La recuperación económica de la crisis del COVID-19 ha sido muy desigual. Cuando se consideran en conjunto los años 2020 y 2021, Chile y Colombia son los dos países más grandes con el mejor desempeño; se espera que ambos superen sus niveles de actividad económica previos a la pandemia. Brasil y Perú también pueden hacerlo, pero el PIB de Brasil se contrajo en el segundo y tercer trimestres. Argentina y México tendrán un nivel de actividad económica inferior al de 2019, y el colapso económico en Venezuela ha continuado. Entre las economías más pequeñas, solo República Dominicana, Guatemala y Paraguay mostrarán una mayor actividad económica en 2021 que en 2019. Los efectos internos de la pandemia han sido mucho más significativos que los choques económicos internacionales que ha experimentado América Latina. De hecho, a pesar de los problemas con el transporte marítimo y las cadenas globales de valor, el comercio internacional se ha recuperado mucho más rápido que después de la crisis de 2008-09. Los precios de las materias primas también mostraron una fuerte recuperación desde mediados del año pasado. En general, se espera que las exportaciones latinoamericanas crezcan un 25% en 2021, gracias a un aumento del 8% en los volúmenes y las tendencias positivas en los precios de exportación. La principal excepción es el turismo que ha experimentado una recuperación muy incompleta. Los flujos de capital han sido abundantes para los países que tienen acceso a los mercados financieros y el costo de financiación ha sido muy bajo en relación a los patrones históricos.
Pero la desaceleración de la mayoría de las principales economías y el aumento de la inflación en todo el mundo indican que las condiciones globales pueden ser menos positivas en los próximos meses. Los precios de las materias primas, incluido el petróleo, parecen haber alcanzado su punto máximo, aunque siguen siendo altos. Además, el espacio fiscal de los gobiernos latinoamericanos seguirá estando limitado por los altos niveles de la deuda. Y los bancos centrales de la región están aumentando las tasas de interés desde sus mínimos históricos para responder a los aumentos de la inflación. En cualquier caso, dado el débil crecimiento económico esperado, los gobiernos latinoamericanos deben evitar adoptar políticas macroeconómicas contractivas. Más importante aún, deberían centrarse en reformas estructurales. Tomar medidas para reducir la desigualdad a través del gasto social y los sistemas tributarios más equitativos sería un buen lugar para comenzar. Los gobiernos también deberían fomentar políticas activas de desarrollo productivo y exportaciones con mayor contenido tecnológico, respaldadas por una mayor financiación para la ciencia y la tecnología. También sería bienvenida la adopción plena de la agenda ambiental mundial. Y los responsables de la formulación de políticas deberían emprender un fuerte impulso a la integración regional, despolitizando los procesos existentes y ampliando su acción hacia nuevas áreas, en particular en materia de salud y productos farmacéuticos.
José Antonio Ocampo, exministro de Hacienda de Colombia y profesor de la Universidad de Columbia. En Project Syndicate.
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