internamente es un lugar excelente para trabajar como economista. Si bien la institución aparece muchas veces con una posición muy definida en ciertos temas, las discusiones internas son intensas y fascinantes. Uno se enfrenta con economistas entrenados en distintas universidades, con visiones muy diversas sobre los temas, con experiencias en un gran número de países para comparar y evaluar las diferentes políticas macroeconómicas.
¿Cuál es la visión general del FMI sobre Sudamérica? ¿Cuáles son las oportunidades y los riesgos en la región al día de hoy?
No es fácil dar una visión general dada la enorme diversidad de países. La región venía saliendo de la fuerte caída de los precios de las materias primas en 2013-2015 y ahora nos pegó el covid-19. Los pronósticos no son muy auspiciosos, pero es allí donde vemos las oportunidades.
Los gobiernos deberían haber aprendido un número de lecciones en las últimas décadas y vemos a algunos moviéndose en la dirección de adoptar políticas macroeconómicas razonables y medidas que facilitan el crecimiento inclusivo.
El principal riesgo a la baja es que la pandemia se agrave o que un manejo inadecuado lleve a protestas sociales como las que vimos a fines del año pasado. De la misma manera existe un cierto riesgo al alza, con mejor evolución de la pandemia y de la economía global.
“Los gobiernos deberían haber aprendido un número de lecciones en las últimas décadas y vemos a algunos moviéndose en la dirección de adoptar políticas macroeconómicas razonables y medidas que facilitan el crecimiento inclusivo”
¿Cómo ha afectado la pandemia del covid-19 a la región?
La ha afectado muy fuerte: América Latina y el Caribe tienen el 8 % de la población mundial y hacia fines de setiembre tenían 28 % de las infecciones y 34 % de los fallecimientos globales. Esto refleja fundamentalmente la situación en Brasil, pero hay otros casos igualmente graves. Y siendo un shock global, la caída del comercio mundial y especialmente el turismo les pega duro a economías pequeñas como Uruguay.
¿El manejo de la pandemia a nivel de los gobiernos en Latinoamérica ha sido el esperado?
No está muy claro qué debíamos esperar de los gobiernos en el manejo de la pandemia. El FMI ha consultado desde marzo con expertos epidemiólogos y ha sido muy difícil prever la posible evolución de la pandemia y por ende su impacto en la economía.
Concluimos que siendo un shock fundamentalmente a las condiciones de salud, era necesario priorizar las medidas que contuvieran el contagio y apuntalaran el gasto en salud, así como aquellas que garantizaran un mínimo ingreso a los más afectados por las medidas de contención del virus y el necesario distanciamiento social, incluidos empresas y trabajadores.
Dentro de estos parámetros hemos visto que, en comparación con países europeos, por ejemplo, que implementaron cuarentenas fuertes cuando los casos infecciosos se disparaban, algunos países de la región las aplicaron antes que los casos empezaran a crecer fuertemente. Y esto, combinado con factores como la densidad de población urbana y la necesidad de salir a la calle para ganar un ingreso diario, así como debilidades en la implementación de las medidas necesarias, a veces ignorando las recomendaciones científicas al respecto, dejó un saldo relativamente elevado de pérdida de vidas y empleos.
¿Cómo visualiza la recuperación económica de la región hacia el futuro?
Esperamos una recuperación parcial, despareja a través de sectores, con marchas y contramarchas. Todo depende de la evolución de la pandemia, aun con los avances auspiciosos de las vacunas, dados los desafíos enormes de su distribución y el hecho de que distintos países controlarán la pandemia a distintas velocidades, no esperamos un retorno a la normalidad hasta el año 2022. Y las cicatrices que dejará la pandemia en la economía tardarán un tiempo en cerrarse.
“La política monetaria debería seguir siendo expansiva y en lo financiero deberían usarse primero, y reestablecerse después los colchones de capital de la banca. Esto último es uno de los mayores desafíos, dado que va a llegar el momento de definir cuáles empresas son viables y cuáles no”
¿Qué puede decir sobre el impacto que ha tenido la pandemia a nivel del empleo?
Esa es la cicatriz más grande, en contraste a todas las recesiones previas, donde el PBI siempre caía más que el empleo, en esta recesión vimos lo contrario. Se estima que en el segundo trimestre de este año las economías más grandes de la región perdieron más de 30 millones de empleos. Y, además, hubo una fuerte reducción en horas trabajadas para los que conservaron sus empleos en algunas economías, lo que llevó a la OIT a estimar la pérdida en empleos-equivalentes a alrededor de 55 millones para toda la región. En la segunda mitad del año estamos viendo una recuperación fuerte de empleos, pero la mayoría de ellos en sectores informales.
¿Dónde deben poner foco los gobiernos para paliar esas consecuencias?
En lo más inmediato debería continuarse con el apoyo a la salud y al ingreso de los sectores más afectados por el distanciamiento social. Como muchos países de la región cuentan con poco espacio fiscal, esto supone disyuntivas difíciles en términos de priorización de gastos y esfuerzos tributarios.
La política monetaria debería seguir siendo expansiva y en lo financiero deberían usarse primero y reestablecerse después los colchones de capital de la banca. Esto último es uno de los mayores desafíos, dado que va a llegar el momento de definir cuáles empresas son viables y cuáles no, en un entorno pospandemia donde muchas transformaciones estructurales que estaban en marcha se acelerarán.
¿Cuáles son las principales conclusiones del informe anual del FMI para la región?
Las tres respuestas previas cubren buena parte de las conclusiones del informe “Perspectivas económicas: Las Américas”, al que se puede acceder en la página web del FMI. Agregaría, quizás, que este es el momento para cerrar las brechas de infraestructura física y digital que dificultan el crecimiento en la región, así como para enfrentar el elevado grado de informalidad en muchos países. Esto supone remover muchas distorsiones en el mercado de trabajo y fomentar la competencia en el mercado de bienes y servicios.
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